Josu MONTERO
Escritor y crítico

Descastada

No sé vivir. Emocionalmente solo me identifico con los tarados, los inadaptados, los enfermos, los rechazados. Soy demasiado frágil para desenvolverme en un mundo de fieras». Cualquiera que haya tenido la fortuna de verla en escena sabe que la fragilidad de Angélica Lidell (Figueras, 1966) se transforma en una fuerza descomunal y terrible. «Nada sustituye al perímetro ritual de un escenario, al trance, la invocación, la transfiguración, a esa iluminación. Para mí trabajar no es producir, es consagrarse, entregarse a algo mayor que tú, es estar al servicio de algo que trasciende a tus propias intenciones y a tus propias fuerzas». Autora, directora e intérprete de sus propios textos, es la creadora teatral española más internacional. Sus textos teatrales, sus poemas, sus libros inclasificables –algunos muy recientes– están en las librerías; el cerrojazo europeo a los teatros ha hecho que solo encuentre alivio en la escritura.

En una reciente entrevista –hace cinco años que no concedía una– habla de la mutua antipatía entre ella y la familia teatral española: «Soy una descastada. Detesto a los actores y su mundo, me da fatiga el artisteo, ese lodazal de egos, ansias de destacar y de ser especiales… todo ese ruido». Tampoco se corta al referirse a nuestro presente: «Supongo que en algún momento estallará esta bulimia de egocentrismo, todo este fango social totalitario de los instagramers en busca de protagonismo y halagos, este ansia de éxito a cualquier precio; una sociedad antagónica a la humildad y al servicio, prepotente, empachada de derechos a toda costa».