Natxo MATXIN
UNA DÉCADA DE LA FINAL DE CHAMPIONS ANTE EL LARVIK

ITXAKO ROZÓ LA MAYOR GESTA DEL BALONMANO FEMENINO VASCO

Un ya lejano 14 de mayo de 2011, Itxako acarició con los dedos la ocasión de levantar el trofeo de la Champions. Dos goles separaron al cuadro lizartarra de la gloria, aunque llegar hasta allí ya fue un triunfo, si se analiza con la perspectiva de una década.

Mientras las portadas de todos los periódicos recogían una noticia trascendental en la historia reciente de Euskal Herria –el Tribunal Constitucional permitía participar a EH Bildu en los comicios del 22 de mayo–, una expedición deportiva también emprendía, cargada de esperanza e ilusión, un viaje en tren y avión hacia tierras nórdicas para lograr lo hasta entonces nunca conseguido.

Con mucho esfuerzo y sufrimiento, Itxako se había metido en la gran final de la Champions –en semifinales había dejado en la cuneta al todopoderoso Gyor–, donde, a doble partido, debía medirse a un Larvik que aglutinaba en su plantilla a la mayoría de internacionales noruegas, una selección que venía de ser campeona europea en 2010, mundial ese mismo año 2011 y lo sería olímpica en 2012, un palmarés temible y que le otorgaba el papel de favorita.

El descomunal reto no amilanó a la caravana de jugadoras –se desplazaron dos días antes del encuentro–, cuerpo técnico, responsables del club y aficionados –algunos incluso recorrieron en autobús los casi 5.000 kilómetros, ida y vuelta, que separan Lizarra de Larvik–, que aterrizó en una atmósfera todo lo primaveral que puede ser en una ciudad ubicada a casi 60º de latitud.

Un ambiente ideal para acometer el primer asalto de un duelo no inédito –ambas escuadras ya se habían medido en los cuartos de la Recopa de 2005-06, torneo que acabaron ganando las noruegas–, pero sí entre dos conjuntos que peleaban por primera vez para hacerse con el máximo entorchado continental.

Se decidiría en Iruñea

Con ese impresionante premio en juego y un vistoso apoyo desde la grada –fueron los seguidores navarros quienes pusieron mayor picante entre un frío público escandinavo que necesitó incluso de un speaker para animarlo–, las jugadoras amarillas llevaron a la práctica el patrón de partido que su técnico, Ambros Martín, había diseñado esa misma mañana.

Frenaron en la primera parte la velocidad del Larvik y sorprendieron a las anfitrionas con una soberbia defensa, lo que les llevó a las de Lizarra a marcharse con un parco resultado y un gol de ventaja al descanso (8-9). Sin embargo, las locales le dieron la vuelta a esa dinámica en el segundo periodo y pudieron incluso dejar decidida la eliminatoria, pero ahí es donde aparecieron los arrestos de Itxako para poner las espadas en todo lo alto de cara a la vuelta en Iruñea (23-21).

Y es que la EHF no permitió que dicho envite se celebrase en Lizarreria –dicho pabellón no cumplía los requisitos de aforo que el organismo europeo obligaba–, por lo que Itxako tuvo que buscarse otro escenario, que no fue otro que el Anaitasuna iruindarra, un forzoso cambio que bien pudo influir en el resultado global de la final.

Con escasas sesiones de entrenamiento para aclimitarse a las condiciones de la nueva pista, pero enormes esperanzas de darle la vuelta al marcador de la ida al saberse ante la ocasión de una cita histórica, Itxako afrontó dicho duelo el 14 de mayo de 2011 con un polideportivo a rebosar, fruto de la campaña previa para arropar al cuadro lizartarra en un momento único.

Esa presión por satisfacer los deseos de los aficionados y la inexperiencia pasaron factura en los primeros compases del partido, en los que el Larvik supo manejarse mucho mejor con los nervios de las navarras. Sin embargo, y poco a poco, estas supieron recomponerse e incluso dispusieron de opciones para enjugar la diferencia de la ida y ponerse con los dos goles de ventaja necesarios para obrar el revolcón, pues se desaprovecharon otros tantos lanzamientos desde los siete metros.

Desafortunadamente, al final no pudo ser. El desgaste físico de una exigente temporada –Itxako ganó la competición doméstica con autoridad– y un arbitraje bastante cuestionado –la capitana Andrea Barnó fue expulsada con una tercera exclusión por protestar en el minuto 52– supusieron un escollo demasiado grande como para franquearlo ante un adversario de la entidad del Larvik (25-24).

«Mis mejores años como entrenador»

Lágrimas y sollozos por la oportunidad perdida surgieron con el pitido final, sobre todo porque las jugadoras eran conscientes de que el ambicioso proyecto deportivo que se había ido gestando a las orillas del Ega estaba derrumbándose –plantilla y cuerpo técnico llevaban varios meses de impagos–, si bien la existencia del club siguió agonizando hasta agosto de 2013.

