Oihane LARRETXEA
DURANGO

«Apaiz kartzela», un ancla en el presente para no olvidar

En Irudienea se proyectó este documental que lleva al espectador a la cárcel de Zamora, levantada en 1968 para los curas que hicieron frente a la dictadura. La mayoría fueron vascos.

Las posibilidades artísticas que ofrece una cita como la de Durango son mil, no hay formatos ni formas establecidas, toda creación tiene cabida. Por eso no es difícil entender, aunque sí pueda sorprender al espectador, que es posible ver un trabajo que aún no se ha terminado. Recibe el nombre de work in progress, esto es, que aún está en construcción.

Es lo que han propuesto los directores Oier Aranzabal, David Pallarés y Ritxi Lizartza con “Apaiz kartzela”, un documental que narra la historia de los curas, la gran mayoría vascos, que fueron condenados y encarcelados en la prisión de Zamora, construída ex profeso a tal efecto en 1968, por haber hecho frente al franquismo. Fueron curas que desde sus homilías instaban a luchar contra la dictadura, muchos de ellos, además, se sumaron a otras luchas, como la obrera y la sindical.

Ha sido un proceso largo y muy laborioso, reconocía ayer Aranzabal. Comenzaron hace cinco años y queda por terminar. Recabar la información, las imágenes de la época y los testimonios de los hombres que protagonizaron aquella etapa tan oscura. Sufrieron torturas, persecución y cárcel. Han transcurrido 50 años de aquello, y revivirlo ha sido todo un ejercicio. «Planteamos el documental como un ejercicio de memoria, pero echando el ancla en el presente, porque la memoria ocurre ahora, es ahora cuando estamos recordando». Por ello no es casualidad que el trabajo comience con las recientes imágenes de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los caídos. «Hay muchas historias en la sombra que hay que sacar a la luz», agregó el director.

A la proyección del filme le siguió un homenaje a aquellos hombres a los que solo se les puede señalar por haber sido valientes. Xabier Amuriza, Josu Naberan, Jon Etxabe, Julen Kaltzada, Martin Orbe, Juan Mari Zulaika, Felipe Izagirre y Periko Solabarria son algunos de los numerosos protagonistas; algunos ya han fallecido. Ayer, tomaron la palabra Amuriza, Zulaika y Naberan.

«Quien haya pasado por la cárcel sabe de lo que hablamos, la cárcel es algo que no se olvida», apuntaron los excuras. Les ha resultado realmente emocionante visitar de nuevo la prisión, tapiada con cemento y totalmente invadida por la maleza. A este respecto, Aranzabal detalló los múltiples obstáculos que han tenido que sortear para, al fin, lograr entrar al interior del centro penitenciario. «Los permisos no llegaban alegando motivos de seguridad, y tengo que reconocer las gestiones que Aitor Esteban hizo para recibir luz verde. Después llegó el consentimiento de Marlaska. A decir verdad, la primera vez que entramos fue por una ventana, de forma ilegal…», reveló.

Para Aranzabal la cárcel resulta una metáfora de lo que ocurre con el silenciamiento del relato. «Las cárceles se construyen para que nadie salga de ellas, y resulta que no podíamos entrar, como si se quisiera guardar bajo llave lo que allí sucedió».

Y hay detalles que no se olvidan, ni mueren y que retornan cinco décadas después, como «el sopapo» que un policía le dio esposado en el calabozo a uno de ellos.

«Uno o dos años después de salir libres no quería ni verla en pintura, pero hoy me siento preparado para volver –cuenta Amuriza–. Hoy solo quedan las emociones, aunque el sufrimiento no se olvida».

Onda expansiva

Y sufrieron. Recuerdan las torturas, los malos tratos y las huelgas de hambre, también el método del «gusano», que consistía en sentarlos y esposarlos con las manos tras las rodillas y los golpes con un palo contra el hierro de las esposas.

Ante tal situación la única alternativa era la huida, pues, y así lo planteó Naberan. Se tomó al inicio como una idea de locos –que lo era–, pero decidieron que debían intentarlo. Con mucha meticulosidad y sigilo, comenzaron a cavar con los pocos medios que tenían desde el cuarto de las calderas de las duchas un túnel de unos veinte metros de longitud y un metro de diámetro que consiguieron esconder casi hasta la fecha de la escapada, aunque finalmente fueron descubiertos. Después, claro, llegó más represión.

