Jaime IGLESIAS
Elkarrizketa
BENITO ZAMBRANO
DIRECTOR DE CINE

«Resulta difícil revisar el pasado sin sentirse avergonzado»

Nacido en Lebrija (Sevilla) en 1965, tras estudiar cine en Cuba y rodar algunos cortos, debutó en el largometraje con «Solas» (1999). Desde entonces ha rodado películas como «Padre Coraje» (para televisión), «Habana Blues» (2005) o «La voz dormida» (2011). Con «Intemperie», que acaba de estrenar basada en la novela homónima de Jesús Carrasco, nos ofrece una suerte de western de posguerra.

Hacía ya ocho años que no estrenaba película ¿Por qué se decidió por un proyecto como el de «Intemperie» para regresar al cine?

Bueno, regresar lo que se dice regresar… yo nunca me fui. En todo este tiempo he estado trabajando sobre dos guiones, uno de los cuáles, “Pan de limón con semillas de amapola”, empezaré a rodar en primavera. En esta profesión lo mismo estás ocho años sin rodar que, de repente, empalmas dos películas seguidas (risas). Pero lo cierto es que cada vez es más difícil levantar un proyecto, solo en encontrar financiación se invierten dos años, más otro que estás escribiendo el guion y otro que se dedica a la producción, al final lo normal es que entre peli y peli cualquier director europeo, salvo excepciones, deje pasar cuatro años. Porque además es necesario encontrar el proyecto adecuado. A mí en estos años me han ofrecido cosas pero no creo que fueran el tipo de películas que hubiera podido hacer.

 

Entonces ¿«Intemperie» es un proyecto que le llegó cerrado?

Sí, de hecho el mérito de este proyecto hay que atribuírselo a la gente de Morena Films que tras leer la novela de Jesús Carrasco compraron los derechos intuyendo que ahí había una película. Después el primer trabajo importante de adaptación lo hicieron David y Pablo Remón, que firmaron la primera versión del guion. Y ese guion fue el que me ofrecieron y mi única petición fue que me dejaran ajustarlo a mi manera de sentir y de contar las cosas. Pero la verdad es que intervine muy poco en el proceso creativo. Fue como un regalo que recibí.

 

Sin embargo, uno viendo la película percibe que está bastante vinculada a sus anteriores trabajos, a sus espacios de búsqueda como cineasta.

De entrada lo que siempre intento es que los personajes tengan dimensión, profundidad, y así contar la historia de la mejor manera posible. Si algo me define como cineasta, creo yo, es la voluntad de hacer pensar al espectador desde la emoción.

 

En esta película, como en sus tres largometrajes anteriores, explora la situación de vulnerabilidad a la que se enfrentan personajes que son víctimas del contexto que les ha tocado vivir ¿por qué ese interés?

El conflicto que sostiene cualquier dramaturgia siempre se alimenta de las miserias que afectan al ser humano. Eso te lleva a poner la mirada en los personajes que sufren, que padecen, y a mi eso me interesa porque sirviéndome de estos perfiles puedo poner mi granito de arena, como creador, en la reivindicación de una sociedad  que sea un poquito mejor.

 

Después de «La voz dormida», con «Intemperie» vuelve a contar una historia ambientada en la primera posguerra, ¿qué le fascina de dicho período?

A mí, de entrada, la Historia me interesa mucho. Los primeros cincuenta años del siglo XX fueron terribles y no solo para España sino para la humanidad en su conjunto, pero lo que sí es verdad es que, en aquella época, este país se sumerge en un escenario de miseria que aún hoy seguimos arrastrando. Nuestro pasado condiciona de una manera terrible nuestro presente y creo que, desgraciadamente, va a impregnar también nuestro futuro. Desde este punto de vista, la primera posguerra es un período que está poco contado a pesar de que, en muchos aspectos, marca lo que somos ahora. Por eso mismo resulta difícil revisar el pasado sin sentirse avergonzado porque aquella fue una época triste, dura y miserable de la que aún queda mucho terreno por explorar y muchas historias que contar.

 

En la película habla de los peligros de vivir odiando pero, sin embargo, parece que algunos están empeñados en rentabilizar políticamente ese sentimiento, ¿no?

Sí, justamente por eso te decía antes que mucho me temo que nuestro pasado vaya a impregnar nuestro futuro inmediato. Hay gente que vuelve a activar el odio para ganar un puñado de votos y, peor aún, para legitimar su discurso. Y, sin embargo, no se puede defender ningún discurso desde el odio. ¿Cómo se puede culpabilizar a otros para intentar justificar un posicionamiento político? Eso es lo que verdaderamente reabre heridas y nos hace daño como sociedad. Son mecanismos terriblemente estúpidos que nos conducen a una peligrosa polarización. Los discursos políticos tienen que buscar el diálogo no la confrontación, tienen que servirnos para progresar, para crecer.

 

En ese regreso a los escenarios de posguerra, «Intemperie» está contada desde una perspectiva masculina frente a «La voz dormida», ¿cambia mucho el enfoque este hecho?

