Txoli Mateos, Amaia Nausia y Julen Zabalo
Integrantes del Grupo Motor del proyecto «Gestión Democrátiva de la Diversidad en Navarra: convivencia» de Eusko Ikaskuntza
KOLABORAZIOA

Convivencia y confianza en Navarra

Navarra, tierra de diversidad», así rezaba el eslogan que durante años pretendía captar al turismo a la comunidad foral. Tierra de hayedos y desiertos, de verdes pirenaicos y amarillos de cultivo, de bertsos y jotas. La diversidad de la sociedad navarra, percibida como una riqueza, genera, sin embargo, más de un conflicto en el día a día.

El proyecto «Gestión democrática de la diversidad en Navarra: convivencia», que Eusko Ikaskuntza dirige dentro del convenio con el Gobierno de Navarra, arrancó en 2019 con el objetivo de encontrar las claves para la gestión de dicha diversidad y de los conflictos que ella conlleva. Las personas participantes en las mesas ciudadanas y los foros sociales organizados en Baztan, Berriozar y Castejón señalaban como fuente de conflicto las posturas confrontadas ante la gestión del euskara y la enorme polarización identitaria de nuestro territorio. Por lo general, quedó de manifiesto el hastío respecto a la clase política, enrocada en un constante ambiente de crispación.

La convivencia se nos presenta como la única vía de salida factible a nuestros conflictos, y los raíles sobre los que se vehicula esta convivencia pasan por la construcción de espacios de confianza. La jornada “Nuestros desacuerdos: creando confianza entre diferentes en Navarra” celebrada en Iruña el pasado 16 de junio pretendía hallar las claves que nos ayuden a desatar los nudos de recelos y reproches con los que hemos tejido nuestro día a día.

Las barreras físicas, pero sobre todo emocionales, que dividen a nuestra sociedad en torno al tema del euskara y las identidades nacionales dificultan la convivencia entre diferentes. Mientras que la desconfianza se construye sobre el desconocimiento y la falta de empatía hacia el otro, la convivencia se sustenta no sólo en el respeto, sino en el reconocimiento, casi en la estima por la otra parte. ¿Cómo construir convivencia cuando el norte mira con desdeño al sur, sin sentirlo «plenamente» navarro? ¿Cuando el sur desconfía constantemente del norte? ¿Cómo integrar sentimientos cuando un 60% del alumnado no tiene ningún contacto con una de las lenguas oficiales del territorio? ¿Cómo respetar, amar, aquello que se desconoce? En el fondo de esta diversidad no existe la aceptación democrática de quien es diferente.

Según la sensación ciudadana, los partidos políticos tienen buena parte de culpa en la crispación existente. Los partidos, por definición, defienden posiciones políticas enfrentadas, pero el uso excesivo de algunos elementos para marcar o criticar determinadas posturas puede llevar a esa crispación de la que hablamos. Algo así se desprende de la gestión del euskara en las últimas décadas: instrumento partidista para el nacionalismo español, bandera ideológica para el nacionalismo vasco. La confianza está basada a la vez en la razón, porque solo se puede dar en un contexto de discusión democrática, y en la emoción, porque requiere capacidad para ponerse en el lugar del otro, para sentir empatía. Si la convivencia requiere de algo más que tolerar a la otra parte, tendremos que aprender a confiar en quien, hasta ahora, hemos colocado de frente.