Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

India song

En tiempos de pandemia, el flujo de mercancías de medicamentos, con sus acumulaciones y sus carencias, se acrecienta. Esta situación inédita –desde la plaga de Justiniano y la peste negra– tiene repercusiones sanitarias, securitarias y económicas importantes.

El capitalismo sanitario no entiende de distribuciones equitativas de fármacos y mascarillas, y mucho menos de justicia de los cuidados globales. Así, los países más ricos del G20 siguen afanándose en acaparar y disputarse la producción mundial de vacunas. Cuando escribo esto, diez países se están apropiando del 75% de las vacunas disponibles, dando lugar a una nueva categoría social emergente que muestra la porosidad entre el estatus de consumidor y el de ciudadano, el de la ciudadana vacunada a la que se le dota de un pasaporte que le permite disfrutar del derecho a cierta movilidad, con menos restricciones. Al mismo tiempo, en la cuna de Bollywood y Mumbai, el país de inmensas plantaciones de té de Darjeeling, donde nació Arundhati Roy y Shiva y Parvati se abrazaron, dos compañías farmacéuticas y de biotecnología, Serum Institute of India (SII) y Bharat Biotech, fabrican millones de vacunas de las que no puedan beneficiarse las personas empobrecidas que malviven en el lugar en que se producen. Falta conciencia comunitaria.