EDITORIALA
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Ellos son un vodevil retrógrado, ¿qué queremos ser nosotras?

España está hecha unos zorros, tal y como se pudo comprobar ayer en el Congreso de los Diputados en Madrid. Curiosamente, se cumplían ayer cien años de la muerte de un intelectual preocupado por la salud sociocultural de la nación española, Benito Pérez Galdós. Las referencias desde la tribuna –algunas obscenas–, no hicieron más que evocar cuáles serían los pensamientos del gran escritor español en el caso de ser testigo del espectáculo que dio la clase política en sede parlamentaria.

Entre otras cosas, sería interesante saber lo que pensaría el novelista al ver que los representantes políticos hacen discursos repletos de mentiras evidentes, belicosos hasta la parodia y que resultaban retrógrados hace más de un siglo. Para completar el cuadro, la cúpula episcopal pedía ayer «rezar por España» frente al Gobierno de PSOE y Unidas Podemos. Incluso a Galdós, que fue diputado y sufrió en sus propias carnes el sectarismo de la derecha –llegaron a boicotear su candidatura al Nobel–, seguramente le sorprendería ver qué gente tan maleducada son hoy en día los políticos españoles.

Gentuza peligrosa y grado de amenaza

Que la clase dirigente española sea tan mala gente y tan limitada, que no sean humanamente de fiar, no es lo más importante, sin duda, pero resulta chocante visto desde la distancia. Una lejanía cultural y política que sin embargo no es excusa para minusvalorar las consecuencias que tienen sobre la vida y la política del resto de naciones del Estado lo que en Madrid se debate y decide. Aunque las sociedades vasca y española sean cada vez más divergentes, independizarse no es un estado mental particular, es un proyecto político democrático y complicado. Desconectar un país de otro, incluso si es de uno tan patético como el que ayer se mostró en el debate de investidura, no es tan sencillo como quitar la voz a la televisión para no escuchar el ridículo español.

La vergüenza ajena que provoca por ejemplo Pablo Casado, un pijo pandillero escudado por los cadetes más lunáticos de la derecha española, no impide ver el peligro que tiene la concertación actual entre el franquismo de toda la vida, el neofalangismo y el fascismo de nuevo cuño. Son gente maleducada, pero sobre todo peligrosa.

Es difícil saber si Pedro Sánchez y el PSOE son ya conscientes de a qué se enfrentan, de la clase de amenaza que suponen esas fuerzas reaccionarias para las personas y para los pueblos. Comparando con la investidura fallida en julio del año pasado, en la que Sánchez menospreciaba a sus aliados y se empeñaba en tender la mano a Ciudadanos y al PP mientras estos le insultaban, parece que en el PSOE han aprendido a sumar. Pero aquí el cálculo es otro, mucho más complejo. La ambición y la perseverancia no bastan en este contexto histórico. Hace falta un proyecto político sólido y a medio plazo. Las maniobras de los poderes del Estado para abortar su gobierno muestran la dimensión de las amenazas.

Las fuerzas vascas fueron a las elecciones estatales con un mandato claro: no permitir un gobierno del trifachito. La fortaleza antifascista y democrática de las naciones vasca, catalana y galega compensa por ahora las debilidades de la izquierda española. Pero la fórmula tiene fecha de caducidad, para unos y para otros.

La ambición de un pueblo que quiere ser libre

España no tiene solución. Quien viese el debate de ayer no puede tener dudas al respecto. En Euskal Herria la alternativa más viable a medio plazo es la independencia. Todo lo demás implicará sumisión, daños a la ciudadanía y empobrecimiento sociocultural. Le acompañará esa autocomplacencia que limita las capacidades de desarrollo del país y las expectativas vitales de las nuevas generaciones de vascos y vascas. Porque los retos y los debates que tiene que afrontar la sociedad vasca en este momento histórico trascienden con mucho los de una legislatura –ni qué decir de una en Madrid–, y tienen carácter generacional y estratégico.

Un gobierno ultraderechista en Madrid obligaría a las fuerzas vascas a invertir sus energías en la resistencia. Conociendo a la sociedad vasca eso generaría una reacción frente al fascismo, pero con problemas para articularse por esa tensión que desenfoca urgencias y prioridades, que altera la agenda y trastorna el marco propio con el que se deben desarrollar las luchas importantes. La debilidad de España y la rabia de los poderes del Estado son síntomas del agotamiento del régimen. La alternativa no vendrá de Madrid, se creará en Euskal Herria.