Anjel Ordoñez
Periodista
JOPUNTUA

Santa Clara

Entiendo que «meteorólogo» no es una palabra sencilla de pronunciar. Quizá por eso nos referimos a la persona que nos ofrece la predicción meteorológica con un prosaico «hombre del tiempo». Pues bien, una de estas mañanas, con el primer café, la mujer del tiempo anunciaba por la televisión: «Mucho cuidado hoy con las lluvias, porque prometen ser generosas». Aunque presumo que involuntario, le quedó bordado el oxímoron. Les confieso que soy muy fan de esta figura retórica, porque, de una manera poética, condensa el sentido de los tiempos que corren.

Hablemos de otro oxímoron: «privilegium paupertatis» (privilegio de la pobreza). Se lo concedió el Papa Inocencio a Santa Clara, abnegada seguidora de San Francisco de Asís, en el año 1216, y consistía en que absolutamente nadie podía forzar a las hermanas clarisas a recibir bienes, algo así como la quintaesencia de la bendita miseria. El Sumo Pontífice firmó el edicto con un intrigante «cum hilarite magna» (riéndose de buena gana).

Sigo tirando del hilo. Santa Clara es un pequeño condado de California, muy cercano a San Francisco (bien traído), en el que se ubica la ciudad de Mountain View. Les sonará, porque en ella tiene su sede Google, hoy por hoy el principal exponente de la vorágine tecnológica que dirige con mano de hierro el mundo en el que sobrevivimos. Entre otros logros, la compañía de Serguéi Brin y Larry Page fue la primera en conseguir la Supremacía Cuántica, es decir, ha fabricado una computadora que resuelve en segundos problemas de tal magnitud que a los ordenadores clásicos, aún los más avanzados, les llevaría miles de años.

En Santa Clara ha ganado Joe Biden. No lo supimos hasta el jueves por la mañana, aunque las elecciones fueron el martes. Ven por donde voy, ¿verdad? Preocupa que una de las principales potencias del mundo sea incapaz de garantizar, con rapidez, eficacia y sin resquicio para la duda, un proceso de relevancia global. Y asusta que, no horas, sino días después de la votación, el clima de tensión se adueñara de un país que tiene a gala defender la democracia y el Estado de derecho. Otro día hablaremos de las encuestas de opinión. Tendrían que hacerlas los meteorólogos.