Ainara LERTXUNDI
BILBO
Elkarrizketa
MARIE FAYE
EXMANTERA E IMPULSORA DE LA COOPERATIVA DIOMCOOP

«Aprendí mucho más de la vida siendo mantera que con todos los libros que he leído»

Marie Faye dejó Senegal para estudiar Derecho y Ciencias Políticas en París. Aquello no cuajó. Sin visa de estudiante al dejar la carrera, se trasladó a Barcelona, donde reside. Durante cuatro años se dedicó a la venta ambulante no autorizada. Actualmente, estudia Administración y Dirección de Empresas. Junto a otros exmanteros conformó la cooperativa Diomcoop para «dar respuesta de forma sostenible a las necesidades de inclusión social y laboral de migrantes en situación de vulnerabilidad».

El sueño de Marie Faye jamás fue emigrar a Europa. El de su padre era que estudiara, que tuviera una formación lo más completa. Le dieron una visa para estudiar Derecho y Ciencias Políticas en el Estado francés. Vivió a las afueras de París. La carrera no le convenció y la dejó, por lo que perdió la visa.

Después de cuatro años y con Nicolás Sarkozy en el Gobierno decidió mudarse a Barcelona, donde vivía una tía lejana. Durante cuatro años se dedicó a la venta ambulante no autorizada. Reconoce que al principio el hecho de ser mantera le producía vergüenza, lo veía como «algo indigno. Luego me di cuenta de que era la actividad más digna que podía llegar a ejercer. Te enseña el valor de la humildad», resalta en entrevista a GARA tras participar en el congreso «Vidas que cruzan fronteras» de CEAR. Quiere volver a Senegal y convencer a los suyos de que «el futuro está en África. Una persona se gasta 4.000 euros en pagar una patera para morir en el Mediterráneo cuando si ese dinero lo invirtiera en un proyecto de vida sólido en África podría llegar mucho más lejos que en Europa», asegura.

De Senegal a París y a Barcelona. ¿Con qué se encontró?

Cuando llegas a Europa te das cuenta de que eres muy diferente en diversos aspectos. La visión que teníamos de Europa en África y la realidad con la que te encuentras no es la misma.

¿Cuál era su visión de Europa?

Para mí era la Europa de los derechos humanos, de los derechos sociales, la Europa donde puedes encontrar trabajo, casa. Esa Europa salvadora que nos venden en África. Pero la realidad es bien diferente.

¿Qué fue lo que más le sorprendió cuando llegó a Europa?

Que derechos que consideraba básicos, aquí no lo son. Como el derecho a la educación –casi me resultó imposible pode estudiar aquí, tuve que luchar mucho para ello– o el derecho a emigrar, que es visto como un crimen.

En Barcelona se dedicó a la venta ambulante no autorizada. ¿Cómo vivió esta etapa?

Al principio, muy mal. Cuando empecé a vender con la manta en la calle, sentía mucha vergüenza, veía esta actividad como algo indigno, despreciable, pero era la única alternativa que tenía. Eso fue a los inicios. Después, me di cuenta de que era la actividad más digna que podía llegar a ejercer. Te enseña el valor de la humildad, a conocer a las personas, porque cada cliente tiene una percepción de ti, y te hace reflexionar sobre ti misma. Con tus compañeros pasas por momentos muy difíciles. Aprendí mucho más sobre la vida siendo mantera que con todo lo que me enseñaron mis padres, que en la escuela o con todos los libros que he leído.

¿Cuál fue el momento más difícil que vivió siendo mantera?

Fueron bastantes. Desde una mirada de desprecio de un viandante hasta cuando pasas una noche en calabozo sin haber matado a nadie. A veces, la Policía te persigue y después se ríe de ti a la cara porque sí.

¿Alguna vez pensó que en esa Europa soñada llegaría a dormir en un calabozo por el mero hecho de vender en la calle?

Nunca me planteé venir a Europa cuando vivía en Senegal. Pero, como cualquier otro africano pensaba que Europa era un buen sitio para vivir. En nuestro imaginario, Europa te arregla la vida. Por eso, tanta gente arriesga su vida, la de sus hijos, la de sus maridos. Cuando llegas, te das cuenta de que durante toda nuestra vida hemos vivido en una mentira, que aquello que nos vendieron era un espejismo. Esa noche en calabozo hizo que yo reaccionara. ‘Ya basta’, me dije. Primero, sentí vergüenza porque en la comunidad senegalesa estar en la cárcel o ser detenido es algo vergonzoso y causa estigma. Ese fue el sentimiento que me embargó en las primera horas, pero luego se me despertó un sentimiento de rebeldía. ¿Por qué tengo que pasar una o dos noches en un calabozo? ¿Por vender imanes? ¿Por qué solo puedo aspirar a ser mantera , chica de la limpieza o lavaplatos? ¿Por qué los inmigrantes subsaharianos tenemos que estar catalogados para estos oficios? Nosotros valemos más y podemos hacer más cosas.

Estudia Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Barcelona. ¿Cómo fue su acceso a la misma?

