La fortuna
Hubo un tiempo cercano que al pasar por los aeropuertos se convivía con enormes estanterías repletas de libros que aseguraban ayudar a ser rico. Cuando ya había muchos ricos en el mundo, fueron sustituyéndose los montones por libros de autoayuda que hacían millonarios a quienes los escribían. Es una vía lenta para ser admitido en el club de la fortuna que desborda cualquier mesura, que se registran en unas listas que podríamos considerar que son indicios obvios para aplicar una justicia social inmediata.
Un hombre encabeza ahora mismo todas las listas. Alguien que desde la más absoluta ortodoxia capitalista debería ser considerado un ángel y desde la más respetuosa mirada a la realidad equilibrada un diablo. No es un ángel caído, es el destructor de todos los tejidos que todavía unían las ciudades, es Jeff Bezos que entre otras muchas gracias y propiedades es el dueño de Amazon, un tipo de origen castellano, que ha conseguido amasar una fortuna personal de doscientos mil millones de dólares.
Podríamos emprender ahora mismo un debate teórico entre el capitalismo financiero frente al productivo, pero se trata de alguien que encabeza una generación de emprendedores en el sentido más noble del término, que empezó vendiendo libros por Internet y que ha logrado hacer que cada vez más vecinos, amigos y familiares recurran a su marca para comprar las frutas y verduras, los libros, los zapatos de moda, el electrodoméstico más de vanguardia, cualquier novedad informática o el capricho más insospechado. Ha suplantado al mundo en movimiento existente con una ilusión estática. Hablamos de la gentrificación, pero la desaparición de muchas tiendas es fruto de las ganancias de este señor que se compró en un arrebato el Washington Post. La fortuna de hacer fortuna.

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