Amaia U. LASAGABASTER
Derbi en Ipurua

Tres maldiciones por una

La Real acaba con su maleficio en Ipurua y se lleva tres puntos que le colocan en zona de Champions. El Eibar fue el damnificado por la triple maldición de un derbi que no se jugó cuando mejor le venía, acabó disputándose sin público y le negó un alivio clasificatorio.

EIBAR 1

REAL SOCIEDAD 2


El derbi maldito no lo fue para la Real. El equipo donostiarra celebró su primera victoria en Ipurua desde que el derbi guipuzcoano se disputa en Primera, sumando tres puntos que le colocan en la cuarta plaza. El damnificado fue un Eibar al que se le han acumulado los castigos con este encuentro. Tuvo que aplazarse en su momento, que era el que más les convenía a los azulgranas, con un calendario más relajado que su rival. Una vez conocida la nueva fecha, le colocaron la visita al Bernabéu sólo tres días después. Y, de remate, apenas unas horas antes de su inicio, supo que no iba a poder contar con el apoyo de su afición. El resultado no podía ser otro: derrota, segunda consecutiva, que deja al Eibar con sólo dos puntos de colchón sobre el descenso en vísperas de visitar al Real Madrid.  

Obviando todas esas circunstancias, que no son cualquier cosa, pocos peros hay que ponerle al triunfo txuriurdin. Vale que su partido no fuera brillante pero es que la noche exigia otro tipo de virtudes. Más parecida a la Real de Anduva, una posibilidad que ya había apuntado José Luis Mendilibar la víspera, dejó la posesión en manos en manos de un Eibar que no le hace ascos cuando le toca pero no se siente cómodo. Y, una de las claves a las que también se refería el técnico zaldibartarra la víspera, aprovechó sus ocasiones, al contrario de lo que hizo el Eibar, que incluso desperdició un penalti. La falta de acierto no fue la única carencia del equipo azulgrana, que ofreció trabajo, lo único que realmente se le puede exigir y con lo que siempre cumple, y tesón, lo que le permitió acortar distancias cuando todo parecía decidido, pero que necesitará más argumentos si quiere cruzar la meta por delante de otros tres equipos, aunque sea tirando de foto-finish. Ayer le faltó chispa, agilidad, picardía, calidad... capacidad de generar peligro, en definitiva, ante un rival que supo defenderse y no pasó apuros.

No sería por cansancio. Se confirmó lo que se preveía y el Eibar saltó al césped del desangelado Ipurua con media docena de novedades, que incluían la presencia de Correa –fuera de la convocatoria las seis últimas jornadas–, Sergio –cinco partidos sin minutos–, Escalante, Expósito, Inui y, por primera vez en el once desde que se lesionara anteel Granada Kike, que además ejerció de único delantero. Imanol estiró aún más su plantilla y sólo mantuvo a Remiro, Le Normand y Merino de los once que jugaron de inicio en Barcelona, para alinear un equipo mucho más parecido al de Miranda; sólo fueron dos cambios respecto a aquél, con la entrada de Aihen y Sangalli por Monreal y el lesionado Odegaard.

Con el himno armero y los gritos desde los banquillos como único sonido ambiente, el partido empezó con un aviso blanquiazul –un balón demasiado cruzado de Willian José–, la respuesta del Eibar –un mal remate de Escalante– y, recién cumplido el cuarto de hora, un contragolpe visitante que acabó con mano clara de Bigas. Oyarzabal convirtió el penalti en el primer gol txuriurdin.

En apenas diez minutos llegaba otra mano, de esas que cuesta creer que se tengan que pitar, esta vez en el área de la Real. En una demostración perfecta de las dinámicas tan diferentes que atraviesan ambos equipos, Orellana desperdició la oportunidad de empatar el partido, con un mal lanzamiento que detuvo Remiro.

Los minutos posteriores fueron un quiero y no puedo del Eibar, que casi tuvo que esperar al 44 para hilvanar una jugada con cierta velocidad y peligro. Tras el descanso pareció que regresaba un poquito más entonado pero sus apariciones en el área fueron muy esporádicas y ni siquiera acababan con remate a puerta. Menos aún tras la marcha de Sergio.

La entrada de Portu sí se notó. Aunque sólo fuera porque en el 75 asistió el gol de Willian José.

Con el partido finiquitado, otra mano permitió a Charles acortar distancias y a su equipo ilusionarse mínimamente. Pero este derbi era el de las maldiciones y no el de los milagros.