Izaskun Duque, Patri Perales, Nerea Kortajarena
EH Bildu
KOLABORAZIOA

Una raya en el mar, un fantasma en la ciudad (Manu Chao)

A las orillas de Ceuta llegaron la madrugada del martes las consecuencias mas crueles de la geopolítica. Unas 8.000 personas de las cuales, aproximadamente, 2.000 son menores.

La raíz de este conflicto se sitúa en el Sáhara. España no concluyó el proceso de descolonización y abandonó el Sahara Occidental en manos de Marruecos, que le niega su derecho de autodeterminación reconocido por la ONU hace treinta años.Los acuerdos comerciales entre los gobiernos español y marroquí y la «hermandad mercantil» entre sus respectivos monarcas (pasados y presentes) son antepuestos al derecho de los pueblos a su libre determinación. A esto hay que sumarle el fracaso de la política europea de externalización de sus fronteras que ha convertido Marruecos en el patio trasero del continente. El Consejo de Ministros aprobó el pasado martes la concesión de treinta millones de euros para «ayudar a Marruecos en su despliegue policial contra la inmigración irregular». Esto no es más que una pequeña parte de lo que le ha destinado Europa, 13.000 millones desde 2007.

Sin abordar las causas que originan estos acontecimientos no solucionaremos el problema. Debemos trabajar por acabar con las políticas extractivistas y bélicas que conducen a millones de personas a desplazamientos forzosos al mismo tiempo que ponemos en marcha vías legales y seguras para poder desarrollar una migración más ordenada desde un enfoque de derechos.

Pero debemos atender también a lo urgente y eso nos lleva de vuelta a las orillas de Ceuta. Hemos visto como muchas personas han sido devueltas a Marruecos de forma exprés sin cumplir con la legalidad, ni con los estándares internacionales. Las «devoluciones en caliente» son ilegales, debemos decirlo claro. En el caso de las devoluciones de menores, además de atentar contra los derechos humanos, atenta contra la esperanza hacia nuestra especie.

En el Consejo Territorial del pasado miércoles se decidió que las comunidades autónomas acogerán a unos doscientos menores que ya estaban en centros de protección de Ceuta antes de la crisis de esta pasada semana. No conocemos el destino de los 2.000 recién llegados. ¿Cuántos han sido devueltos a Marruecos de manera ilegal? ¿Cuántos han solicitado regresar con sus familias? ¿Y cuál será el número y el destino de los que se queden?

Lo que si sabemos es que los gobiernos de Hego Euskal Herria acogerán de esos doscientos niños a catorce menores, ocho los acogerá la CAV y seis Nafarroa. El Gobierno Vasco se ha mostrado dispuesto a colaborar en la acogida y valora de forma positiva los criterios de reparto del Ministerio pero ha advertido de que «soporta ya una carga importante sobre sus centros».

Es importante rebatir con datos este tipo de afirmaciones que pueden llevar a la población a una percepción distorsionada. Según el Registro de Menores Extranjeros No Acompañados de España en 2018 había 7.026 menores de los cuales 900 se encontraban en la CAV 58 en Nafarroa. Durante el año 2019 se produjo un gran descenso. Se registraron 2.873 de los cuales 777 estaban en la CAV y 209 en Nafarroa.

Debido al covid-19 no contamos con los datos de 2020 pero todas las administraciones públicas vascas apuntan a la continuidad en la caída de llegadas. El descenso en la ocupación de la red residencial de menores no acompañados de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa lo corroboran. Bizkaia (el territorio vasco que más menores sin referentes familiares acoge), en 2018 atendió a 599. En febrero de este mismo año ese número descendió hasta 286. Por lo tanto, no, nuestra red no soporta una carga importante.

Debemos oponernos a esos discursos de alarma que pueden llevar a la sociedad a una falsa sensación de «invasión» o incluso a sentir que las personas migrantes, en especial los menores, representan una amenaza a la seguridad. La criminalización que se hace de ellos provoca que se les perciba como a intrusos y provoca discursos de odio y violencia. El ascenso de la extrema derecha y el fascismo se sustenta en el miedo, miedo cultural y miedo económico. La izquierda debe construir un dique de contención frente su discurso de odio con verdades y garantías.