Queridísima mamá

La elección de Timothy Spall para encarnar al pintor L.S. Lowry ha sido bastante discutida, porque en el tiempo en que transcurre la acción, concretamente en 1934, el artista contaba 47 años de edad, y el actor cumple ya los 64. Por eso se ha dicho que se debe únicamente a la genial caracterización que hizo de otro maestro de la pintura británica, un siglo anterior, en la película de Mike Leigh “Mr. Turner” (2014). Pero se trata de personajes totalmente distintos, retratados en épocas y ambientes opuestos, por lo que se puede hablar de dos trabajos interpretativos que nada tienen que ver el uno con el otro, más allá de que ambos creadores coincidan en su oficio. Por otra parte “Mrs. Lowry & Son” (2019) no pretende ser un biopic al uso, fiel a la figura evocada y su cronología, sino que se trata de la adaptación de una función radiofónica sobre la relación tóxica que mantuvo con su madre, tal como ya avanza el título.
El guion de Martyn Hesford, el primero que lleva a la pantalla el director teatral Adrian Noble sin que proceda de una representación escénica, tiene como auténtica protagonista a Elizabeth Lowry, por lo que, en su rol filial, Timothy Spall no tiene más remedio que supeditarse al lucimiento estelar de la octogenaria actriz Vanessa Redgrave. Ella es la que maneja los hilos mentales de este drama interiorista, donde el paisaje exterior es visto como los cuadros que pinta Lowry hijo a través de la ventana, gracias al acierto con que el director de fotografía catalán Josep Maria Civit capta los colores reprimidos de la paleta del tardíamente descubierto pintor de Salford.
Mamá Lowry es una mujer frustrada, una viuda a la que su marido condenó a las estrecheces de un barrio obrero que no le gustaba, mientras que Laurence Stephen encontraba belleza gracias a la pintura en esa deprimente zona industrial del noroeste de Inglaterra, como un refugio de su monótona y servil existencia doméstica.

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