Bandas sonoras
Todo el que haya vivido la aventura de hacer cine sabrá que uno de los mayores escollos para toda producción independiente es el de las bandas sonoras, me refiero a las que utilizan músicas preexistentes, con el consiguiente costosísimo pago de los derechos de autor. Selecciones musicales como las que utiliza Quentin Tarantino solo están al alcance de los presupuestos millonarios de los grandes estudios de Hollywood, y no caben muchas alternativas baratas, porque el copyright de las versiones también es mirado con lupa.
El panorama ha dado un vuelco en la era de internet, gracias a lo que llaman “democratización tecnológica”. El futuro está en las plataformas de tarifa plana, y que al día de hoy suponen el 6%. Todavía hay un 4% que paga los derechos tema por tema, un abrumante 75% que acude a la música gratuita libre de pagos y un bochornoso 15% que se dedica al pirateo.
La revolución ha llegado con Artlist.io y Sound Stripe, que son de suscripción anual y son las más utilizadas por usuarias y usuarios que hacen videos caseros o Youtubes. Por una módica cantidad al año disponen de un amplío catálogo que te cede las músicas con su correspondiente licencia legal. La gente profesional prefiere recurrir a los servicios de Epidemic Sound, compañía sueca de suscripción mensual, que llega directamente a acuerdos con artistas y compositores.

El Patronato del Guggenheim abandona el proyecto de Urdaibai

El PP amenaza con el exterminio político a EH Bildu y sin tener turno de palabra

El exalcalde de Hondarribia fichó por una empresa ligada a Zaldunborda

«Tienen más poder algunos mandos de la Ertzaintza que el propio Departamento»
