Daniel GALVALIZI
DEBATE DE MOCIÓN DE CENSURA EN EL CONGRESO ESPAÑOL

VOX BRINDA UN SHOW DE AGRAVIOS Y SÁNCHEZ ENTRA AL CUERPO A CUERPO

LA PRIMERA JORNADA DE DEBATE DE LA MOCIÓN DE CENSURA MUESTRA A UNA ULTRADERECHA DISPUESTA A CRISPAR CON TODO EL ARGOT TRUMPISTA POSIBLE Y A UN PRESIDENTE DEL GOBIERNO QUE FUE POR EL CHOQUE FRONTAL. EH BILDU Y PNV DESAIRAN CON UNA RESPUESTA BREVE Y CONTUNDENTE A VOX, QUE PERDERÁ ESTE JUEVES SIN APOYO ALGUNO.

«Anticipo que puede ser que perdamos», dijo durante su exposición el diputado Ignacio Garriga, portavoz de la moción de censura propuesta por Vox. Despertó las risas de buena parte de sus compañeros en el hemiciclo. La frase exhibió la candidez de un legislador poco experimentado, leyendo una concatenación de ideas rancias y mal articuladas, quizás utilizado por su partido por su condición de ciudadano catalán, mulato e hijo de inmigrante guineana, pero con discurso incendiario. La mañana ya prometía circo.

Vox suele ufanarse de su capacidad de movilización pero a las 8.30 solamente había entre 40 y 50 manifestantes con banderas españolas frente a las Cortes. La sesión comenzaba muy temprano, a las 9, y se prolongó más de 12 horas. Continuará unas cuantas más este jueves, hasta que el resultado inevitable se haga explícito: ni un apoyo y un bloque de las derechas en batalla campal por el liderazgo.

Porque es que el líder del PP, Pablo Casado, envió a su número dos, Teodoro García-Egea, a realizar una rueda de prensa exprés en la que descalificó a Vox por hacer una moción «inútil» y que solo sirve para dar oxígeno a Pedro Sánchez. Pero ante la pregunta de si votará no o se abstendrá, el diputado se negó a responder. Ese es el grado de desconcierto que impera estos días en la cúpula del PP.

Las encuestas dirán si el show de Vox le ha resituado. Sin dudas, no habrá defraudado a sus militantes: todo el argot estuvo puesto al servicio de la crispación. Islamofobia, eurofobia, petición de ilegalización de los partidos soberanistas y nacionalistas, una quincena de menciones a ETA y otras varias a Venezuela, y una nueva obsesión: colar que «el virus chino» es parte de una conspiración de la República Popular contra Occidente, con la complicidad del magnate George Soros.

Insultos en el lodazal

Esa ensalada conceptual cayó en el lodazal varias veces cuando iban intercalando agravios sobre la vida privada, que tuvieron como foco al vicepresidente Iglesias –con alusiones a su vivienda y hasta a su forma de vestir– y hasta con la bajeza de mencionar que la exministra Cristina Delgado confabula con Baltasar Garzón por estar en pareja con él.

Quien se mostró a gusto con la confrontación fue el presidente del Gobierno, que aprovechó las réplicas para una disputa cuerpo a cuerpo poco frecuente en el líder del PSOE. Acusó a Abascal de ser «un depredador sin ningún tipo de escrúpulos» y de montar un show «de odio y cólera», además de «utilizar el terrorismo como una indigna arma política».

EH Bildu y PNV fueron los únicos grupos que dedicaron menos de dos minutos cada uno para dirigirse a Abascal, quien los volvió a elegir como contrincantes predilectos. A los primeros los nombraba como «partido de ETA» y a los jeltzales los calificó de «cobardones» y «extorsionadores». Tantos adjetivos despertaban risas entre los diputados y el líder de la ultraderecha se quejó de ese tono de comedia que a veces tenía la sesión. Todos, especialmente en los escaños del PP, pero incluso los ministros, ignoraban a Abascal mirando sus móviles y tablets o cotilleaban entre sí.

Hasta se oyeron un par de aplausos perdidos cuando el líder de Vox dijo «voy terminando». El día que en el Estado español se superó el millón de contagios de coronavirus en la pandemia, mantener este nivel de debate que acabará inexorablemente en la nada al ciudadano común le causará todo menos gracia.