Aritz INTXUSTA
EL GRAN HERMANO DIGITAL

MARTILLAZO DE FACEBOOK PARA ROMPER A SU CERDITO WHATSAPP

Facebook quiere rentabilizar la compra de la «app» que hizo hace seis años. Para ello, ha cambiado las normas del juego bruscamente para extraer los datos de Whatsapp. Este movimiento ha indignado tanto los usuarios que Facebook retrasará su ejecución.

En 2014, Facebook compró la aplicación Whatsapp por 22.000 millones de dólares. La red de mensajería, pese a ser hegemónica en el mundo, venía arrastrando pérdidas millonarias. Y eso que, en el momento de la adquisición, Whatsapp solo contaba con 70 trabajadores. Resulta más que obvio que Facebook no puso el precio a esta aplicación esperando que fuera rentable, sino que el valor real de Whatsapp residía en otra parte. Facebook y Google ganan dinero gracias la publicidad personalizada y Amazon obtiene beneficios a través de sus ventas, pero Whatsapp es gratuita y no tiene anuncios. Con esas cortapisas resulta casi imposible que la aplicación sea rentable por sí misma. De algún modo, Whatsapp recuerda a un cerdito-hucha de barro que solo tiene utilidad el día que lo rompes para sacarle todo lo que hay dentro. Y es ahora cuando Facebook está dando el martillazo.

«En julio, Facebook lanzó un aviso a sus usuarios sugiriendo que se pueden unificar los datos de Whatsapp y Facebook, pero dando la opción de no hacerlo. Desde hace unas semanas, esa opción ya no existe. Si no se aceptan esos permisos antes del 8 de febrero, no se podrá usar Whatsapp», explica Eva Rodríguez de Luis, ingeniera experta en nuevas tecnologías y redactora de Xataka. Sin embargo, debido a las quejas, Facebook anunció el viernes que pospondría la anulación de las cuentas. «Nadie tendrá su cuenta suspendida o eliminada el 8 de febrero. También vamos a hacer mucho más para aclarar la información errónea sobre cómo funciona la privacidad y la seguridad en WhatsApp», señaló en un comunicado.

Para entender mejor qué es lo que está sucediendo, hay que tener en cuenta un precedente significativo. «Facebook adquirió Whatsapp, pero a la hora de conseguir los permisos de la Unión Europea contó que no tenía una forma ni fiable ni automática de relacionar las cuentas de Whatsapp y los perfiles en Facebook. Sin embargo, en 2016, empiezan a combinar datos de ambos usuarios. La UE les acusó de proporcionar información engañosa. Se abrió una investigación y Facebook paralizó esa combinación de datos».

La pretensión de Facebook de abrir su hucha de Whatsapp para fusionar perfiles y extraer los datos de sus usuarios chocó con la legislación de la UE, concretamente con la ley GDPR. Según explica la abogada experta en propiedad intelectual e intangibles Idoia San Matías, la GDPR funciona «como un muro» que impide que las distintas empresas que ha comprado Facebook compartan los datos de sus usuarios entre sí. «Por tanto, los datos recogidos por Whatsapp serán utilizados únicamente para Whatsapp y no para mejorar los servicios o personalizar anuncios de Facebook, Instagram, Messenger...», detalla San Matías.

La abogada precisa que la GDPR no solo protege a los europeos de la ambición desmedida de Facebook. También es la que impidió que Google se hiciera con los datos de FitBit, una empresa de relojes inteligentes que almacenaba datos sobre la salud de sus usuarios.

La GDPR no está consiguiendo frenar la intención de Facebook porque el movimiento es a nivel mundial. Eso sí, gracias a esta directiva europea, en la UE tan solo «estamos viendo las barbas de nuestro vecino cortar», en palabras de Rodríguez de Luis.

La problemática del «Sí a todo»

La abogada San Matías sostiene que la mayoría de las personas no es consciente de qué permisos concede a las aplicaciones que descarga. «No lo revisamos pese a que clicamos confirmando que hemos leído. Esto es tan evidente que se han dado casos donde empresas nos han colado bromas como firmar que nos sometíamos a la normativa de otro país, que nos han apuntado a mil horas de limpieza de retretes o que han conseguido que gente les vendiera el alma». En opinión de la letrada, esta ligereza a la hora de aceptar todo viene de que «tenemos interiorizado que ya conocen toda nuestra vida y, también, de que queremos todo y lo queremos ya. Esto ellos lo saben y cuentan con ello, de ahí que las cláusulas sean largas, con léxico complejo, etcétera».

