Iñaki ZARATIEGI

«LET IT BE», LA DESPEDIDA DE LOS BEATLES HACE MEDIO SIGLO

La tranquilizadora frase «Déjalo que pase» daba título al último disco de los Beatles, publicado en un día como hoy de 1970. Desaparecía un grupo que en apenas una década prodigiosa había revolucionado la música popular de medio mundo y cuyas canciones son hoy patrimonio universal.

La casualidad ha querido que las bodas de oro del disco “Let It Be”, que despidió la existencia de los británicos The Beatles, haya coincidido con la reclusión mundial por el coronavirus. Puestas a buscar himnos de balcón con los que afrontar el encierro y quizás hartas del sobado “Resistiré”, algunas gentes han echado mano del popular “Deja que pase” que daba título global al LP.

Paul McCartney compuso la canción y contó que la había concebido en plena descomposición del cuarteto, tras soñar con su madre Mary, fallecida cuando él tenía 14 años. El bajista tenía un recuerdo difuso de su progenitora, quien le habría animado en el sueño con esa frase con la que solía encarar los problemas.

La composición decía: «Cuando me encuentro en tiempos de problemas Madre Mary viene a mi diciendo sabias palabras: déjalo que pase». Paul entendió el sueño como premonitorio porque se reencontró con quien iba a ser su mujer: la fotógrafa norteamericana Linda Eastman, a quien había conocido en Estados Unidos. Su madre le había enviado a la chica para sacarlo del bache.

El sueño funcionó en lo afectivo, pero no en lo profesional: los Fab Four, el cuarteto fabuloso, saltaba por los aires. No era su primera canción “resiliente”. En 1966 salió la embriagadora “We Can Work It Out”, algo así como “Lo conseguiremos”. También “With a Little Help from My Friends” que popularizó un joven Joe Cocker en el macro del festival americano Woodstock de 1969.

Desde la azotea

El proceso de la hoy universal composición no fue tan feliz como la intención del mensaje. En 1969 la aventura grupal se había desgastado tras una década prodigiosa. Los cuatro chavales que dejaron el antro The Cavern de su Liverpool natal para embarcarse en una aventura musical en Hamburgo y conquistar luego medio mundo habían madurado y cada uno diseñaba su particular camino artístico y sobre todo vital.

Llevaban años sin actuar en público y querían llamar al nuevo álbum “Get Back” (“Volver”) rememorando los tiempos frescos y directos. Pero la filosofía final del trabajo en el estudio fue lo contrario, porque contrataron al productor yanqui Phil Spector, que representaba el lado más artificial del pop.

Las canciones se grabaron en 1969 y aguantaron un año sin publicar. El plan era anunciarlas con un último concierto en algún lugar especial: un barco con gente, un hospital de niños enfermos, frente a las pirámides de Egipto con beduinos como público…

Pero acabaron subiendo con su equipo a la terraza del edificio del estudio londinense Apple Records, con algunos técnicos, colaboradores e invitados. Fue el 30 de enero de 1970, su primera actuación fuera de estudio desde la gira americana de 1966 y la última como grupo. Del sorpresivo recital surgieron las imágenes principales del documental “Let It Be”, que el realizador Michael Lindsay-Hogg venía filmando durante la grabación.

Largo y tortuoso camino

La entrada en acción de Spector, propuesta por Lennon contra el criterio de McCartney, cambió muchos planes. Trabajaba con su famoso “muro de sonido”, apabullantes arreglos que habían hecho triunfar a canciones de Tina Turner o Beach Boys. Un método wagneriano con orquesta para un sonido majestuoso. El encontronazo John-Paul se reflejó en el largo y problemático proceso del que iba a ser el último LP, pero con mucho de su material grabado antes que “Abbey Road”, álbum precedente y penúltimo.

El cambio de título fue acertado: era imposible “Volver atrás” y “Deja que pase” definía mejor el momento. Salió un día como hoy: el 8 de mayo de 1970 y fue su disco grande número trece. En su caso no se cumplió el oteizarra “ez dok amairu”. Arrancaba con la preciosa balada “Two of Us”, compuesta por Paul para Linda y que imploraba “regresar a casa”. El humor de Lennon dominaba “Dig a Pony”, parece que dedicada a Yoko. “Across the Universe” era otra perfecta balada; aérea, sicodélica, con citas místicas.