Al menos, para la retina de los aficionados al balonmano quedó esa histórica eliminatoria, a la que le faltó nada para convertirse en la mayor gesta del balonmano femenino vasco. Nuestro malogrado compañero Juan Carlos Elorza no pudo reflejarlo mejor en la conclusión de su crónica del encuentro de vuelta: «Antes de que se me olvide. Muchos aficionados a este deporte sostienen que el balonmano femenino no tiene nada que ver con el masculino. Cada día que pasa estoy más de acuerdo con esa opinión. El balonmano femenino es mejor».

Como una gran oportunidad perdida es el recuerdo que le queda a Ambros Martín, técnico de Itxako entre 2004 y 2012, de aquella final a doble partido contra el Larvik. «Es evidente que no fuimos capaces de ganar y eso es lo que realmente se me quedó y cuenta», rememora.

En todo caso, subraya que «durante los años anteriores se hizo un gran trabajo, fue extraordinario teniendo en cuenta que se trataba de un pueblo tan pequeño. Sin duda, fueron mis mejores años como entrenador, al encargarme de un equipo con el que ascendimos de la segunda categoría a Primera y en siete-ocho años llegamos a toda una final de la Champions».

Para él, supuso un gran impacto el cambio de ubicación. «Fue el único partido que no disputamos en nuestra pista y, aunque estuvimos muy arropados, lo cierto es que la sensación que recuerdo es que no nos sentimos como en casa», indica. A ello hubo que unir que «enfrente tuvimos un rival experimentado, que venía de jugar la final de Champions del año pasado y contaba con internacionales al más alto nivel».

Andrea barnó

«Fue una mezcla de sensaciones, de muchos nervios y final amargo»

La por aquel entonces capitana del equipo y única jugadora lizartarra, Andrea Barnó, asegura que «me han venido muchas imágenes a la cabeza, sobre todo del partido de vuelta en Anaitasuna».

«Fue toda una mezcla de sensaciones, en especial de muchos nervios y de pena, por el final amargo. Pero también de gran ilusión, de la fiesta que se montó y del hecho de que llegar hasta la final ya supuso un gran logro. Lo tuvimos tan cerca, pero nos tocó perder, una de las caras del deporte», describe.

Admite que ese encuentro «solo lo he vuelto a ver una vez y en parte», debido a que fue «muy intenso». «Creo que salimos revolucionadas y no tuvimos el control en ningún momento, quizás también nos dejamos llevar por el ambiente, la polémica con los árbitros, la falta de experiencia...», enumera.N.M.

PATRI PINEDO

«Denborarekin baloratzen duzu finalak irabazteko jokatu egin behar direla»

Egindako partida hasiera kaxkarrak neurketa baldintzatu zuela uste du Patri Pinedok: «Hasiera giltzarria izan zen. Hamargarren minutuan hutsartea eskatu zuen Ambrosek. Eta ez zen izan ez geundelako motibatuta. Beharbada, gehiegi? Batzuetan gehiegi motibatzea ere ez da ona, oreka bilatu behar da».

«Bagenekien Txapeldunen Ligan neurketa gol bat gora edo gol bat behera amaitzeak zeresan handia daukala. Bizitza guztian egongo gara horri bueltaka, zergatik joaneko partidan ez genuen beste markagailu bat lortu», aitortu du.

Behin finalera iritsita, Pinedo izan zen «finalak irabazteko daude» esan zuenetako bat. Hamar urte geroago, aldiz, orduan esandakoarekin ados baldin badago ere, ñabardura bat erantsi nahi izan du: «Denborarekin baloratzen duzu finalak irabazteko jokatu egin behar direla».Ane URKIRI

nerea pena

«He intentado buscar una Final Four durante muchos años y ha sido imposible»

Solo tenía 21 años Nerea Pena cuando le tocó afrontar el doble duelo ante el Larvik, pero en esos momentos ya apuntaba maneras de la gran jugadora que iba a ser a futuro. «Ambros me dio muchísima confianza y disputaba bastante minutos», agradece.

«Yo era muy joven por aquel entonces –recuerda–, lógicamente sabía de la importancia de lo que estábamos haciendo, pero no lo valoras hasta ahora, cuando pasan los años y compruebas lo complicado que es volver a una final».

Aunque ha perseguido ese objetivo en esta década, no lo ha conseguido. «He intentado buscar una Final Four durante muchos años y me ha sido completamente imposible en los que equipos en los que he estado. Por eso, valoras más todavía aquello que hicimos, fue una auténtica pasada», esgrime Pena.N.M.

naiara egozkue

«Fue algo increíble el enorme ambiente que se generó en Anaitasuna»

«Espinita, rabia, amargura...», son algunos de los términos con los que Naiara Egozkue tilda ese partido de vuelta de Champions disputado hace una década. «Con todo lo que nos costó llegar hasta allí y luego se nos escapó, algo muy difícil de volver a repetir», evoca.

Guarda un buen recuerdo de todo lo que rodeó a aquel encuentro, «especialmente el enorme ambiente que se generó en Anaitasuna, fue algo increíble». Un entorno al que estaban poco acostumbradas «y que quizás nos pudo añadir algo más de presión», sostiene.

Recuerda que el mal inicio fue determinante. «Empezamos perdiendo por un 1-7 y le dimos la vuelta, lo que supuso un esfuerzo brutal y nos pasó factura en la recta final. Vernos en medio de aquella marabunta provocó que no nos centrásemos al principio».N.M.