Koldo LANDALUZE
EL LEGADO DE CHARLES CHAPLIN

«EL GRAN DICTADOR», 80 AñOS DESPUÉS PERVIVE UN DISCURSO

Ochenta años después de su estreno, «El gran dictador» figura como uno de los mayores logros creativos de Charles Chaplin y del cine en general. A pesar de su éxito, la película marcó para siempre a su autor y determinaría su precipitado exilio en Suiza.

Cuando Charles Chaplin se colocó detrás de la cámara el 9 de setiembre de 1939 para dirigir “El gran dictador” estaba considerado como una de las mayores estrellas del cine, pero con una salvedad: del cine mudo y cómico. En “Tiempos modernos” (1936), Chaplin había comenzado a utilizar los diálogos por la presión del público cuando ya habían pasado nueve años del inicio del cine sonoro con “El cantor de jazz”. Pero el actor y director se resistió aún a abandonar sus personajes sin palabras y no hizo su primera película totalmente sonora hasta que la necesidad de subrayar su discurso en “El gran dictador” requerió del sonido.

Pese a sus temores, la película demostró que su cine funcionaba igual de bien con palabras que sin ellas pero alcanzó uno de sus mayores logros gracias a la palabra y a la secuencia del discurso que cierra la película y que tenía por obligación, por parte de Chaplin, mostrar al mundo el considerable aumento de la represión que los nazis ejercían sobre los judíos. De esta manera, el clown universal se reveló como un visionario tras iniciar el rodaje del filme con los primeros cañonazos de la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera el propio director sospechó de la catastrófica dimensión que adquiriría Hitler, lo que le llevó a afirmar que «si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar “El gran dictador”. No habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis. No obstante, estaba decidido a ridiculizar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura».

Chaplin tardó casi dos años en finalizar el guion y en ese tiempo también aprovechó para estudiar cada movimiento y gesto de Adolf Hitler. Lo hizo viendo todas las películas e imágenes documentales que encontró para lograr una perfecta imitación de su estilo y forma de hablar. Junto a él figuraban, Jack Oakie, Regianald Gardinier o la que por entonces fue su tercera compañera sentimental, Paulette Goddard, con la que protagonizó fuertes discusiones durante el rodaje, debido principalmente a que la actriz ya comenzaba a ser conocida y no le gustaba ni su pequeño papel ni las ropas poco glamurosas que debía llevar dado que su personaje, Hannah, era una judía pobre que vivía en el Ghetto. A todo ello se sumó su obsesivo afán perfeccionista, lo que provocó que el rodaje fuese muy largo para los estándares de la época, casi seis meses, hasta marzo de 1940.

El presupuesto final fue de 1,5 millones de dólares, salidos casi enteramente del bolsillo del director tras la negativa de los estudios a financiarla debido a las presiones de la diplomacia tanto de Alemania e Italia, como de Gran Bretaña e incluso Estados Unidos. En relación a ello, Chaplin sentenció: «la voy a proyectar ante el público, aunque tenga que comprarme o mandarme construir un teatro para ello, y aunque el único espectador de la sala sea yo».

 

El enemigo en casa

El principal escollo antes de su estreno –más allá de ser una crítica directa a Hitler– fue el final de la película, el discurso pacifista del barbero judío que creen que es el dictador. Los socios de Chaplin consideraban que lastraría el resultado del filme en taquilla, pero el director fue inflexible ante la posibilidad de eliminarlo. También hubo dudas sobre el éxito de la película cuando se acercaba el estreno –la premier fue en Nueva York el 15 de octubre de 1940–, porque había encuestas que decían que el 96% de los ciudadanos se oponían a la implicación de Estados Unidos en la guerra de Europa y Chaplin recibió además cartas amenazantes de simpatizantes nazis. Finalmente, quien ejerció mayor presión contraria a su estreno fue el todopoderoso magnate de la prensa William Randoph Hearts el cual emprendió una cruzada personal contra Chaplin que derivaría en la inclusión del cineasta en la “caza de brujas” emprendida por el senador McCarthy.

