Iñaki ZARATIEGI
DONOSTIA
Elkarrizketa
ALBERT PLA I ÁLVAREZ
CANTANTE Y ACTOR

«Nos invaden los otros, hay que estar siempre vestido y preparado»

Siguiendo la estela de su anterior obra, «Guerra», trabajada con los músicos Raül Refree y Fermin Muguruza, Albert Pla i Álvarez lleva dos años presentando «Miedo», original proyecto escénico dirigido una vez más por Pepe Miravete, creado de nuevo en lo musical con Refree, más el dúo artístico argentino Mondongo en el diseño y el vídeo mapping del estudio de animación Nueveojos.

Tras obras como “Caracuero”, “Canciones de amor y droga”, “Somiatruites”, “El malo de la película”, “La diferencia”, “Manifestación” o “Guerra”, “Miedo” es una nueva pieza de formato mixto que incide en la personal ironía y humor negro del multifacético creador de Sabadell. El artista la presentará en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia este viernes.

«Miedo» se estrenó en marzo de 2018 en el Teatro Regio de Buenos Aires y ha pasado por Montevideo o Santiago de Chile. ¿Hay buena conexión con el público sudamericano?

Lo produjimos en Argentina en parte por la colaboración con el dúo Mondongo, de Buenos Aires, con los que hacemos el diseño artístico y que son bastante conocidos allí. Hicimos dos meses y medio de temporada, volvimos al año siguiente para otro bolo y metimos 1.500 personas en el Teatro Coliseo. Después estuvimos dos días en el Solís, el teatro grandón de Montevideo, y también en Chile. Sudamérica está muy bien, pero no podemos ir más por cuestiones familiares y así.

Además de esa aventura transoceánica, la obra acumula aquí casi cuarenta pases, ¿está siendo la más larga?

Llevamos dos años, que es lo habitual, pero vamos a alargar hasta tres porque está funcionando muy bien y nos queda la parte americana de Colombia, Perú, México...

¿Ha aparcado el formato concierto?

Lo mantenemos con el recital “Matacerdos”, con Judit Farrés y el guitarrista flamenco Diego Cortés. Sobre todo para verano, cuando se cierra más la temporada de teatros y hacemos festivales, pero estamos dándolo ahora mismo.

Los espectáculos desarrollados hasta hoy acumulan toda una colección de personajes e intenciones.

Ha habido de todo, sí. Caracuero era un buen chico que se compró una sierra mecánica… “Canciones” se basaba en la obra del poeta Pere Sales, que era un artistazo. Y luego hicimos de aquel abogado de las inmobiliarias multinacionales, el flipado de las lucecitas de “La diferencia”, el manifestante que se pierde entre tanta manifa, los soldados, ahora el miedo en la gente…

Pasto para sicólogos. No es extraño que estrenen y triunfen en Buenos Aires.

Sí, sí, “Miedo” tuvo mucho éxito entre los psicoanalistas de allí. Corrió la voz e hizo furor.

¿Esta última propuesta surgió a raíz del espectáculo infantil en catalán «Projecte PP», con el payaso Tortell Poltrona?

Ahí estuvo el origen. Pensábamos que estaría bien hacer un disco de canciones para asustar a los niños. Pero nadie nos compró el proyecto, la cosa fue cogiendo otros caminos, se nos fue yendo de las manos y surgió “Miedo”.

¿Es cada vez más importante el impacto visual?

Montamos un buen pollo. Es una pasada porque puedes caminar, pasear por el bosque, nadar, volar… todo lo que puedas imaginar, más o menos. Que me voy al desierto, que salga un camello… ¡camello! Que salga la luna… Que venga un avión, me recoja y me voy volando… Es que ¿la fantasía es sólo cosa de niños? Como si los mayores no imaginaran ni fliparan con cosas.

Se ha dicho de «Miedo» que evoca los demonios de cada uno, el fantasma que habita en nuestra mente… ¿Tan asustado vive Albert Pla?

No, no; no va de nada solemne o terapéutico. Ni estoy asustado, ni nunca maté a ningún policía, ni me quise casar con la hija del rey, ni tengo una novia con mil ojos… Todo es mentira.

Pero sí parece que el miedo mueve mucho el mundo.

Miedo es una palabra sugerente, sencilla de encarar. Teníamos 8.500 miedos, no era fácil juntarlos. Los que salen son los que pudimos tratar.

¿Necesitamos tener siempre una amenaza en nuestras vidas para ser obedientes, conformistas…?

