Carlos GIL
Analista cultural

Aquí se cuenta a ojo

Empieza a crecer una corriente de observación de los efectos causados por este año y medio vivido bajo el estigma del coronavirus y los confinamientos en distintas fases. En ciertos puntos de influencia se insiste en perpetuar el pensamiento optimista que asegura que va a cambiar la sociedad a mejor, por lo que en los escenarios se tendrá que atender a esa supuesta evolución con unas nuevas propuestas dramatúrgicas, estéticas, que se alineen con ese cambio, para algunos invisible que se ha producido, se esta produciendo o se producirá por unas leyes secretas instauradas a partir de un no demostrado triunfo de lo virtual, lo mediado, por encima de lo presencial. 

En otro sector del sistema productivo preocupa, además de esos supuestos cambios del gusto y las tendencias, si existe un auténtico cambio generacional en la parte contratante, es decir, los espectadores, los públicos. El temor es que los mayores se han inhibido, se han quedado en sus casas por prevención y los jóvenes no se sienten concernidos. Como si fuera un pecado original, los agentes involucrados no dedican recursos metodológicos para saber qué está pasando y qué va a pasar, por lo que estamos funcionando por ese método rural de contar a ojo. En unos meses estaremos en otra situación, y en cuanto se pueda viajar, ir de restaurantes, bajará la lectura y aquello que se hacía en el hogar.