Justo antes del encierro había empezado una relación, pero vivimos en pueblos distintos y no sé si vamos a seguir cuando esto acabe. A mí me gusta mucho, y quiero intentarlo. ¿Qué crees que debería hacer? ¿Debería exponerme? Ya me han hecho daño antes. Además, ahora es fácil comunicarse, pero hay malentendidos.

(Jon, Durango).

Hola, Jon. Es cierto que tenemos que ponernos creativos para mantener los vínculos de los que participamos, pero crear unos nuevos es aún más difícil. Sin duda, la manera en la que construimos las relaciones gira entorno a cómo vamos creando una imagen de la otra persona sobre cómo él o ella va a cubrir nuestras necesidades. De cada interacción sacamos conclusiones a ese respecto y por eso todos los mensajes que cruzamos en esa fase están cargados no solo de intención cuando los emitimos, sino también de expectativa por parte de la otra persona. Es decir, la comunicación es intensa porque casi estamos más comprobando nuestras expectativas que conociendo realmente al otro. Cuando hablas de exponerte no sé si te refieres a las sanciones por desplazarte o a abrirte a sentir el inicio del vínculo. En el primer caso, supongo que habría mucha gente que calificaría un encuentro así como de primera necesidad, pero por ahora tenemos que mantener las distancias. En el segundo caso, siempre existe un riesgo cuando empezamos a conocer a alguien y máxime en estas circunstancias: el riesgo de ser rechazados y sentirnos miserables o de sobreadaptarnos para no serlo. Y ambos riesgos tienen que ver con lo que podáis imaginar. Minimizar los malentendidos y mantener ese interés del inicio e ir construyendo una relación real requerirá de creatividad. Hay que usar mucho más “¿qué quieres decir?” ante mensajes ambiguos, o expresar más abiertamente las apetencias “me encantaría verte” o “si te tuviera cerca, yo…”, incluso la preocupación de que esto os distancie –tener conversaciones de verdad, vamos–. Fotografías, videollamadas y crear espacios o planes imaginarios juntos es una buena manera.