Raimundo Fitero
DE REOJO

Los sapos

En la charca de Esperanza Aguirre crecieron sapos y culebras alrededor de la caja de insistencia en la corrupción y el bien robar con dispensa fiscal. De los muchos sapos que crió unos cuantos están detenidos, otros encarcelados, algunos esperando juicio, otros eludiendo a la justicia con artimañas y los más, en fila india o en tropel, están muy contentos chapoteando en los asientos de muchos parlamentos y gobiernos locales o autonómicos. Los sapos, un gran tema para hablar. Las ranas tienen mejor literatura y leyendas mucho más asimilables que crean estados de inocencia subrogada. Los sapos, no, los sapos, oigan ustedes, los sapos, como te miren, como los pises, como te escupan, te desgracian.

Pues entre los sapos que no tienen cancionero, existe uno que su veneno debe utilizarse en el chamanismo de orden sexual y reparador de almas, de tal manera que ha aparecido el siempre admirado por sus capacidades físicas e intelectuales Nacho Vidal, como acusado por un posible homicidio imprudente por la muerte en su propia casa de un fotógrafo. Turbio asunto. Drogas extremas. El fallecido según se apunta, era reincidente en la experiencia. El actor de cine para adultos (menuda manera de no querer decir porno) se manifiesta muy enfadado porque han salido noticias al respecto. Pero convendremos que, si alguien tiene una biografía auténticamente aventurera, excitante y con episodios contradictorios que rozan siempre el código penal es el señor Vidal.

En el oasis hay charcas con sapos, ranas y hasta culebras, pero se utilizan en su versión de hierro para jugar en compañía de cuñados, amigos y saludados. El lanzamiento de piezas de hierro, el choque con la madera, la introducción en la boca del batracio crea un sonido rítmico que configura una manera de ver las urnas y el voto. ¿Hay sapos en Zaldibar?