Además de los problemas de falta de privacidad, existe el riesgo de que los datos de los usuarios los robe un tercero. Y Facebook no ha sido un bastión inexpugnable para los hackers. En 2018, un fallo de seguridad expuso los datos que la red social almacenaba de 50 millones de personas.

El programador Joxean Koret, autor del libro “El manual del hacker de antivirus”, no cree que las empresas que hacen negocio con los datos de sus usuarios puedan, de verdad, protegerlos. «Nuestros datos no están seguros al cien por cien en ninguna plataforma y no me atrevería a decir qué plataforma es la más segura para dejar nuestros datos personales, la verdad».

Los rivales de Whatsapp, al alza

Aunque en Euskal Herria exista la barrera de la GDPR, resulta casi imposible no sentir este cambio tan brusco de las normas de juego como un atropello. Así, son muchas las voces que piden una migración de Whatsapp hacia otras compañías rivales que ofrecen unos servicios muy parecidos, cuando no iguales o incluso mejores.

«Lo ideal sería, y esto es lo que se está viendo en redes sociales, que la gente dijera que se va de Whatsapp y use una alternativa. Signal, desde un punto de vista técnico, sería ideal. Es de código abierto, que siempre es menor turbio, tiene un protocolo de seguridad de extremo a extremo… Y luego está Telegram, que siempre ha sido el gran rival, que es mucho mejor, que está encriptado y está genial. Pero luego llegamos a lo de siempre: ¿por qué me paso yo a Telegram o Signal si las 30 o 40 personas con las que quiero hablar no se pasan? Y si no se pasan, tragaremos».

Koret tampoco pone la mano en el fuego por una rebelión cívica contra este abuso que acabe en una migración hacia otras alternativas a Whatsapp: «Este tipo de movimientos generan una estampida inicial más o menos grande para, a posteriori, volver otra vez la mayoría».

Signal está apostando por una publicidad fuerte, pues la estampida ha hecho que supere en descargas de la App Store al propio Whatsapp. Sin embargo, Koret cree Whatsapp tiene un rival más serio en Telegram. «Telegram tiene ventaja por la gestión de los grupos y chorradillas que ofrece (stickers...). Signal hasta hace poco no era muy fiable en el sentido de que, a veces, se perdían mensajes. Por contra, Signal es E2E siempre, lo que significa que está codificado siempre, mientras que Telegram no lo es por defecto y todo se almacena en servidores de Telegram, según ellos, cifrado».

Metadatos sí, pero no los mensajes

En esta fusión de los datos de las cuentas de Facebook y Whatsapp que se dará en todo el mundo, salvo en la UE, más tarde o más temprano no están incluidos los mensajes que se intercambian los usuarios. «Whatsapp usa cifrados de extremo a extremo y esto impide que nadie más que el emisor y el receptor pueda leer lo que se ha escrito. Esta medida de seguridad imposibilita ahora compartir los mensajes que nos cruzamos, pero no impide que se compartan los contactos, ubicaciones, teléfonos, transacciones...», aclara Rodríguez de Luis.

Una de las preguntas que suscita que Facebook vaya a acumular tanta información sobre nosotros es si esto será, o no, irreversible. A la pregunta sobre si un usuario puede echarse atrás una vez ha aceptado los permisos de este tipo de aplicaciones, San Martín afirma que sí, que la propia GDPR indica que «podemos retirar el consentimiento de una forma tan sencilla como lo dimos, en cualquier momento y con efectos retroactivos, de tal forma que desaparezca toda nuestra información».

No obstante, los tres expertos coinciden en que es muy difícil escapar de prácticas como estas. Rodríguez de Luis cree que, si el resto del mundo acepta y la migración no es masiva, tragaremos. Koret piensa que la mayoría que busca hoy alternativas «volverá al redil». Y San Martín opina que hay que poner en la balanza «privacidad o estar aparte de la sociedad», pero teniendo en cuenta siempre qué estamos haciendo.