EDITORIALA
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A una comunidad madura le sobra la mano dura

Algo más de medio centenar de personas de diferentes ámbitos de la sociedad civil vasca hicieron público ayer un manifiesto en defensa de la comunidad con el objeto de prevenir que pueda ser maltratada. Una iniciativa que a primera vista puede resultar sorprendente, pues si algo ha demostrado esta comunidad desde el primer momento de la emergencia ha sido la solidaridad y el compromiso hacia sus convecinos. Miles de personas anónimas se organizaron en todas partes para hacer las compras a quien no podía salir, para cuidar menores o repartir medicinas, para dar apoyo escolar o simplemente para hablar en euskara… En estos tiempos inciertos muchas han sido las iniciativas que han dado forma a extensas redes de solidaridad que han servido para fortalecer el tejido comunitario de los pueblos y barrios de Euskal Herria.

Sin embargo, también es verdad que en paralelo hemos sido testigos de algunas actuaciones de abuso y maltrato que socavan libertades personales y que agreden a la comunidad. Intervenciones que, aunque no hayan sido generalizadas, sí generan alarma, sobre todo cuando se concentran en determinados barrios en los que viven personas con bajos ingresos, y cuando además esos abusos se silencian e incluso se persigue a las personas que los denuncian. En esas actuaciones autoritarias vuelve a aparecer esa disposición de muchos policias hacia la coerción. No se trata de una habilidad congénita, sino de un modelo policial que no atiende al contexto, y cuya guía de actuación fundamental sigue siendo la represión de cualquier contestación, sea esta del signo que sea.

Una comunidad activa, comprometida y solidaria como la vasca necesita con urgencia de otro modelo policial que centre su actividad principal en el apoyo a la colectividad a la que sirve. La sociedad civil, la comunidad vasca, ha dado sobradas muestras de civismo y compromiso. Toca a otras instituciones comenzar a cambiar.