Los líderes de los dos partidos que llevan décadas alternándose en el poder en Irlanda, Fine Gael y Fianna Fáil, anunciaron un principio de acuerdo con Los Verdes para formar un nuevo Ejecutivo. Han acordado la rotación en el cargo de taoiseach de los líderes de ambas formaciones y un programa de Gobierno titulado “Nuestro futuro común”, que contiene un conjunto de promesas que van desde la reducción de emisiones de carbono, pasando por la medición del progreso en términos de salud, vivienda o educación, así como otras relativas a la creación de empleo o la promoción de viviendas sociales. A falta de que las bases de los tres partidos ratifiquen el acuerdo, este dejaría fuera del Ejecutivo irlandés al Sinn Féin, el partido que ganó las elecciones al capitalizar el hartazgo social por décadas de políticas neoliberales.

Al menos en el documento programático se han esforzado en dar un cariz progresista a una coalición de partidos que son precisamente los que han sostenido y se han beneficiado del modelo liberal que sirvió para que bautizarán a Irlanda como el «tigre celta». En la práctica, ese modelo únicamente ha beneficiado a los especuladores y a las grandes multinacionales y no ha hecho sino empobrecer a la mayoría de la población. Tiempo habrá para valorar si alguno de los compromisos recogidos en ese programa de gobierno se convierte en realidad. Lo cierto es que, de momento, la única promesa que ha cumplido el líder de Fine Gael, Leo Varadkar, es la que hizo tras perder las elecciones: apoyar a cualquier candidato que impidiera que Mary Lou McDonald fuera taoiseach.

El establishment irlandés se ha conjurado para impedir la entrada en el Ejecutivo al Sinn Féin. Un gobierno republicano impulsaría no solo un cambio de modelos socioeconómico, sino también una alternativa política para toda Irlanda, que modificaría definitivamente la relación de fuerzas en toda la Isla. Es un acuerdo para defender privilegios que no podrá detener el cambio que se adivina.