El explosivo vals “I Me Mine”, compuesto y cantado por George Harrison, era una reflexión introspectiva con la que titularía en 1980 su autobiografía. La breve broma “Dig It”, con John jugando con siglas, fue una de las pocas composiciones acreditadas oficialmente por los cuatro. Después venía la emblemática “Let It Be” y cerraba la cara A la también corta gamberrada liverpooliana “Maggie Mae”.

La cara B la abría “I've Got a Feeling”, con Paul desgarrado en lo vocal y originales escalas descendentes de guitarra. “One After 909” era un rock & roll primerizo, de 1957. El tristísimo “The Long and Winding Road” (“largo y tortuoso camino”) debería haber clausurado el disco y la discografía del cuarteto. Paul trasladaba un paisaje escocés al que parecía el epitafio beatle. Pero aún quedaban la joya romántica de Harrison “For You Blue” para su mujer Pattie Boyd y la seductora fuerza guitarrera y rítmica de “Get Back”. Fue un hermoso disco, pero no tenía ya la atrevida originalidad de “Sg. Pepper” o la compacta calidad global del “White Album”.

¿Quién tuvo la culpa?

Yoko Ono (mujer y oriental) fue convertida en la bruja mala del final beatle. Def Con Dos lo ironizarían con su «la culpa de todo la tiene Yoko Ono». Aunque es cierto que fue influencia principal en los cambios personales e ideológicos de John y que éste impuso la incómoda presencia de su nueva pareja en el grupo, las causas de la ruptura fueron musicales, económicas o de choque de egos.

El egocentrismo y la alargada sombra del mito Lennon han hecho que McCartney exagere innecesariamente su valía creativa. Dijo siempre que el detonante final de la ruptura fue cuando recibió la producción de Spector de su amada “The Long and Winding Road” convertida en un Frankenstein con hasta 38 intervinientes: 8 violines, 4 violas, 4 cellos, 3 trompetas, 3 trombones, 2 guitarras y un coro de 14 mujeres.

Pero fue el más calculador en la ruptura. Grabó su debut “McCartney” en secreto, bajo el seudónimo de Billy Martin, y lo publicó el 17 de abril de 1970, anticipándolo a “Let It Be”. El 10 había enviado un comunicado en forma de autoentrevista, que se incluyó en el interior de su disco, anunciando unilateralmente la separación.

Malditos negocios

Años después Paul confesaría que aquel comunicado fue «una especie de movimiento tonto y cuando lo recuerdo parece muy duro y frío, pero no creo que, tras cuatro meses de ruptura, fue tan malo anunciar que nos separábamos. Tal vez lamento la manera de hacerlo. Ojalá hubiera sido un poco más amable o contado con la aprobación de los demás. John pensó que usé el comunicado de prensa como publicidad para mi disco y supongo que, en cierto modo, fue así».

Se le escapó también que el nombramiento de Allen Klein como manager del grupo fue la primera «diferencia irreconciliable». Tras la muerte de Brian Epstein en 1967, Lennon lo había propuesto y fue aceptado por George y Ringo contra Paul, que quería contratar a su suegro y socio Lee Eastman.

La evidencia de los motivos lucrativos, que Paul llevó a los tribunales, la razonó el propio bajista cuando explicó la relación última con su colega: «Al final nos dimos cuenta de que lo que teníamos que hacer era no mencionar los negocios de Apple si nos telefoneábamos. Podríamos hablar de los niños, de sus gatos, de escribir canciones: lo más importante era no mencionar a Apple».

Con John asesinado en 1980 y George fallecido de cáncer en 2001, Paul se sacó la espina editando en abril de 2003 la revisión “Let It Be... Naked”, disco doble con las canciones limpiadas de los arreglos de Spector. Medio siglo después, aquellas músicas de The Beatles son un inteligente y divertido patrimonio de la humanidad.