Amaia EREÑAGA
BILBO
Elkarrizketa
CLEMENTE BERNAD
FOTÓGRAFO Y DOCUMENTALISTA

«La memoria histórica va a ser otra de las víctimas del estado de alarma»

Clemente Bernad (Iruñea, 1963) expone online en el Museo Reina Sofía de Madrid, bajo el título de “Ante el umbral”. Un trabajo de urgencia que capta y plantea interrogantes sobre esta pandemia, con el objetivo puesto en la virtual zona cero de la península.

Desde que el Covid-19 llegó a nuestras vidas y la pandemia hizo pedazos nuestra normalidad, Clemente Bernad ha cruzado a diario el umbral de su casa, esa frontera sicológica, para recorrer las calles de una «no ciudad». Porque Madrid, atacada duramente por el coronavirus, con el estado de alarma se ha convertido en un lugar siniestro y bajo estrecho control policial. Que vaya cambiando en las distintas fases en las que estamos inmersos, ya se irá viendo. Pero de la extrañeza, la oscuridad y el miedo vividos en aquellos primeros 20-25 días de estado de alerta dan fe –para que no se nos olvide– la treintena de fotografías que componen “Ante el umbral”, la exposición online que el Museo Reina Sofía de Madrid dedica al trabajo del navarro Clemente Bernad. Una iniciativa, por cierto, realizada a propuesta del propio museo y una muestra de la agilidad que tendrán que sacar a la luz ante la nueva disyuntiva las instituciones culturales.

“Ante el umbral” (www.museoreinasofia.es) ha sido comisariada por el antropólogo Jorge Moreno Andrés, especializado, al igual que Bernad, en la memoria histórica. Fotógrafo reconocido, Clemente Bernad se ha interesado por las temáticas sociales y políticas en series fotográficas como “Basque chronicles”, en torno al conflicto político vasco, o su gran proyecto “Donde habita el recuerdo”, sobre las exhumaciones de fosas de la Guerra del 36. Por grabar imágenes en una de las últimas criptas franquistas, Bernad y su compañera Carolina Martínez fueron llevados a juicio y condenado él, en abril de 2019, a cárcel y pago de multa. La libertad de expresión, de vacaciones.

Instalado en Madrid desde hace tres años, ultimaba el final de este proyecto cuando llegó la pandemia. Y empezó a caminar por las calles con su cámara.

El título, «Ante el umbral», concuerda con la sensación de opresión que se siente estos días al salir por la puerta de casa.

A mí me gusta mucho porque el umbral es algo ambiguo, como fronterizo. Pensaba trabajar en ese sentido, porque desde el principio yo salía con mucha inseguridad personal: no sabía bien qué hacer. Enseguida vi que el espacio urbano, ese espacio en el que nos relacionamos, se destruyó totalmente. Ese centro de Madrid tan arquitectónicamente perfecto permanecía, pero el espacio urbano no. Madrid se había convertido en una no ciudad, en un espacio sin identidad y sin relaciones, muy opaco, casi como siniestro. Y eso se siente si caminas por una ciudad que no tiene alma, que está como desaparecida, muy triste, hostil... Se nota cuando estás por la calle, con la gente muy recelosa: unas miradas terribles de desconfianza, no te puedes acercar a nadie. Aparte de que hay poquísima gente; la que hay, te huye. Tú también les huyes. Es una sensación muy mala. Todo eso reforzado por el rollo militar, porque la ciudad está tomada por la Policía, que es quien la controla. La Policía te somete a un control brutal. Cuando vas a comprar lo ves, pero cuando vas caminando con más radio de acción, ahí es donde compruebas que la Policía campa por sus respetos.

Ha pasado del chaleco antibalas, con el que le conocí hace años, a la mascarilla.

Es verdad. Ahora me estoy poniendo más la mascarilla, porque veo más gente, y está el tema de los niños. Pero al principio no había nada más que Policía, algunos supermercados abiertos y la gente que se desplazaba como sombras. No es la ciudad que nos han vendido del ‘todo saldrá bien’ y de los aplausos. Yo eso no lo he visto. Sí lo he visto al volver a casa, pero cuando caminas por ahí no hay nada de ese optimismo. Tampoco he querido reflejarlo, porque no lo siento.

