Kaixo Igor, soy Maite. Llevo varios días sintiéndome rara con lo de tener que salir a pasear. Por ejemplo, ayer no salí. Necesitaba estar tranquila, descansar y no cruzarme con nadie. Y aunque parezca raro, tengo sensación de culpa. ¿Es normal sentir esa presión? ¿Debo hacer algo con ello?

Kaixo, Maite. Usas una expresión curiosa al empezar: «Tener que salir». Las personas nos adaptamos a todo, eso lo hemos demostrado sobreviviendo durante milenios, y nosotros somos el último eslabón de esa larguísima cadena de supervivientes. Quiero decir con esto que estamos preparados, preparadas, para encontrar las maneras de vivir en las condiciones más extremas y cambiantes. Simplemente nuestra mente y nuestro cuerpo nos ponen en «modo adaptación», y vamos cambiando hábitos y maneras sin siquiera darnos cuenta.

Durante estas semanas nos hemos «adaptado», por lo menos parcialmente, a una situación en la que no teníamos que movernos –y eso sí ha sido «tener que», nos hemos visto obligados–, y para sobrellevarla, algunas personas han hecho de su casa su refugio, un lugar de seguridad, al fin y al cabo, ante este virus.

Salir de ese refugio alegremente de un día para otro, sin que haya acabado la amenaza, a nuestra mente de superviviente no le resulta particularmente sensato. Otras personas lo viven diferente porque no han tomado la amenaza tan en serio a lo largo de este tiempo, han vivido en pueblos o zonas en las que tampoco les ha cambiado demasiado la vida, han tenido más contacto social o se han convencido de que lo peor ya ha pasado, así que este cambio no les resulta tan brusco. Necesitarás, supongo, encontrar tu propio ritmo. Haz simplemente lo que te venga bien hacer porque ninguna institución ni normativa es dueña de tus sensaciones, tus necesidades o ritmos, aunque hayamos tenido que adaptarnos conscientemente. Simplemente sal cuando te apetezca, con quien te apetezca. Las voces que dicen que no pasa nada, que todo ha pasado, aunque sean amigos o familiares, deben respetar esto. Piensa que mucha gente que presiona a otros para que hagan lo que ellos, lo hacen para no sentir sus propias dudas o su propio miedo. Si logro que todos a mi alrededor hagan lo que yo digo, tendré razón. Hay mucha gente que siente lo mismo que tú, tranquila.