Bueno, no tanto. Según estábamos rodando yo llegué a pensar en algún momento que nos estaba saliendo una suerte de “macho movie” y, sin embargo, luego, cuando he visto la película en proyecciones públicas he observado que casi emociona más a las mujeres que a los hombres, quizá porque pese a su condición masculina, en el personaje que interpreta Luis Tosar emerge una sensibilidad muy maternal a la hora de acoger y proteger a ese niño que está en peligro.  

LUIS TOSAR

 

«Parece como si la generosidad y la empatía no tuvieran ningún valor en la sociedad que hemos construido»

¿Cómo definiría su personaje en «Intemperie»?

No sé si fue algo trabajado por su parte pero lo cierto es que tiene algo de héroe de western. Sí, pero al mismo tiempo se trata de un personaje con unas características locales muy definidas que vienen dadas por la época en la que acontece el relato, esa España oscura y sórdida de posguerra. Pero supongo que esas hechuras que comentas se deben a que yo siempre he sido muy fan del western y para mi era muy difícil apartar al pastor de “Intemperie” de los grandes personajes del género: tipos que han tenido un vínculo con la violencia muy marcado en el pasado, que han ido abandonándolo por una voluntad de redención y a los que, de repente, el presente les vuelve a colocar en una tesitura donde tienen que volver a emplearse violentamente.

 

¿Manejó algún referente concreto?

Referentes como tal no pero, inevitablemente, títulos como “El jinete pálido” o “Sin perdón” se me venían con frecuencia a la cabeza, una situación favorecida por los emplazamientos en los que rodamos y por la propia cadencia que tiene la historia que, sin ser un western como tal, bebe de sus fuentes.

 

Hay otra cosa muy de western en el personaje y es que sus silencios resultan más elocuentes que sus palabras, inferimos más cosas de él que las que sabemos, ¿cómo gestionaste esa falta de certezas?

Bueno, aquí teníamos la novela que fue una ventaja a la hora de profundizar en esa atmósfera en la que se mueve el personaje y que en el guion, lógicamente. Los guiones son, por lo general, una cosa aséptica. Yo no había leído la novela de Jesús Carrasco, lo hice después de leer el guion y me di cuenta de que todo lo que cuenta sobre mi personaje me colocaba muy cerca del lugar donde pretendíamos llegar.

 

Hay una frase de su personaje en la que este le comenta al niño protagonista «no malgastes la vida odiando». Toda una declaración de intenciones habida cuenta los tiempos que corren, ¿no?

Sí y por eso creo que esta película resulta muy valiosa hoy en día cuando la bondad es algo que está tan desprestigiado. Parece como si la generosidad y la empatía no tuvieran ningún valor en la sociedad que hemos construido. Vivimos en una sociedad muy desapegada, a veces pienso que hay un desfase entre la manera en que hemos evolucionado como sociedad y el modo en que lo han hecho nuestras emociones. Emocionalmente seguimos siendo muy primitivos, tenemos mucho apego a nuestros seres más cercanos y un sentido de pertenencia a la comunidad que nos lleva a despreocuparnos de los que están lejos y eso es algo que en un mundo global resulta extraño. Eso sí, tenemos la posibilidad de odiar telemáticamente a través de las redes sociales.

 

¿Es el odio un sentimiento al alza?

Si invirtiésemos todo el tiempo que pasamos insultando a otros a través de la redes en echar una mano a esa misma gente nos aseguraríamos nuestra propia supervivencia como sociedad. Con el odio es fácil que, más pronto que tarde, nos vayamos todos a tomar por saco.

 

Pero parece que incluso en la actividad política se está imponiendo ese discurso.

Este país tiene heridas que restañar y, sin embargo, tenemos tendencia a olvidar las cosas muy pronto y si no ahí está el discurso del odio para impedir que esas heridas cautericen. De hecho, en los últimos tiempos estamos asistiendo a la exaltación de unos valores que no tienen ningún objeto en pleno siglo XXI. Vivimos en un país muy rancio.

Su personaje en «Intemperie» está íntimamente conectado con los que ha interpretado en otros filmes recientes como «Quien a hierro mata» o «El desconocido» en el sentido de que tienen como un aura de héroes populares, ¿está de acuerdo con esta apreciación?

Bueno, es un perfil de personajes que en nuestro cine abunda, precisamente porque nuestro nicho de espectadores lo que demanda es justamente eso, personajes cercanos en los que puedan reconocerse. Sería ridículo si trasladásemos aquí el tipo de héroe que existe en otras cinematografías y que no tiene nada que ver con nuestro carácter ni con nuestra idiosincrasia.

 

Pero, ¿cree que estamos necesitados de héroes?

Lo que creo es que entre la ciudadanía hay una especie de sed de justicia. Tenemos la necesidad de que las cosas se reordenen y eso nos hace demandar líderes. Lo que ocurre es que los que tenemos ahora mismo en la palestra no son los más adecuados ni los que mejor se ajustan a lo que la gente quiere.