Diego Calvo Sanz
Padre y activista social
KOLABORAZIOA

¡Dejad a los niños y a las niñas en paz!

Primero se cerraron sus escuelas y a los tres días, no pudieron salir de casa durante seis semanas (salvo en ciertas circunstancias o colectivos que se fueron definiendo sobre la marcha). Luego tuvieron unos horarios para salir, en un principio iba a ser sólo a hacer compras con los padres y madres, pero el Gobierno rectificó este absurdo en unas horas, y se les establecieron unos horarios, unos límites y unas compañías. Sus parques y zonas de juego fueron las últimas en habilitarse, y el curso presencial, en la mayoría de las edades, se dio por finiquitado. Se suspendieron muchas de las actividades de verano, algunas piscinas no abrieron, y, las que lo hicieron, con restricciones. A mediados de julio, progresivamente en todas las CCAA, se les obligó, a partir de los seis años, a llevar una mascarilla en cualquier espacio, independientemente de que se pueda mantener la distancia de seguridad. Ninguna de las decisiones políticas que se tomaron desde el 14 de marzo les tuvo en cuenta y lo que es peor, se llegaron a difundir noticias tendenciosas que los describía como muy contagiosos o portadores del virus.

Ahora comienza un nuevo curso y todos los gobiernos autonómicos han apostado por la presencialidad. Para ello, han elaborado una normativa teóricamente para preservar la salud y prevenir los contagios, aunque no han explicado claramente en qué informes médicos, científicos y/o epidemiológicos se han basado. Unos protocolos que cualquier persona que haya pisado al menos una vez en su vida un centro escolar, sabe que no se van a poder cumplir. Unas medidas absurdas, principalmente porque fuera de los muros de las escuelas e institutos, no se van a respetar (de hecho no se están respetando). Medidas que van a influir en la educación, sobre todo de los más pequeños, principalmente en el aspecto psicoemocional, como ya están alertando numerosos profesionales desde la psicología, la pedagogía y la educación. Por citar sólo una de ellas, el uso obligatorio de mascarillas en las aulas a partir de los seis años, que no tiene ningún fundamento científico; no hay ningún sólo estudio que avale que esta medida sea efectiva para evitar contagios fuera de ciertos espacios de riesgo. Tener a la infancia enmascarada durante seis o más horas al día, no es sino una de las múltiples medidas que nuestros gobiernos están adoptando más que por nuestra salud, por tranquilizar a una población asustada ante el inicio del curso escolar. La verdad es que no sé si están logrando tranquilizar a alguien, porque entre quienes piensan no es seguro llevar a los niños al colegio, y quienes nos oponemos a que nuestros menores estén en algo más parecido a un cuartel que a una escuela, dudo que estos protocolos contenten a alguien.

Yo lo que veo es, una vez más, a unos gobiernos haciendo política de cara a la galería, o «haciendo que hacen» cuando no saben que hacer, como llevan meses haciendo. Y veo una ciudadanía, al menos una parte de ella, cansada de tanto teatro y preocupada por otras cuestiones que la gestión de esta crisis ha contribuido a agravar. Una política diseñada por y para adultos, que en ocasiones nos trata como a menores de edad, sin tener en cuenta realmente a estos últimos. Se podrían tomar como ejemplo las medidas que están adoptando la mayoría de los países de nuestro entorno, aunque eso tal vez sea mucho pedir a nuestros gobernantes (y actualmente, por desgracia, también a la oposición)... pero me conformo con que terminan ya con esta farsa: que se tomen medidas para proteger a la población de más riesgo, que sean los adultos que tengan miedo a contagiarse quienes se protejan y que dejen a los niños y las niñas en paz de una vez.