Daniel Galvalizi

MADRID, SALUD MENTAL AL LÍMITE TRAS 25 AÑOS DE GESTIÓN DEL PP

La privatización de la sanidad destapa la peor cara de 25 años de gobiernos de la derecha: déficit de médicos, camas y materiales. La paciencia de trabajadores y enfermos es llevada al límite en una ciudad con decenas de miles de personas en confinamiento desde ayer.

La enorme crisis desatada por la epidemia del coronavirus ha hecho evidentes las carencias en que se encuentra la sanidad pública en Madrid tras un cuarto de siglo de gobiernos del PP, en los que los principios seguidos han sido la privatización, los recortes y el desmantelamiento gradual del sistema.

Pero más allá de los fríos números del sistema hay personas. La menor cantidad de plazas de médicos y enfermeros y de camas para pacientes llevan a una asfixia que impacta de lleno en el estrés de los trabajadores sanitarios y de los pacientes, en quienes se presentan más trastornos de ansiedad y angustia.

«La privatización ha traído precariedad y la diferencia es enorme entre los médicos mayores y los jóvenes, que tienen contratos mucho peores. Además, la precariedad va de la mano con las cargas de trabajo», explica en entrevista con GARA la médica especialista en Medicina Comunitaria y ex diputada Podemos en la Asamblea de Madrid Carmen San José.

En ese sentido, alerta que a sus compañeros médicos estos días «les están mandando doblar turnos y algunos hasta triple. Están desesperados». También reclaman por las condiciones: el Movimiento Asambleario de Trabajadores de Sanidad de Madrid (MATS) viene recibiendo denuncias por la falta de material adecuado, mascarillas y EPIS (equipos de protección individual) y el déficit en respiradores para los pacientes.

El médico especialista en salud pública y excandidato a diputado por Más País Javier Padilla asegura en entrevista con GARA que «de forma habitual ya se trabajaba en Madrid a un nivel muy cercano al límite de las capacidades, con infraestructura limitada y recursos humanos limitado». Pero a este contexto se le está añadiendo ya el problema que muchos trabajadores sanitarios «están o van a estar en cuarentena o enfermos, por lo que el sistema puede dejar de funcionar».

 

Riesgo de ansiedad y angustia

«Hay otro estrés añadido en esta situación para los trabajadores, porque además del estrés común de tener que atender patologías graves, está el que viene por las condiciones laborales malas», enfatiza Carmen San José.

A las situaciones particulares en los hospitales, Madrid ahora suma a toda la ciudad a un semiconfinamiento en el que el Gobierno insta a quedarse en la casa para contener la propagación del coronavirus. Los madrileños acudieron todavía ayer con normalidad a parques y a pueblos de la Sierra de Guadarrama –este último caso se viralizó en Twitter por una foto publicada por la cuenta oficial del 112 en la que se regañaba con un “Así no, Madrid” a los residentes que copaban la zona de La Pedriza–. Tal actitud hizo que el alcalde, José Luis Martínez Almeida, decretara el cierre «de todos los parques y jardines» de la capital del Estado.

La situación es explosiva. San José advierte que en el Estado español en general «no se considera la salud psíquica» y en lo que hace a Madrid, «la salud mental ha sido uno de los sistemas más deteriorados por la gestión del PP. Hubo una reforma muy buena en los años 80 pero se abandonó, y se parte ahora de una base muy débil».

La médica alerta que muchos trabajadores y pacientes obligados al cautiverio «están en riesgo de sufrir trastornos de ansiedad y crisis de angustia» y ha pedido que se pongan en contacto al menos telefónico con los centros de salud. Recuerda que durante la crisis económica «ya hubo un aumento de patologías psicológicas, porque la salud está determinada socialmente en un 80%, y por la cuestión de género también, está probado».

 

Una sanidad desmantelada

Cuando se le pregunta a la doctora San José si la política sanitaria del PP hace más difícil el combate a la epidemia, no sólo no duda sino que enfatiza con un «sí rotundo»: «En Madrid hubo un empeño de convertir la sanidad pública un modelo mixto. No se les ocurrió solo privatizar las ambulancias o limpieza, por ejemplo, sino que tuvieron una agenda de principios neoliberales muy acusados y lo que hicieron no se hace en un día, fue una planificación».

Según San José, desde 2008 se han reducido más de 6.000 personas en plantilla en sanidad. «A día de hoy, con las cifras de 2019, eso no se ha recuperado, porque tenemos 74.000 profesionales cuando teníamos 76.000. Ahora, por la epidemia, partimos de falta de personal y haría falta entre un 10 y 20% más».