Eran persistentes y no tenían miedo, aunque bien sabían que la respuesta a cualquier intento de fuga era un tiro. Simple y llanamente. Después del plan frustrado organizaron un motín. Rompieron puertas y televisiones, quemaron colchones y demás objetos. “Apaiz kartzela” recoge las imágenes televisivas del motín, que fue retransmitido en directo, y que han encontrado tras un intensísimo trabajo de búsqueda en un archivo de Estocolmo.

Preguntados sobre el ejercicio de memoria que plantea el documental y la importancia de contar y preguntar, Amuriza consideró lógico que de una generación a otra «se pierdan partes de la historia», aunque agregaba que no hay que dejar pasar las oportunidades de acercarse a ella. Este proyecto apunta en esa dirección. Ayer se mostraron esperanzados de que su «onda expansiva», la de traspasar generaciones, sea mayor.

En la actualidad, dieciocho de aquellos curas (la mayoría fueron vascos, pero hubo catalanes, gallegos y madrileños) forman parte de la querella argentina por los crímenes del franquismo que investiga la jueza María Servini. «Si los jueces aquí escucharan lo que yo he oído, hace tiempo que habrían abierto una causa», expresa la magistrada en “Apaiz kartzela”.

Con la muerte de Franco, de la que tuvieron noticia estando presos, se abrió una esperanza para su liberación. «Quisimos cambiar la Iglesia, pero ella nos cambió a nosotros. Nos dimos cuenta de que estábamos perdiendo el tiempo y que aquello era una farsa, pero eso no es tan sencillo como quitarse y ponerse una txapela», reconocen, y afirman orgullosos que «la propia cárcel fue el camino para ello». Añaden, sin atisbo de duda, que «nuestra pelea mereció la pelea. Ahora estaría dispuesto a lo mismo», dice Alberto Gabikagogeaskoa.

Según avanzó Lizartza, el trabajo estará terminado en enero de 2020 y llegará a las salas en otoño. También anunciaron que “Apaiz kartzela” tendrá su recorrido en festivales.

Ikus-entzunezko proposamen berriztatzaileen bozgorailu gisa egonkortu da Irudienea

Irudienea errealitateari, joerei eta usadio berriei begira dago. Lehen gehiago eskaintzen ziren dokumentalak, film laburrak eta fikzioa, baina gaur egun «ikuspegi oso zabaletik programatzen da», nabarmendu zuen atzo Durangon Irudieneko koordinatzaile Johana Olabarriak. «Azken batean, errealitate bati aurre egiten zaio, irudia lantzeko formatu ezberdinak daude egun; film bat grabatu edo istorio bat kontatu nahi duenak, ez du atzean lehen bezala ekoiztetxe bat behar». Ildo horretan, Aitor Arregi zinema zuzendariaren hitz batzuk errekuperatu zituen, «demokratizazioa» eman dela nabarmenduz. «Gaurko baliabideekin, ideia bat duen pertsona batek, badu ikus-entzunezko lan bat sortzeko aukera»,.

Azken urteetan mundu digitalak pisu handia hartu du, besteak beste, Internet bidez telesailak ikustea oso ohikoa da, eta Irudieneak ere zabaldu nahi izan du joera horretara. Egunotan proposamen oso ezberdinak eta interesgarriak ikusi ahal izan dira bertan, eta euskaraz gainera. Urteen joan-etorriarekin jendeak ere identifikatu egin du espazioa eta egun ikusleak gerturatu egiten dira zer dagoen galdetzera, beren agenda propioa osatzeko. Adibidez, gaur, “Lur eta Amets” haurrentzako animaziozko pelikularen aurrerapen bat eskainiko dute, 12.00etan (zinema aretoetan otsailean estreinatuko da).

Web sailek ere izan dute kabida, “Pikuak” eta “Tantaka” kasu. Azken horren estreinaldia Irudienean bertan egin da. Baina aurten, ezer nabarmendu baldin bada, Ipar Euskal Herritik heldutako eskaintza oparoa izan da. O.L.