Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «23 paseos»

Ejercicio al aire libre en compañía

En el grueso del cine británico la aportación actoral es tan importante que son muchas las películas, hasta se podría hablar de un género local, donde el reparto adquiere mayor relevancia que los aspectos de guion y dirección. Y qué decir ya cuando se trata de actrices y actores veteranos, como es el caso de Alison Steadman y de Dave Johns. No es por restarle méritos a la autoría de Paul Morrison, pero si su cuarto largometraje ha resultado ser el más comentado de su breve filmografía en más de dos décadas, lo es gracias a su pareja estelar. De ambos intérpretes depende el estilo veraz de este romance otoñal, y de que la cinefilia le relacione a ella con el cine de Mike Leigh y a él con el de Ken Loach. Su sola presencia ya hace pensar en una narrativa naturalista, que no sólo no elude los problemas sociales, sino que incluso forman una parte inseparable de las preocupaciones de Fern y Dave, acordes con su condición de personas mayores.

Porque la edad es determinante en “23 paseos” (2020), tanto en cuanto estamos ante una película que marca la diferencia con lo que es un amor de juventud, libre de prejuicios y de temores relacionados con la salud o el bienestar, aspectos éstos que acaban siendo justamente condicionantes para los afectos tardíos. Fern desconfía inicialmente de Dave, aunque ambos comparten la compañía de un perro como antídoto contra la soledad de la vejez. Les cuesta intimar, abrirse el uno al otro, tal vez simplemente debido a que el tiempo apremia en sus existencias y no es fácil empezar ninguna relación que implique tener que bajar la guardia y olvidar todo el sufrimiento del pasado. Si acaban caminando juntos por el parque es gracias a que se mueven por un terreno neutral y fuera de sus conflictos domésticos. Una vivienda que Dave está en peligro de perder, con lo que la amenaza del desahucio tampoco ayuda a jugar a la ruleta del amor.