No se ven balcones, ni hospitales, ni primeros planos…

Yo soy un fotógrafo callejero, en el fondo, y vi que esto encajaba con mi forma de trabajar. Me he fijado más en el espacio en el que, a pesar de todo, me puedo sentir más libre. Porque lo otro ha cambiado. Al principio, al menos en Madrid, había un control terrible por parte de las instituciones. Dejaban entrar a los periodistas y fotógrafos que ellos querían. La calle, a pesar de que hay también un control brutal, es el único resquicio para hacer algo con un mínimo de libertad. También me ha interesado por el tipo de imagen, porque creo que es muy difícil huir de esos espacios vacíos que ya son como un estereotipo. Yo no hago fotos de las calles totalmente vacías, porque no lo están. Por eso también, entre otras cosas, lo he hecho en blanco y negro, porque es una ciudad que está en los huesos. Y me siento bien trabajando en blanco y negro, porque es el esqueleto del lenguaje visual.

Es terrible ver a la gente que vive en la calle.

Fue lo primero en lo que me fijé, junto en esos guantes que, al final, se han convertido en el hilo narrativo. Yo los veía como medusas muertas que ves en la playa y te dan miedo, que las ves muy viscosas y las evitas… Está la ciudad llena de esos guantes. Es un elemento que te lleva a la forma humana y es muy metafórico, como pequeños cadáveres retorcidos sobre sí mismos, contaminados, que los has usado para protegerte pero que, al final, los tiras. En cuanto a los sin techo, es terrible: todo el mundo en casa, en su espacio de protección para que no se contagie, y los sin techo están tirados sin que nadie pueda hacer nada con ellos, ni contra ellos, ni siquiera la Policía… Se han convertido en una especie de casta de intocables. Están ahí, poblando la ciudad y son muy visibles, mucho más que antes. Como dice Jorge Moreno, son como náufragos abandonados en una isla desierta, completamente vulnerables. Creo que esta historia del confinamiento está llena de paradojas, y esta es una de ellas.

A partir del sábado habrá empezado a cambiar, pero la imagen que da su trabajo es la de una ciudad en guerra, aunque no guste lo del símil bélico.

Es una ciudad a la que solo le faltaba que alguien quisiera hacerte daño de verdad. Pero sí estaba todo los demás: las carencias, el huir de todo… Es un toque de queda total. Lo único, que no te van a tirotear, pero es que es muy parecido. Tanto es así, que la última parte del trabajo hablo de eso; porque, al final, lo único que veía en muchos momentos, andando por ahí, era mi propio reflejo en los escaparates. Veía a lo lejos un control de la Policía, mi sombra o mi reflejo aquí o allá, y eso forma parte también del trabajo.

Justo ahora se cumple un año de la sentencia que le condenó a dos años de cárcel por grabar imágenes en la cripta del Monumento a los Caídos. Un año en el que habrá tenido tiempo de ver las cosas en perspectiva. Y un año en el que los herederos de la Hermandad de los Caballeros Voluntarios de la Cruz han ganado más fuerza.

No sé si más fuerza o la misma, que ya es suficiente. Desde luego, en Iruñea con lo del Monumento no ha pasado absolutamente nada. Siguen las misas, sigue la Hermandad, sigue todo en su sitio. Yo estoy triste porque aquella historia la leo como una anomalía en la cual un grupo de gente [movimiento memorialista Zer] nos sentimos muy solos. Es la sensación que tengo: que estuvimos muy solos, con un juicio que no se tenía que haber celebrado y con gente que sigue campando a sus anchas. Ha quedado en hibernación. La nueva Corporación no ha hecho nada, ni creo que vaya a hacerlo. La anterior hizo aquel concurso de ideas, pero todo está metido en una especie de nevera y ahí se va a quedar.

Aquella grabación formaba parte de su proyecto sobre las fosas del 36. ¿Lo ha cerrado?

Ahora estoy en la última fase, que la planteo como una mirada diferente sobre las exhumaciones de fosas en todo el Estado. Tomo una distancia diferente, política y también fotográfica. Empecé el año pasado y a ver si este puedo hacer algo… Creo que por las pintas que tiene, el tema de la memoria histórica es uno de los perdedores y de los olvidados nuevamente. Va a dejar de ser una prioridad, dejarán de dedicarse fondos a las exhumaciones y va a ser otra de las víctimas de este tema. Espero que la gente se ponga las pilas pero, respecto a las instituciones, creo que esta no va a ser una de sus prioridades. Va a haber muchas cosas que van a pasar a mejor vida.