Padilla también resalta el problema de los recursos humanos y afirma que el saldo entre 2010 y 2019 de trabajadores sanitarios da negativo, con 1.300 menos en la actualidad, pese a un aumento de la población madrileña de en torno a 500.000 personas. «Tendríamos que intentar volver al número de profesionales por habitante que teníamos antes de la crisis», sugiere.

Además, recuerda que «a nivel general del Estado español hubo un 20% de recortes en gasto sanitario» desde la crisis, y si bien matiza que en Madrid las restricciones fueron menores que en otras comunidades, «lo más relevante está en la pérdida de capacidad de control, porque lo que se acaba privatizando es la capacidad de controlar los servicios».

Esta política expone otra paradoja tragicómica para un partido político que hace gala de defensa del Estado español y abunda en retórica centralista. Como recalca Padilla, «a la hora de privatizar algunos ponen énfasis en los costes y calidad, pero en los hechos es una pérdida de soberanía de lo público a lo privado, una pérdida de capacidad de decisiones, y esto se convierte en un problema. Madrid es la comunidad que más dinero trasladó de lo público a lo privado, con una caída dramática además del gasto de capital en infraestructura y aparatos tecnológicos».

Para el modelo madrileño, Padilla utiliza el concepto de «parasitación público-privada», haciendo un juego de palabras irónico con la frase común «colaboración público-privada»: «Suelen hablar de colaboración y aquí fue parasitación. Lo público, que es el huésped, recibe al parásito, que sería el privado. El parásito obtiene su alimento, que es la financiación, y estabiliza su negocio a largo plazo, porque sabe que lo público siempre va a estar».

En tanto, la exdiputada de Podemos expone más cifras alarmantes: «Los cinco mayores hospitales públicos madrileños (La Paz, el Clínico, Gregorio Marañón, 12 de Octubre y Ramón y Cajal) han perdido 1.172 camas entre 2008 y 2018, mientras pagamos millones a los hospitales de gestión mixta, en los que se pagan sobrecostes de entre seis y ocho veces más. Eso ya está estudiado y comprobado».

Para empeorar las cosas, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha contratado como asesor para la crisis a Antonio Burgueño, considerado el arquitecto de la privatización de la sanidad en tiempos de Aguirre. Padilla recuerda que Burgueño llegó a Madrid tras «diseñar la privatización» en la Comunidad Valenciana y que «siempre ha sido una persona muy cercana a las élites del PP», por lo que cree que su incorporación puede ser un guiño a las concesionarias privadas. «Un lobby desde dentro», describe.

La presidenta madrileña dijo en la campaña autonómica –y aún lo ratifica– que la sanidad local «es una de las mejores del mundo». Tal vez esta crisis sirva a sus votantes como luz roja cuando vuelvan a oír esa frase, muy común entre la élite política de Madrid. San José, conmocionada por lo que está ocurriendo en los hospitales, se lamenta: «Con qué cara decía eso... Con solo ver los datos, es un insulto a la inteligencia».

 

UN CASO: «LA CLÍNICA NO NOS CUIDÓ»

Andrea es médica y lleva una semana confinada en su casa por haber dado positivo en Covid-19. Pide resguardar su identidad para poder hablar con libertad de lo que le ocurrió, en primera persona, al contagiarse atendiendo pacientes en una clínica privada del noroeste madrileño.

«En el despacho de médicos no había mascarillas y ni siquiera jabón. Tuve que llevar jabón de mi casa y reclamar antiséptico. Cuando pedí mascarillas, la jefa de los auxiliares me respondió que estaban bajo llave», relata.

Aquel último viernes de febrero, Andrea –de 34 año– atendió a un paciente de unos 70 años que tenía coronavirus, cuando todavía las clínicas no habían hecho preparativos para enfrentar el cuadro emergente.«“Me siento traumatizada porque no me sentí amparada en absoluto por el sitio donde trabajo. Ellos me tendrían que haber cubierto. Había pocas mascarillas y de las malas. No nos cuidaron».

La joven madrileña cuenta que tiene compañeros de trabajo que están triplicando las guardias «con mucho miedo porque saben que se están contagiando» y que, aún peor, en su lugar de trabajo,les dijeron que no les pagarán las horas extras sino que acumulen los días para luego librar.

«Más allá de todo, me siento orgullosa por cómo están respondiendo los sanitarios. Con la falta de recursos, los que estamos apechugando somos los trabajadores», recalca. Y pide resaltar esto: «Espero que sirva de escarmiento para que los políticos dejen de escatimar recursos y sobre todo personal sanitario».D.G.