Beñat ZALDUA
IRUÑEA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

Nafarroa y la CAV necesitan 164 y 552 rastreadores para seguir la vía alemana

Todavía hay muy poca información sobre los recursos que Iruñea y Gasteiz dedican al rastreo de contactos, pero por lo poco que se sabe, de momento apenas son 100 personas las destinadas a una labor crucial en esta etapa de la pandemia, muy lejos de las cifras de referencia.

Los resultados preliminares del estudio de seroprevalencia supusieron el miércoles un baño de realidad, ya que la primera ola de la pandemia apenas habría afectado al 4,44% de la población en Hego Euskal Herria –la cifra es probablemente menor al norte del Bidasoa, según los escasos indicadores de los que disponemos–. Puede que la cifra total de infectados crezca algo en las siguientes rondas del estudio, pero hay una conclusión que difícilmente cambiará: más de nueve de cada diez personas no han tenido contacto con el coronavirus.

A esta realidad se suma la ausencia de una vacuna que todavía tardará. ¿Qué significa todo esto? Que toca acostumbrarse a convivir con el virus y con el riesgo real de un rebrote que podría ser igual de violento que el vivido durante estos dos meses.

La comunidad científica no tiene muchas dudas de cuál es la manera de hacerlo: test, aislamiento y rastreo de los contactos. La triada de la desescalada. Hay que hacer muchos test para detectar cuántos más positivos posibles; hay que aislar inmediatamente a los casos confirmados, ya sea en casa o en instalaciones dedicadas a ello; y hay que hacer un seguimiento exhaustivo de sus contactos estrechos para hacerles la prueba y un seguimiento.

¿Estamos preparados?

La receta es clara y compartida, pero no todas las cocinas son iguales. Tanto Nafarroa como la CAV han acreditado ya una importante capacidad para hacer PCR –se podría multiplicar si se incorporase a los laboratorios de la UPV-EHU y de los parques tecnológicos a labores de diagnósticos–, y disponen de instalaciones en las que hacer cumplir la cuarentena de forma aislada para aquellas personas que no lo puedan hacer en casa. La pata que cojea es la del rastreo. Gasteiz e Iruñea asumen ya la importancia de este método, pero no se sabe muy bien qué recursos humanos destinan.

Más allá de las aplicaciones móviles que podrían facilitar el rastreo a cambio de sacrificar parcelas de privacidad –el debate sigue pendiente, pero las aplicaciones existentes no han logrado demasiado éxito–, el grueso del rastreo es a día de hoy manual: se le hace una exhaustiva encuesta a cada positivo, se identifican las personas con las que ha tenido contacto estrecho –menos de dos metros durante más de 15 minutos– y se contacta con ellos. Para eso, básicamente, hace falta gente, algo que podría cuadrar con futuros planes de empleo, ante la crisis que se avecina.

Ayer el Gobierno de Nafarroa publicó una nota de prensa informando de que el grueso del rastreo queda en manos de «las enfermeras de consejo sanitario, un servicio dependiente de Atención Primaria». Según informa el propio Gobierno foral en su portal de datos abiertos, dicho Consejo Sanitario ha pasado en esta crisis de 8 profesionales a 34, a las que cabe sumar, según la nota de prensa, «la organización de un call center de nueve profesionales contratados para esta labor». La cifra sería de 43 profesionales dedicados al rastreo y al seguimiento de contactos.

En la CAV no se ha hecho público cuanta gente se dedica a ello, a la espera de que la titular de Salud, Nekane Murga, dé hoy información al respecto. De momento, sabemos que en el informe presentado a Madrid para pasar a la fase 1 se señalaba de forma genérica que «actualmente se intenta contactar con todos los casos confirmados por laboratorio para realizar la encuesta epidemiológica y hacer el estudio de contactos». En el mismo informe se detalla que el «número de profesionales de vigilancia epidemiológica dedicados a covid-19 son 60».

Por otra parte, en el nuevo protocolo de vigilancia epidemiológica de Osakidetza –que actualiza y amplia los criterios para realizar PCR a todos los sintomáticos y a todos los contactos–, se establece que «la realización del censo, contacto y consejo de otros contactos estrechos fuera del hogar», es decir, el grueso del rastreo, correrá a cuenta de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica. Si hacemos caso a las cifras del informe entregado por Lakua al Ministerio de Sanidad, son 60 las personas trabajando en dicha vigilancia epidemiológica.

No es descartable que estas cifras aumenten en los próximos días, dado que tanto Osakidetza como Osasunbidea están adecuando ahora sus estructuras a la desescalada, pero con los datos disponibles a día de hoy, no parece que sean más de 100 las personas dedicadas al rastreo de contactos en Hego Euskal Herria.

¿Cuánta gente es necesaria?

Por cercanía y por gestión eficaz de la crisis, cabe mirar a Alemania, donde 11 de los 16 land han alcanzado ya el objetivo fijado por Berlín: un equipo de cinco rastreadores por cada 20.000 habitantes. Esta ratio exigiría 552 rastreadores en la CAV y 164 en Nafarroa.

Otros ejemplos. La universidad Johns Hopkins, una de las referencias globales en esta pandemia, calcula que en EEUU deberían contratarse al menos 100.000 personas en labores de rastreo para llegar a una ratio de 30 rastreadores por cada 100.000 habitantes, cifra que considera como mínimo recomendable. Para alcanzar esa ratio, en la CAV harían falta un total 662 rastreadores, y en Nafarroa 196.

El mismo informe señala que en Islandia se ha empleado a siete rastreadores por cada 100.000 habitantes, aunque recuerda que, al menos en el caso de EEUU, no es un buen referente, dado que el impacto de la epidemia ha sido mucho menor allí y el control precoz, mucho mayor. Tampoco parece que sea el referente aplicable a Hego Euskal Herria, pero es que incluso si aplicásemos una ratio tan baja, esta reclamaría 154 rastreadores en la CAV y 45 en Nafarroa. Este último herrialde sí cumpliría, pero cabe insistir en la diferencia del impacto que ha tenido la pandemia en ambos lugares: en Islandia han fallecido 10 personas; en Nafarroa, como mínimo, 498.