Itziar Ziga
Escritora y feminista
JOPUNTUA

Daniela Ortiz contra el Imperio

Cuando Barcelona me recibió con las piernas abiertas a principio del 2000, había un solo ser que me sobraba en la ciudad-orgía: el mismísimo Colón, ahí, en lo alto. También estaban los machos callejeros y caseros, ya los daba por hechos: crecí contra ellos. Tecleando colonialismo comprendí hace años que viene literalmente del presunto descubridor de ese continente donde ya vivían millones de gentes, ¡manda cojones blancos! Como para no querer derribar su estatua: por el pasado de conquista, por el presente de racismo, para un futuro hermoso y libre. No hace falta que explique en este diario por qué renegamos de Colón y su legado, aunque ser independentistas vascos no nos redime de gozar de los mayores privilegios a nivel planetario: ser blancos y de la Europa Occidental. Ni la opresión ni la lucha funcionan como un carné por puntos.

Contra todo esto, batalla artísticamente la peruana Daniela Ortiz. Vivía en Barcelona desde hace trece años, con su nene de tres. Ha tenido que marcharse ante la peligrosa escalada de amenazas supremacistas por repetir que Colón debe ser derribado, al calor del Black Lives Matter. Mientras, muere explotado y desamparado un nicaragüense llamado Eleazar Blandón en el campo de Murcia: once horas recogiendo sandías, sin descanso, sin agua, bajo el sol y a 44 grados Veo a Daniela el 12 de octubre de 2014, postrándose ante los fanáticos de la rojigualda, como el indio arrodillado ante el misionero bajo la estatua de Colón. Y tiemblo de miedo, y de orgullo.

Vuelvo a mi amada Billie Holiday y a la canción que la llevó a prisión.«De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. Sangre en las hojas y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur. Los ojos saltones y la boca torcida. Aroma de las magnolias, dulce y fresco, y el repentino olor a carne quemada. Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos, para que el sol la pudra, para que los árboles la suelten. Esta es una cosecha extraña y amarga».

Y, una vez más: pero qué putas ganas de irnos de España y de Francia.