Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «La divina misericordia»

Genealogía de una pintura sagrada

Lleva camino de convertirse en el máximo exponente del cine ultracatólico polaco con su absoluta dedicación a las vidas de santos patrios. Michal Kondrat consagró su ópera prima “Dos coronas” (2017) a la figura de Maximilian Kolbe, mártir del campo de concentración de Auschwitz. La santa a la que dedica su siguiente “La divina misericordia” (2019) es un poco anterior, aunque la técnica mixta que utiliza para biografiar a Faustyna Kowalska es la misma, y consiste de nuevo en un combinado de dramatizaciones o recreaciones de época y testimonios documentales de los expertos en la materia. Al igual que en su anterior realización, no consigue equilibrar el montaje, dentro de un conjunto siempre irregular y de apariencia fría, aunque se supone que todo debe ser muy científico y fiel a la verdad histórica.

Tal como el título ya anuncia, esta docuficción se centra en la trascendencia religiosa de la festividad de la Divina Misericordia, que se celebra el domingo siguiente al día de Pascua. Un culto instaurado por la monja Faustyna Kowalska, y que partió de una misión que le fue encomendada por el Altísimo. Jesucristo se le apareció en su celda de un convento de Plock el 22 de febrero de 1931, encargándole inmortalizar el momento con una pintura sagrada que debía llevar la inscripción “Jezu, ufam tobie” (Jesús, confío en vos). Gracias a la mediación de su confesor y consejero espiritual el padre Sopocko, en Vilna (Lituania) el pintor Eugeniusz Kazimitrowski materializó la obra, antes del fallecimiento de la joven santa en Varsovia, en 1938.

Se intenta demostrar en el posterior estudio pictórico que el cuadro guarda unas proporciones idénticas con la imagen de la sábana santa de Turín y que esta mujer había anunciado una guerra mundial, tal como después ocurrió. Sin embargo, el Vaticano no iba a reconocer tales fenómenos de la fe hasta su polonización con Karol Wojtyla, a la sazón el papa Juan Pablo II.