Raimundo Fitero
DE REOJO

Secuelas

Todos los procesos sociales dejan secuelas. Hoy, imaginar la existencia de la bondad, por ejemplo, resulta un ejercicio de buenismo o de integración en esquemas donde prime la fe en los otros, tanto como expresión del infierno, como de un paraíso perdido. Parece que la maldad, como concepto de cambio, está más valorado. En las recientes elecciones madrileñas, ¿ha ganado el bien o el mal? Porque uno escucha y lee análisis sobre los resultados en los que se cargan de culpabilidad a los votantes. Y, sí, claro, han sido las urnas las que han decidido que siga gobernando un partido que lleva más de un cuarto de siglo expoliando a la ciudadanía madrileña, robando en acciones directas y dejando a la educación y la salud en manos de la especulación privada, cuando es un bien precioso de igualdad y, de paso, instaurando un lenguaje pernicioso.

El lenguaje tabernario de los mítines y los no-debates, ese bien ensayado coro de unas brujas de Macbeth cañís, han reventado los esquemas más conservadores de los muy conservadores candidatos de la izquierda caviar, la de chocolate con churros y la demagógica y mesiánica. Hasta este momento, esas tres opciones todavía no han entendido nada. Dos candidatos que no recogerán el acta, Gabilondo, además, con una crisis cardíaca menor que le ha dado la oportunidad a Ayuso de convertirse ya, en la candidata a derrotar a Sánchez en los próximos comicios estatales siendo condescendiente y solidaria con su hasta ayer contrincante.

Lo de Pablo Iglesias es lo patético convertido en sainete. ¿Cómo se llamará a partir de ahora Pablemos? Su opción era resucitar a Izquierda Unida y como le vaticinó Errejón, se va a ir a ese espacio de al representación simbólica, sin posibilidad de acción directa porque los votos valen todos igual. Una persona un voto. Y ahora, si puedes, escribe libertad.