Daniel GALVALIZI
MADRID
Elkarrizketa
MAX LEMCKE
DIRECTOR DE ‘BILLY’

«En la modélica Transición hubo violencia desmesurada del Estado»

Lemcke presenta “Billy”, su documental sobre el expolicía y torturador Antonio González Pacheco. Con entrevistas a víctimas, escenifica el lado más oscuro de la «mal llamada Transición, en realidad transacción, cambio de chaquetas, gatopardismo».

Productor, guionista y director. Las tres cosas es Max Lemcke. Pero en este documental, habría que agregarle a las leyendas finales el título de ciudadano. Porque fue ese deseo cívico de memoria histórica y de hurgar en las zonas más dolorosas del pasado reciente del Estado español lo que llevó al realizador madrileño a filmar “Billy”, estrenada en el reciente Festival de Sevilla y que en 70 minutos entra sin titubeos al prontuario nefasto del expolicía secreto del franquismo y la Transición Antonio González Pacheco.

El apodo Billy el Niño no hace justicia a lo macabro del personaje. Torturador, represor y partícipe de infinidad de crímenes de lesa humanidad, el agente que falleció por coronavirus este año sin haberle retirado sus condecoraciones ni privilegios es retratado en su máxima crudeza y como ejemplo claro y concreto de un período oscuro del final de la dictadura y de los primeros años de la democracia formal.

Para relatar la historia, Lemcke entrevista a numerosas víctimas que lo recuerdan vívidamente y exhiben con valentía sus heridas abiertas. El acercamiento y la investigación de aquel período histórico lo llevan al director a considerar que ya es hora «de estudiar una Transición que no fue tan maravillosa como se vendió», además de analizar el papel del rey emérito Juan Carlos de Borbón en aquellos primeros años.

Además, Lemcke señala los vínculos de Billy el Niño con el mundo de la guerra sucia: «A Pacheco se lo relaciona con uno de los mercenarios de los GAL y era contacto en la Brigada con ellos, además de que luego montó una empresa de seguridad que vendía servicios a empresarios contra ETA».

¿Por qué se involucró en este tema, cómo nació el proyecto?

Me interesé mucho cuando se conocieron las imágenes de Pacheco corriendo maratones, es una persona que siempre intentó que se evitara fotografiarlo. Me empecé a interesar cuando descubrí que “Interviú” y otras publicaciones mostraban que este hombre tenía una vida impune y que vivía en una de las mejores zonas de Madrid disfrutando de privilegios, que era invitado a las fiestas de la Policía incluso, y que vivía una vida totalmente ajena del dolor que había causado. Empezamos a hacer una novela gráfica, un dossier sobre esa figura, y con un compañero dramaturgo empezamos a escribir un guión de ficción. Pero no conseguimos financiación y en ese momento de frustración creí que valía la pena seguir buscándole el formato adecuado. Y se lo comenté a (la revista) ‘CTXT’ y me dijeron que les interesaba mucho y montamos el crowdfunding. Ha acabado en este formato.

¿Por qué documental?

A lo mejor era la manera más coherente de contar esta historia. Nos basábamos en hechos reales pero cambiábamos muchas cosas en favor de la narrativa. El documental es a pecho descubierto, pero como cineasta he intentado dotarle de elementos cinematográficos, como las partes de la película Billy the Kid o los dibujos animados. En los dibujos animados es el único momento en que se juzga a Billy el Niño, por ejemplo…

Los testimonios son muy intensos y crudos. ¿Cómo los recibía o percibía?

En algunos momentos era muy emocionante, cuando se quiebra por ejemplo Josefa Rodríguez, una militante del FRAP, y en cámara dice que lo único que le duele no son las enormes secuelas de la tortura sino haber tenido que delatar a un compañero porque no podía aguantar más. Me parece de una fuerza de la hostia, como persona y como militante. No somos conscientes del daño físico que podían producir. Una paliza de esas características te hacía mear sangre.

Josefa Rodríguez señala en su relato que ya estaba como jefe de Estado el rey emérito cuando la torturaban….

Eso nos pone sobre el tapete que durante esta modélica Transición que nos han vendido hubo una violencia desmesurada del Estado, grandes torturas, asesinatos de la extrema derecha en convivencia con miembros de la policía que se conocían perfectamente. Todo eso se fraguó ya no durante la dictadura sino en los primeros años de la Transición. Algo que intenta el documental poner sobre la mesa es que tal vez estamos ya en un punto en el que podemos hacer un estudio minucioso de esa Transición y descubrir que no fue tan maravillosa ni modélica como la hemos vendido al resto del mundo, y que se la hemos vendido a países con dictaduras que han acabado dándonos mil vueltas en memoria histórica. Seguimos manteniendo una ley de punto final que es la Ley de Amnistía de 1977 y que la ONU y otros piden derogar por tratarse de una ley que no tiene sentido en el marco jurídico ahora ni moral. La mal llamada Transición en realidad es una transacción, un cambio de unas chaquetas, unos cambios de nombres por otros, gatopardismo. La Judicatura fueron los mismos con otro nombre; la Policía, con cambio estético pero siguieron siendo los mismos. Esto es algo que llega hasta la actualidad. No hemos resuelto estos problemas, nunca se ha hablado de esto, hay un acuerdo para que las fuerzas que soportaban al régimen continúen con sus privilegios.

Se invitó a expolicías y gente del entorno de Pacheco a hablar en el film y declinaron. ¿Qué respondieron?

