Mikel INSAUSTI
Crítico cinematográfico

Colas y más colas

En el pasado nos hacían creer que las colas eran cosa de sociedades comunistas como la Unión Soviética o Cuba, y más recientemente la misma imagen se ha querido trasladar a Venezuela o a la frontera marroquí. Pero en el presente se puede comprobar facilmente, solo con ver los noticieros, que las colas son un invento capitalista, al menos esas interminables que se forman en los alrededores de las tiendas de telefonía o a la entrada de los estadios y recintos de macroconciertos. Y, justo cuando empezabamos a olvidarnos de una realidad tan gregaria, llega la desescalada y con ella regresan las aglomeraciones que anuncian la inmunidad de rebaño. Nunca mejor dicho, porque el aborregamiento es el signo de los tiempos, y no digamos ya en materia de ocio dentro de una sociedad cada vez más infantilizada.

Todo esto viene a colación del reguero humano que se agolpó a lo largo de la Avenida Broadway en Nueva York con motivo de la inauguración de la primera tienda oficial del universo Harry Potter, un edificio de tres plantas y su correspondiente sótano al estilo de los grandes almacenes. Al instante se ha convertido en lugar de peregrinación desde todas las partes del mundo por parte de familias pudientes deseosas de tomarse una cerveza de mantequilla en su bar, degustar unos dulces efervescentes “fizzing whizzbees” o comprar la varita y la capa de marras.