Àlex ROMAGUERA
barcelonA
DIADA DE CATALUNYA

El independentismo se emplaza a sumar esfuerzos para batir al Estado

La Diada más extraña de las últimas décadas mostró la enorme capilaridad del movimiento soberanista y la defensa sin fisuras de la amnistía para los líderes y exiliados del procés. Al mismo tiempo, dejó en evidencia la falta de una estrategia unitaria entre las fuerzas políticas, que ya auguran un adelanto electoral.

Reflexionar, persistir en el embate y andar unidos hasta lograr la independencia. Estos fueron los tres mensajes que más se escucharon ayer durante la Diada. Una jornada que pasará a la historia por celebrarse en medio de una pandemia, una circunstancia que obligó a instituciones y organizaciones políticas a medir el formato de sus convocatorias con el fin de evitar posibles contagios.

Ni una concentración sin hidrogel ni una persona sin mascarilla. Y todos los actos perimetrados con cintas y controlados por voluntarios que garantizaron la seguridad de los participantes en todo momento. Eso convirtió la Diada en un mosaico de vistosas performances, diseminadas en centenares de pueblos y ciudades, pero con la misma intención de activar la ciudadanía.

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) ya había advertido que «no aceptaremos que el derecho a expresarse sea el único al cual hagamos de renunciar».

Para la ANC, la Diada de ayer no suponía un mero trámite dentro del calendario político, sino la oportunidad para reclamar nuevamente a los partidos políticos una estrategia conjunta con vistas a culminar el proceso de autodeterminación. Según proclamó Elisenda Paluzie, presidenta de la entidad catalana, no haber aplicado el mandato del 1 de octubre ha llevado a la represión y a la división dentro del independentismo, por lo cual es necesario celebrar unas elecciones tras las que, si el soberanismo supera el 50+1 en porcentaje de votos, el nuevo Gobierno deberá materializar la secesión.

Este fue el mensaje que se repitió en las 131 concentraciones que se desarrollaron ante las sedes de las instituciones del Estado que hay repartidas en 86 localidades de Catalunya, que congregaron a 59.500 personas, todas ellas previamente inscritas para llenar los aforos previstos.

Punto de inflexión

La jornada comenzó en Barcelona con las habituales ofrendas florales ante el monumento a Rafael Casanova e, inmediatamente después, el acto organizado por Òmnium Cultural en el paseo Lluís Companys.

A lo largo de este simbólico espacio, la entidad catalana colocó 2.850 sillas con los nombres de cada una de las personas represaliadas desde el referéndum del 1 de octubre de 2017. Ante esta potente imagen, el vicepresidente de la entidad, Marcel Maurí, exigió la «amnistía» para los líderes del procés «como primera piedra para encauzar el conflicto político», rechazando así el indulto sugerido por algunas voces del catalanismo, a la vez que se sumó a Elisenda Paluzie en reclamar la unidad de las formaciones políticas para lograr la República catalana.

A propósito de la unidad estratégica, tanto Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) como Junts per Catalunya (JxCat) se reafirmaron en sus conocidas posturas. Así, mientras la secretaria general de los republicanos, Marta Vilalta, reivindicó la mesa de diálogo con el Estado para «evitar atajos mágicos que nos impidan ganar», desde Waterloo, el expresidente Carles Puigdemont recordó que «no se puede transaccionar con un Estado represor, se le tiene que derrotar».

Pese a estas divergencias, unos y otros coincidieron en que la Diada tendrá que ser un punto de inflexión que ayude a repensar el presente.

Así se expresó el presidente del Parlament, Roger Torrent, para quien «tiene que ser la última Diada con presos y exiliados», al tiempo que Elsa Artadi, diputada de JxCat, habló de «dejar atrás reproches y desavenencias» y «encontrar la unidad a base a propuestas concretas».

En esa misma línea, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, escribió desde prisión sobre el reto de «construir una República catalana que no deje a nadie en el camino», mientras que Marta Rovira, la líder de ERC exiliada en Ginebra (Suiza), llamó por videoconferencia a «ser muchos más y más fuertes para ser imbatibles».

También la izquierda independentista, representada por la diputada de la CUP, Natàlia Sànchez, hizo hincapié en cerrar la etapa autonómica para entrar en un ciclo en el que «la movilización permanente y la desobediencia civil tienen que ser las principales palancas transformadoras» de un proyecto de ruptura que, según insistió, «solo tendrá el apoyo popular si va dirigido y atiende a las necesidades de la mayoría».

Con estas apelaciones a alcanzar el consenso y a dibujar un horizonte de esperanza compartido se cerró una Diada tan atípica como necesaria para devolver la autoestima a las bases independentistas.