Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Olifante

Desde aquel agosto del 778, en el que el ejército franco del todopoderoso Carlomagno cayó vergonzosamente goleado en cuartos ante los vascones, esto es un no parar, que no puede uno conquistar y colonizar un territorio a sangre y fuego sin que luego le salga un sedicioso vasco de esos a montarla. Como el dueño del Au Piment Rouge, el bar de Papeete donde el pasado 3 de agosto se celebraron las fiestas de Baiona, liquidadas en la capital labortana por el interés general pero resucitadas en Tahití por un general interés como despedida de los más de 70 gendarmes móviles, o sea antidisturbios, del cuartel de Tarbes que habían sido destinados poco antes en la Polinesia francesa. Total, que el dueño del bar coadyuvó al covid a infestar al personal, con resultado de 50 agentes damnificados, el honor del cuerpo afectado y el presidente polinesio contrariado. «Habíamos registrado 62 casos en cinco meses y hoy 71 casos en cuatro días. Es la decadencia». Y lo es. Porque esos a los que les pagan por hacer respetar la ley haciendo que otros cobren a golpe de porra y gas lacrimógeno, han demostrado ser los irresponsables, los impresentables y los perdonavidas que conocemos bien desde Carlomagno. Aunque, dirán ahora, no fue su culpa, porque fue una sucia emboscada. Y solo la retaguardia fue alcanzada. Honor a los caídos. Que el Roldán de turno haga sonar el olifante.