En realidad ellos siguen pensando que Pacheco era un buen funcionario de policía que fue un héroe y las cosas que hizo estaban dentro de la normalidad policial. No quisieron admitirlo a cámara porque la mayoría de ellos tenían juicios pendientes por otras cosas, muchos de ellos formaban parte de las cloacas del Estado. Estaban implicados algunos con Villarejo y no querían ser muy visibles. También estuvimos esperando a Pacheco en los sitios donde lo encontrábamos, sabíamos que tomaba aperitivo en uno de los bares cercanos a la dirección de la Policía. Tampoco fue posible.

¿El exministro Martín Villa también lo rechazó?

Le invitamos a través de la revista ‘CTXT’, que tenía más contactos a ese nivel, y simplemente se negó, dijo que no tenía nada que decir. Utilizamos por eso un corte suyo de archivo que nos parecía interesante para saber en qué posición se movía.

En el documental se recuerda que en la Real Casa de Correos funcionaba la Dirección Nacional de Seguridad y había calabozos y torturas, y es donde hoy funciona el Gobierno autonómico. ¿Esto puede pasar solo porque haya un déficit de memoria histórica?

Hay un gran déficit, claro. No somos un país capaz de honrar a las víctimas, hay miles de familias reclamando sus restos. No forma parte de los currículum de la educación secundaria… Tiene que haber una recompensa a todo ese daño sufrido. Esas víctimas siguen sin ser recompensadas moralmente. No eran más que unos jóvenes que luchaban por salir de un período gris y durísimo.

Uno de los testimonios en “Billy” dice de hecho que nunca se recuperan de lo sufrido...

Sí, se sienten profundamente abandonados y decepcionados. No en vano uno de ellos dice que la muerte de Pacheco parecía un alivio en principio, pero es que se ha ido sin que lo juzguen, con los reconocimientos de ser un héroe. Y nosotros aquí con las victimas que patalean, mientras unos se van de rositas y han vivido impunemente el resto de su vida.

Pacheco se infiltró en la juventud universitaria, que en esos tiempos tenía más voluntad rebelde que ahora aparentemente. ¿Influye en esto el déficit en memoria histórica?

Creo que la juventud de ahora tiene el handicap de esa desmemoria que ha calado profundamente. Salvo personas implicadas porque les interesa, en general lo que me encuentro cuando doy clases y pongo documentales como “El silencio de los otros” (2018), se quedan asombrados, no son conscientes que eso ha pasado en su país hace relativamente poco. Estos jóvenes anestesiados viven entre la sociedad de consumo y los avances tecnológicos. Han sido forzados a esa desmemoria, ese memoricidio en el que parece que todo lo que ha pasado antes del 78 son batallitas del abuelo y que a partir de la Constitución este país fue moderno y europeo y eso no fue así. Durante muchos años todo este tema de la memoria se ha vivido en secreto, salvo con las primeras leyes que permitieron cambiar algunas cosas con Zapatero.

En su informe oficial el Gobierno Vasco cifró más de 4.000 casos de tortura desde 1960 hasta aquí, la inmensa mayoría después de Billy el Niño. ¿Ve viable un trabajo que aborde también la tortura tras la transición?

Sí, creo que cualquier trabajo que investigue cuál fue el papel del Estado como elemento torturador, no solo en este periodo sino también en los años posteriores, debería abordar el gran componente de torturas que siguen sucediendo en la lucha antiterrorista. Evidentemente es algo que se ha seguido utilizando de forma sistemática. Hemos estado en contacto con la gente que ha estudiado este periodo concreto de la Transición. Hay más asesinatos de los que se pueden imaginar. Evidentemente la impunidad de ayer acaba justificando la de hoy. Billy el Niño mamó esos métodos, luego se vanagloriaba de lo hecho. Es algo que se instala en el cuerpo, esa impunidad, especialmente en personas sádicas como era él.

Por lo que han detectado en su investigación, ¿el independentismo vasco era el enemigo número uno para torturadores como Billy el Niño? ¿Había un plus de crueldad o/y de impunidad?

El caso de Pacheco está muy centralizado en la actividad de Madrid y en el mundo universitario. Él estaba obsesionado con FRAP y GRAPO. Luego él pasó a la Brigada Antiterrorista y se le conocen amistades directas y personales con miembros de los GAL. Creo que su obsesión siempre fueron los que él consideraba los enemigos del Estado, y ahí lógicamente también los separatistas. Se le relaciona con Jean-Pierre Cherid, mercenario de los GAL y que era un poco su contacto en la Brigada. Él ya estaba en las cloacas del Estado. Poco después salió de la Policía en el año 1986 pero luego montó una empresa de seguridad que en el fondo lo que hacía era vender servicios a empresarios contra ETA.

«Billy el niño», estatu indarkeriaren ikur

Frankismo garaian hasi eta 1975etik aurrera ere iraun zuten Antonio Gonzalez Pachecho torturatzailearen barrabaskeriak aski ezagunak dira Euskal Herrian. Orain pantaila handira eraman ditu Estatu espainolean Max Lencke zuzendariak. Lekukotasun gordinekin batera («jipoi haietako baten ostean txiza egitean odola botatzen zenuen»), «Trantsizio» delakoa Estatuaren bortizkeriak baldintzatuko zuela nabarmendu du elkarrizketa honetan. Botere judizialak zein Poliziak beren horretan segitu zutela eta «inoiz ez dugula honetaz hitz egin» adierazi dio Daniel Galvaliziri, Madrilen eginiko elkarrizketa honetan. GALetik gertu ere egon zen ‘Billy’.