Mikel SOTO
OBITUARIO

La pasión de un gran bodeguero

Luis Cañas, el patriarca de las bodegas que llevan su nombre, nació en el corazón de la Rioja Alavesa en plena dictadura de Primo de Rivera. Luis no llegó a conocer el transporte del vino en galeras tiradas por mulas que hacía su padre para vender el vino en Gasteiz, Aretxabaleta, Arrasate, Bergara, Eibar y Elgoibar, pero sí conoció los rigores del trabajo en La Cueva de los Curas, donde se inició como productor y comerciante de vinos en los años 50. «Una vez no me sacaron muerto de milagro», contaba, recordando los tiempos en que «los sacadores» tenían que bajar con una vela a la bodega y salir corriendo en caso de que la apagara el “tufo” o gas carbónico producido en la maceración.

Frente a sus dos hermanos, que decidieron ir a trabajar a Gasteiz, Luis decidió quedarse en Eskuernaga a trabajar en la viña y el vino: «Claro que también pasó por mi cabeza marchar fuera, pero a mí la viña y el campo me han tirado siempre. Y vender vino».

Conoció de primera mano la mecanización del campo: tractores, sulfatadoras y demás adelantos que le han quitado a la vitivinicultura parte de la increíble dureza que tenía hace menos de un siglo: «Salíamos tan de noche a la vendimia que algunas veces había que esperar a que amaneciera para ver las uvas». Guardaba buen recuerdo de aquellos años pero no se engañaba respecto a los avances que se han producido en el mundo del vino: «Quizás en la cocina hay platos y recetas antiguas que sigan siendo mejores, pero en los vinos no».

Al igual que en los años 50 aumentó poco a poco el tamaño de su finca para plantar más viñas, en un principio compró vino para vender a mayoristas como los de la Alhóndiga bilbaina y, posteriormente, para embotellarlo él mismo.

La cosecha de 1964 fue excepcional en La Rioja y, con el vino comprado al herrero del pueblo, empezó a vender embotellado. Alkartu fue la primera sociedad gastronómica que compró su vino en Gasteiz, y en Bilbo, el restaurante Guría de Genaro Pildain, que gracias a su prestigio le sirvió de punto de apoyo para crecer allí. Conquistó la capital vizcaina con tesón: «Yo vendía lo que quería en Bilbao. Tenía alguna calle toda ‘cogida’: empezabas por uno y todos querían tener el mismo vino».

Fue un pionero en el embotellado, lo que le permitió dar a conocer su vino de maceración carbónica, uno de los mejores de La Rioja, mediante su nombre propio y su marca.

Juan Luis, su hijo, comenta que Luis Cañas ha sido sobre todo un gran bodeguero, mejor aún que viticultor o vendedor. Y consiguió transmitirle a su hijo su pasión por el vino. Juan Luis Cañas se incorporó en enero de 1989 a la bodega, se marcó como objetivo elaborar vinos blancos y rosados e introdujo las barricas, de donde surgieron los excepcionales crianzas o reservas que tiene ahora la bodega y de donde surgió también la bodega Amaren, homenaje a su madre Ángeles, compañera inseparable de Luis y arquitecta del éxito de su bodega.

En la presentación del libro “Luis Cañas: Labrador de un sueño”, Juan Luis escribió: «¿Se puede medir la pasión que siente una persona por aquello a lo que ha dedicado su vida? Sinceramente, no lo sé. Pero, si hubiera una forma de hacerlo, estoy seguro de que mi padre alcanzaría un puesto privilegiado en ese hipotético ranking».

Nos ha dejado un león de la vitivinicultura vasca. Afortunadamente, nos queda su legado.