Claro. Pero no son solo los miedos que nos ponen ellos sino que el diablo seas tú. Parece que estás como chantajeado, ¿no?; si quieren me cazan.

¿Miedo a uno mismo?

Ahí, ahí…, es fácil que te salga, que se te plante delante.

Ustedes viajan mucho, ¿y el miedo a los riesgos, a la inseguridad?

A esas tonterías desde luego que no. En Colombia no te va a pasar nada que no te pueda ocurrir en Barcelona: puedes morir en cualquier parte. No veo que haya más peligros en Sudamérica, que aquí.

Es padre de familia numerosa, tuvo una crisis cardiaca, pero dice que lo que más miedo le da es la gente, sobre todo cuando se junta.

Es que nunca me ha hecho mucha gracia ver gente junta. Cuando veo más de diez personas cargadas de razón ya me acojonan.

¿Entonces, es usted polémico os es la polémica la que le busca a usted?

Sí, nos invaden, queda muy poco espacio para nosotros. Siempre tienes que estar preparado: vestido, con los dientes limpios, peinado... Preparado para que te vengan de fuera cosas y más cosas. Antes no te invadían tanto, no te llegaba del exterior tanta información y tantas responsabilidades; tanta presión.

Pero vive en el campo, protegido por el Montseny.

Ya, ya, pero cuesta mucho quedarse solo. Y pensar.

Nos estamos poniendo tántricos...

A ver, las personas tenemos mil excusas para no pensar. La sociedad lo invade todo, se mete cada vez más en el terreno personal. Desde que te levantas por la mañana te obliga a reaccionar. Es puro sensacionalismo, cada estímulo es como un terremoto que ocupa tu tiempo.

Pasar por la crisis cardiaca, ¿le volvió más pensativo, más reflexivo?

No sé, no lo viví de una manera trascendente. Me encontré genial y después de aquello me encuentro mucho mejor. No me afectó como para hacerme reflexionar más de lo que lo hacía antes o pensar de otra manera, aquello de “ve hacia la luz”. Es que, además, si me hubiera tenido que morir la voz me hubiera hablado en catalán: “ves cap a la llum”. Y hablaba castellano. Así que no le di importancia, no me debía hablar a mí.

¿Da más miedo leer el titular que sale después de una entrevista?

Tanto como miedo no, pero te pegas unos sustos… Cada vez me doy más cuenta de lo fuertes que son los titulares de los periódicos. Procuro no leerme nunca las entrevistas, pero a veces te llegan cosas asustadoras. Hace un mes me llegó la crítica en “OK Diario” de un concierto que titulaba con esta delicia: «Obispo independentista permite concierto de Albert Pla sobre altar de parroquia». O aquel de «Todos los españoles son unos hijos de puta». Eso te lo tienes que leer forzosamente: «¿lo he dicho yo?, ¿cuándo?».

¿No hay manera de trasmitir lo que realmente quieres decir?

Aparte de que el titular te pueda asustar, me doy cuenta de que no, es imposible transmitir lo que tú quieres decir. Así como en el escenario quizás lo consiga a veces, con los periodistas que escriben no hay manera. Y mira que llevo años explicándome bien.

También usted nos invade con canciones, vídeos, shows, cartas... Lo último, este teatro del miedo o «Juerga catalana 2», homenaje a los condenados del procés.

Sí, pero tienes que buscarme. No enciendes la tele y me encuentras. Ni en Tele 5, ni en Tele 1, ni en Tele hostias. Ni en ninguna radio. Para encontrarme tienes que comprar la entrada, venir a Donostia, pasar el puente lloviendo, meterte dentro… No creo que yo sea precisamente el más invasivo.

¿No deberíamos temer a alguien que empezó cantando sobre un niño que ahoga al hermanito y sigue musitando que hay que matar a la madre, a más niños?

Es que la gente tiende a retener más las cosas salvajes que las hermosas. Es lógico que te acuerdes más del niño ahogando a su hermanito que de la canción romanticona del jardín que también estaba en el disco de la rumba. Además, en el cuerpo a cuerpo soy muy poco peligroso.

¿El mantra vital podría ser su «Canta, canta, no dejes de cantar, si dejas de cantar te morirás»?

Pues es verdad que es una gran frase. Qué cosas se nos ocurren ¿eh? Es increíble. A saber de qué fuente basurilla la saqué…

Aunque parece liberado de temores cuando afirma que «desde que sé que estoy muerto ya nunca me pongo enfermo».

Es que es cierto, es matemática, ahí no hay moral. Es como aquello de «un policía muerto, un policía menos». No es bueno ni malo. Es una ecuación. O una simple regla de tres.