Muy difícil. Pensaba que la educación era un derecho básico, pero la realidad me demostró que no. Intenté convalidar mis estudios en Francia, pero no hubo manera. Intenté traer los títulos desde Senegal. Tampoco me dejaron. Tras un montón de obstáculos, logré superar la prueba de acceso para mayores de 25 pero entonces me dijeron que no podían inscribirme porque no tenía papeles, solo pasaporte. El director salió casualmente y preguntó por qué no podían matricularme, que con el pasaporte valía. Y así fue como pude inscribirme. Si ese día el director no hubiera estado ahí, yo no estaría estudiando. Pasé un año intentándolo. A veces, presa de la desesperación, pensaba en dejarlo. Entonces, pasaba algo que me hacía volver a querer estudiar y a intentarlo otra vez. Había días en los que pensaba que iba a terminar siendo mantera toda mi vida.

¿Qué mensaje le gustaría trasladar no solo a los políticos sino a quienes criminalizan la actividad de los manteros?

Si quieren acabar con este «fenómeno», como nos llaman a los manteros, primero tendrán que cambiar la Ley de Extranjería. Si en un plazo de tres años le dices a una persona que no existe, tampoco le puedes someter a tus leyes. No le puedes obligar a cumplir unos deberes sin unos derechos como contrapartida. Se pone al migrante fuera del sistema y al mismo tiempo se le exige que cumpla con unos deberes; se le echa del sistema y le recriminan que haga cosas por fuera de ese sistema. Es incongruente. Se le exige que cumpla con los deberes que marca la ley cuando no se le cumple ningún derecho. Y aunque quisiera cumplir con el sistema, tampoco podría hacerlo por las limitaciones que se le imponen. Siempre se dice de los manteros que no pagamos los impuestos, pero ¿cómo voy a pagarlos? Para hacerlo, tienes que estar dentro del Sistema de la Seguridad Social, tener un NIE. Aun queriendo declarar lo que tengo, no puedo hacerlo porque no tengo un NIE, un contrato… ¿Cómo voy a hacerlo si tu propio sistema no me deja? Cambia tu sistema y yo podré pagar los impuestos. Es como el pez que se muerde la cola.

¿Qué piensa cuando se os acusa de «robar el negocio»?

Perdona por la expresión, pero lo considero rastrero. El foco se pone en la ciudad de Barcelona. Hay que recordar que la principal actividad comercial de Barcelona no es el comercio, sino la hostelería. Segundo, ¿has visto alguna tienda que solo tenga los productos que vende el mantero en la calle como para que sea una competencia desleal? Hay muchas mentiras. ¿Hay alguna tienda que venda exclusivamente bolsos y calzado falsificado? ¿O una tienda que solo tenga imanes o fulares? No hay tiendas que únicamente tengan productos que venden los manteros en la calle. No hay ni una. ¿Y qué dicen los comerciantes de las grandes superficies que están abriendo y que venden sus productos más baratos incluso que los manteros? ¿Y de las tiendas online? Venden tales cantidades que ni los manteros llegan a soñar con ellas. Se dicen tal cantidad de barbaridades que, con un mínimo de inteligencia, puedes darte cuenta de que no son más que una mentira del tamaño de una catedral.

Desde su experiencia como migrante y mantera, ¿qué mensaje le gustaría trasladar?

Creo que la situación no cambiará por el mero hecho de hablar en conferencias, sino por una sensibilización desde nuestros propios países. Si en los países de origen se hablara mucho más de lo que pasa en Europa, de lo que vivimos aquí, creo que mucha menos gente arriesgaría su vida. No venimos por la vía regular porque el sistema de visado no nos lo permite. Es casi imposibles obtenerlos y viajar a Europa de una forma regular y legal. Si eres europeo puedes ir sin problemas a Senegal, a Guinea… pero, al revés, no. Resulta que si un senegalés quiere ir a España, tiene que esperar hasta diez años. El debate se tiene que llevar a ese terreno, y no tanto al de los impuestos.

¿Desea regresar a Senegal?

Sí, ese es mi proyecto de vida. Cuanto más charlas doy, más me doy cuenta de que la lucha no está aquí, en Europa y en sus salas de conferencias, sino en África. A las charlas no vienen los propios interesados, es decir, los migrantes africanos. Si las nuevas generaciones en África se quitan el complejo de inferioridad que tienen con respecto a Europa y se dan cuenta de que desde África se pueden conseguir muchas cosas y llegar lejos, creo que nos evitaríamos muchas muertes en el Mediterráneo, que se ha convertido en un cementerio para los subsaharianos. Hay muchas familias en Senegal que viven sin saber si sus hijos han muerto o no. Intuyen que está muerto pero como no tienen cuerpo prefieren vivir con la esperanza de que está por ahí en algún lugar cuando en verdad está en el fondo del mar. Mi deseo es regresar a mi país y hacer una labor educativa. El futuro va a ser África porque su población va a ser la más fuerte a nivel mundial y porque va a ser el futuro mercado de todo lo relacionado con la tecnología y el comercio. Una persona se gasta 4.000 euros en pagar una patera para morir en el Mediterráneo cuando si ese dinero lo invirtiera en un proyecto de vida sólido en África podría llegar mucho más lejos que en Europa, donde a lo sumo podrá aspirar a enviar 200 euros a su familia, a trabajar como mantero y estar corriendo todo el día.