Xole ARAMENDI ALKORTA
BILBO

Alex Gerediaga lleva a escena «Faces», filme referente de John Cassavetes

Alex Gerediaga lleva a escena «Faces», de John Cassavetes, proyecto en el que ahonda en su búsqueda por relacionar códigos cinematográficos y teatrales. Dos protagonistas sobre la escena, Richard y María, hastiados por la relación de pareja en la que están inmersos. Ambos se lanzan a nuevas relaciones. Cada uno lo vive, lo sufre, a su manera. Y vuelven a encontrarse. Y como el vinilo que se escucha al fondo y da vueltas y vueltas, parece que todo va a seguir igual.

Faces. Rostros. Al hilo del título de la película, Gerediaga recuerda aquella frase de John Ford que decía «el rostro humano es el paisaje más fascinante». «Hace mención a la característica principal de la película. Cassavetes pone la cámara muy cerca de las caras de los actores, que expresan lo que viven y sienten los personajes. Y lo hacen de una manera muy bruta».

«El valor de esta pieza es que lo que hace es capturar un pedazo de vida, metiendo la cámara casi hasta el aliento de los personajes», remarca Gerediaga a NAIZ.

El espectador ve a los personajes como si lo hiciera a través de la mirilla de la puerta. «Es cine duro, cruel, crudo, lo entiendes pero no porque esté escrito para contarse, sino porque se muestra; es lo importante».

Y llevarlo a escena ha sido todo un reto. «Da miedo, pero los miedos bonitos hay que cogerlos», afirma. La obra de teatro es una producción propia del Teatro Arriaga y se puede ver hasta este domingo.

Rodada en 1968, la película supuso la vuelta de Cassavetes al lenguaje indie tras sus dos intentos fallidos de integrarse en la gran factoría hollywoodiense. La película obtuvo tres nominaciones a los Óscar y diversos premios en festivales internacionales. «Es la obra cumbre del cine independiente americano, rompió esquemas», señala Gerediaga.

Cinéfilo empedernido, la trayectoria de Gerediaga al frente de Khea Ziater se caracteriza por relacionar códigos cinematográficos y teatrales. Tanto a nivel estético como narrativo. «En un rodaje las cámaras y los micrófonos capturan la intimidad y me interesa trasladarlo a un teatro. Es muy difícil conseguir comunicarlo en un teatro porque te tiene que escuchar el espectador que está en la fila 15».

Con “Faces” ahonda en las posibilidades que ofrece la amplificación sonora y visual, para integrarlas posteriormente en la propuesta escénica, siempre en favor de las interpretaciones. «Puedes hacerlo integrando micrófonos en elementos de escena, grabaciones de audio que se amplifican intentando naturalizar esas voces, para que lleguen con el sentimiento apropiado, sin llevarlo a ese lenguaje sobreabundante que el teatro exige para que escuche y el nivel de proyección de la voz sea natural». No es la primera vez que lo hace, pero en esta ocasión la investigación ha ido más allá. La primera fase de ensayos la iniciaron en enero y tenían todo preparado para febrero. Buscando el acercamiento de lo que guardan esos rostros, optó por grabar posteriormente las escenas más significativas de la obra, imágenes que se proyectarán durante la representación. «Nunca había acercado de esta manera las caras de los actores y tampoco había pregrabado las escenas exactas para reutilizar el material en las funciones. La proyección de completará la interpretación de los actores», cuenta. Está satisfecho del resultado obtenido. «Es un paso más en nuestra búsqueda y la propuesta funciona», afirma.

La obra de Cassavetes es «bastante teatral, ocurre en dos viviendas» y el máximo reto de Gerediaga ha sido «hacer justicia a lo que propone con la cámara, cómo acercar esas caras. He querido mantener la esencia de su propuesta formal». En cuanto a la adaptación, ha trabajado en una versión del texto reducida pero fiel a los diálogos.

Texturas visuales. El filme fue rodado en 1968 en blanco y negro –«tiene una textura muy concreta»–, y así lo han respetado en las imágenes grabadas. «Es novedoso», dice.

Texturas sonoras. Gerediaga también se ha centrado en conseguir «las texturas sonoras de la película, muy crudas, ya que se rodó con muy poco presupuesto».

Tanto Cassavetes como Gerediaga se basan, inevitablemente, en el trabajo actoral. «Siendo consciente de que son medios diferentes, no es lo mismo lo que lee una cámara o lo que lee el espectador desde su butaca, he buscado conseguir un nivel interpretativo potente», afirma.

Seis actores en escena. Arrate Etxeberria, Miren Gaztañaga, Txubi Fernández de Jauregui, Felipe Loza, Maria Urcelay y Jon Ander Urresti. «Ha sido un gran reto para los actores y para mí entender qué les pasa a los personajes, saber por qué se comportan así cuando están sintiendo algo distinto. Hay muchas risas y momentos delirantes pero están sufriendo, sienten una infelicidad tremenda en sus vidas a pesar del éxito... esa doble capa es preciosa de trabajar, pero muy difícil».

El filme es, por momentos, un golpe en la boca del estómago del espectador. «Lo que se ve en escena es en parte perturbador, un torbellino de emociones y sentimientos, unos personajes muy locos y absolutamente humanos. Habla del desgaste del amor, de fracaso, del éxito, de esa clase media-alta norteamericana que lo tiene todo pero es infeliz, la condena social en la que se envolvían los matrimonios de aquella época, cuando la sociedad era la que era; es un retrato duro, cruel», señala.

Reflexión

En la obra de teatro, Gerediaga ha deslocalizado la sociedad pero refleja la época en la que se rodó, «un tiempo en que las cosas eran así. Aun así, es perfectamente extrapolable en muchos aspectos a la época actual, tiene unos componentes potentes que invitan a la reflexión».

Está feliz por la posibilidad –la segunda, tras su experiencia con “Macbeth” (2019)– de dirigir esta producción propia del Teatro Arriaga. «El Arriaga, de repente, es accesible para los creadores locales. Se nos ha dado confianza, tanto para dirigir, como para formar parte de elencos. Trabajar con los medios de los que dispone el teatro y no tenemos en nuestras compañías te permite ir un poco más allá a la hora de crear. Y encima en tu ciudad, es un verdadero lujo».