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JÚLIA DE PAZ
CINEASTA

«No hay un solo tipo de maternidad sino mil maneras de enfocarla»

A sus 25 años, Júlia de Paz es el último ejemplo de esa inagotable cantera de cineastas surgida de la Escola Superior de Cine i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC). Su ópera prima, «Ama», acaba de llegar a los cines; una película donde, contando la realidad, la directora busca contarse a sí misma.

En “Ama”, que le valió a su protagonista, Tamara Casellas, el premio a la mejor actriz en el Festival de Málaga, Júlia de Paz, apuesta por un relato de corte naturalista (muy en la línea del cine de los Dardenne) para seguir los pasos de una joven madre que vive precariamente, buscándose la vida e intentando encontrar un trabajo que les permita sobrevivir a ella y a su hija. La película ofrece un análisis lúcido y comprometido sobre la maternidad como mandato social y cuestiona las servidumbres que dicho concepto plantea a las mujeres.

«Ama» nace de un cortometraje que usted dirigió hace tres años y que tuvo un amplio recorrido. ¿Cómo fue el proceso de convertirlo en un largo?

En realidad no teníamos en mente rodar un largometraje pero el corto participó en el Festival de Ibiza, uno de cuyos premios es que una productora elija uno de entre todos los cortos presentados para rodar un largo a partir de él, y nos escogieron a nosotras.

 

Según usted la película muestra el fracaso de una mujer cuando tiene que afrontar en soledad el mito de la maternidad. ¿Qué razones sostienen o alimentan ese mito y cuáles serían sus servidumbres?

Cuando hablo de mito me refiero a que hay una construcción cultural y política de lo que significa la maternidad que nos asigna a las mujeres el rol de cuidadoras hasta llegar a sacrificar nuestra libertad para transferírsela a nuestros hijos e hijas. Ese proceso termina por despojarnos de nuestra identidad individual. Por eso hablo de mito porque esa visión de la maternidad es irreal y más en estos tiempos donde, paralelamente, se nos exige desempeñarnos como buenas trabajadoras. Todas esas exigencias crean una presión difícil de sobrellevar.

 

La maternidad, vista así, dejaría de ser una elección individual para convertirse en una especie de mandato social ¿no?

Totalmente. También, debemos tener en cuenta que formamos parte de un sistema capitalista para el que las mujeres aparte de ser una fuerza productiva somos una fuerza reproductiva y que, como tal, se nos explota para que traigamos a este mundo a otras personas que sigan produciendo para que la cadena no se detenga en ningún momento. Desde ese punto de vista la maternidad no es una elección sino una exigencia.

 

Cada vez son más mujeres las que se atreven a hablar de la maternidad como una experiencia que puede llegar a anularlas como personas. ¿A qué atribuye que hasta hace poco apenas se hablase del tema desde esa perspectiva?

A Nuria, mi coguionista y a mí, hubo un libro que, en ese sentido, nos inspiró mucho: “Madres arrepentidas”, de Orna Donath. Es un libro que habla sobre mujeres que se arrepienten de la maternidad, no de tener hijos, sino de la maternidad. Un planteamiento que ha hecho que su autora haya tenido amenazas de todo tipo y que el propio libro haya sido vetado en algunos países. Esa es la prueba de que cuestionar la maternidad sigue siendo un tema tabú. Cuando las mujeres no cumplimos ese rol de cuidadoras que socialmente se nos asigna estamos desafiando la norma y eso incomoda bastante.

 

Porque, además, a la mujer se le exige no solo ser madre sino ejercer como tal, que es otro tema que usted plantea en la película y que genera en la protagonista una presión adicional.

Claro porque, aparte, ¿qué significa ser una buena madre? Eres buena madre si cumples con las premisas que el sistema capitalista te exige. En este sentido, la idea que intentamos defender con la película es que no hay un solo tipo de maternidad sino mil maneras distintas de enfocarla ya que la experiencia de ser madre refleja una reacción humana y cada una de nosotras somos diferentes. Es una lucha constante contra la propia frustración porque además nadie te enseña a ser madre.

 

Quizá el hecho de que este sea un tema sobre el que cada vez se incida más tiene que ver con que cada vez haya más mujeres escribiendo y dirigiendo cine.

A mí me cuesta mucho sentirme parte de un movimiento y, de hecho, cuando oigo hablar de “cine de mujeres” me parece que es una etiqueta que lo que busca es discriminarte. Yo no hago “cine de mujeres”, yo hago cine. Igual hubo un tiempo en que esa etiqueta era necesaria porque realmente era algo extraordinario ver a una mujer dirigiendo cine y era algo que había que poner en valor. Pero ahora mismo, cuando poco a poco vamos teniendo más visibilidad y cada vez somos más las mujeres que dirigimos, ese tipo de etiquetas sobran.

Pero lo cierto es que en “Ama” casi todo el equipo artístico y técnico es femenino ¿es algo que se nota a la hora de fijar unas dinámicas de trabajo?

Para mí el cine es un espacio para reclamar nuestra voz, para expresar cómo nos sentimos y qué pensamos sobre determinadas realidades. En este sentido, no es que en mis rodajes imponga cuotas, de hecho he trabajado mucho y muy bien con compañeros de los que he aprendido mucho, pero cuando planteo un proyecto y configuro al equipo que me va a acompañar lo que busco es que para ellos y ellas el rodaje sea también un aprendizaje, que el tema de la película les toque, que se sientan concernidos. Supongo que por eso, en este caso, la mayoría del equipo estuvo integrado por mujeres.

 

Ese estilo naturalista con el que está rodada la película con la cámara tan pegada a los personajes ¿a qué obedece?

Nosotras decidimos rodar así buscando un lenguaje a medio camino entre la ficción y el documental que permitiera al espectador poder acompañar al personaje sin que hubiera ningún tipo de barrera de por medio.  Esa manera de filmar la realidad está en otros muchos cineastas que para mí siempre han sido un referente como los hermanos Dardenne, Ken Loach, Andrea Arnold o Belén Funes.

 

En este sentido ¿cómo se planteó el trabajo con las actrices y, sobre todo con Tamara Casellas que está presente en cada plano? ¿Cómo consiguió sacar tanta verdad de ellas?

Hicimos un trabajo previo muy intenso con Tamara hablando con educadoras sociales y con mujeres que se hallaban en una situación de exclusión semejante a la de su personaje. Cuando llegó el momento de rodar ya teníamos una base muy firme y eso nos permitió poder desarrollar las escenas a base de improvisaciones. Yo a Tamara le marcaba un objetivo muy claro y era ella la que viajaba y eso nos dio la oportunidad de acercar tanto el personaje al espectador dado que ella, como actriz, también formaba parte del proceso creativo.

 

A la hora de representar el conflicto interior que vive la protagonista de «Ama» usted decide ocultar al espectador las razones y las motivaciones que lo alimentan. ¿Fue una decisión deliberada?

Sí, no queríamos mostrar mucho del pasado de Pepa porque nos interesaba que la reacción del público estuviera guiada por los mismos prejuicios que solemos mostrar cuando nos encontramos a alguien como ella por la calle. Tenemos mucha facilidad para juzgar a las personas sin conocer sus circunstancias y a nosotras nos interesaba profundizar en esa idea. Nosotras sí que sabíamos de dónde venía el personaje y por qué se comporta como se comporta pero no queríamos ofrecerle esas claves al espectador porque no queríamos forzar su empatía hacia el personaje.