Geraldine Chaplin recordó para GARA y de esta manera dichos sucesos «supongo que mi padre estaba muy cabreado con todo aquello. Personalmente, creo que mis padres fueron muy inteligentes a la hora de abordar este suceso. Cuando estábamos en el barco y llegó aquel célebre telegrama que le denegaba la entrada en los Estados Unidos, prolongamos nuestro viaje a Gran Bretaña y lo culminamos en Suiza. Mis padres siempre decían: ‘Cuando regresemos a los Estados Unidos...’. Con el paso de los años, descubrí que habían expulsado a mi padre y cuando alguien me decía: ‘¡Tú padre es comunista!’, yo me sentía muy orgullosa de él y, sobre todo, de la firmeza de sus convicciones políticas».

En relación a la motivación de su padre por sacar adelante “El gran dictador”, Geraldine Chaplin subrayó que «solo alguien como Charles Chaplin es capaz de sacar un proyecto como ese adelante. Contra viento y marea. Era una persona muy victoriana, muy severa. Era alguien único e inimitable porque no solo era actor, era director, compositor, director de escena... alguien muy completo. Su método de trabajo era feroz, era inagotable. Su disciplina era férrea y con él descubrí que a las musas no hay que esperarlas sino que hay que ir a su encuentro, raptarlas. Todas las mañanas se colocaba ante un papel en blanco y aguardaba pacientemente la llegada de una idea que, en muchas ocasiones, se demoraba en exceso. En esos instantes cruciales, mi padre lo pasaba fatal. Mi debut en el cine fue a la edad de ocho años y con “Candilejas”. Recuerdo que la idea de participar en una película me hacía mucha ilusión, sobre todo porque yo no podría ir al colegio. Disfruté muchísimo vistiendo aquellas ropas, viendo cómo era la magia del cine desde dentro pero, mi alegría se cortó de inmediato cuando descubrí que los estudios de cine tenían sus propios colegios. Después de rodar... acudíamos a clase, como todos los niños. Charlot es mi héroe, un personaje de ficción al que siempre he alabado su perspectiva de la vida, su dignidad. A Charles Chaplin le admiro porque nunca se cambió de chaqueta, siempre fue fiel a su ideario político».

A pesar de todos los contratiempos, la película fue muy bien acogida tanto por público como por la crítica, que la consideraron la segunda mejor de aquel 1940, solo por detrás de “Las uvas de la ira” de John Ford, y consiguió cinco nominaciones a los Óscar, aunque no se llevó ninguno. Consiguió una recaudación de cinco millones de dólares, la más alta de todas las películas de Chaplin. Fue un gran éxito en Estados Unidos y tuvo una gran repercusión en Gran Bretaña. En Alemania fue prohibida, aunque Hitler accedió a una copia para visionarla.

En 2002, los descendientes de Chaplin encontraron en una de sus casas de Corsier-sur-Vevey –en el cantón suizo de Vaud–, unas viejas bobinas de 16 mm del rodaje de la película, con 25 minutos de imágenes inéditas. En ellas, tomadas por su hermano Sydney, se ve a Chaplin ensayar repetidamente el saludo nazi mientras que docenas de actores y figurantes esperan con paciencia a que acabe o, en otro momento, echarle la bronca a un asistente por no haber cumplido un plazo. También se descubre una escena que fue eliminada del montaje final: Chaplin quería terminar el filme mostrando a los soldados bailando entre ellos pero, descontento al parecer del resultado, prefirió concluirla con el famoso discurso que dice: «Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo».

 

EL BURRO QUE DEBÍA HACER EL SALUDO NAZI

La casa de campo suiza donde el actor y director Charles Chaplin vivió exiliado sus últimos 25 años de vida, hoy convertida en un museo en su honor, celebra con una exposición el 80 aniversario de “El Gran Dictador”. La muestra, abierta hasta el 29 de agosto en este museo llamado Universo Chaplin, desvela, gracias a fotos inéditas de Dan James –ayudante personal de Chaplin–, detalles desconocidos de la icónica película, escenas rodadas pero nunca vistas de la película en las que Hynkel –nombre que tomaba el dictador en la película– se montaba en un dirigible de juguete, o jugaba con un mono, que finalmente no apareció en el filme, como tampoco un burro que debía hacer el saludo nazi con su cola. La exposición también aclara aspectos poco conocidos del rodaje, como el hecho de que los tanques que aparecen al final de la película, saliendo de forma cómica de entre montones de heno, eran en realidad miniaturas, o también que Charles Chaplin realmente rodó boca abajo algunas de las escenas iniciales en avioneta.