Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

Bien por ti, Rita

La cámara va posándose sobre las atletas de Tokio antes de la carrera, y en mi sofá gritamos: ¡madre mía, qué pibones! Son como actrices del Hollywood dorado, pero en negras. Y la evocación me lleva a dedicar esta columna, escrita en una tarde estancada de verano, a una de esas divas que me obnubilaron y lesbianizaron de niña, y a la que reivindico ahora, contra la sombra de tragedia patriarcal que suele ensombrecer su nombre: Rita Hayworth. O Margarita Carmen Cansino, como prefieran. De vez en cuando vuelvo a teclearla en la red y siempre hay algo nuevo, aunque murió hace 34 años. Nuevo pero lo mismo de siempre, la fascinante y desgraciada Rita. Infeliz, ¿por qué?

Su padre era un bailaor gitano nacido en Sevilla que abusó sexualmente de ella: la violencia sistémica contra nosotras no nos estraga para siempre. Para triunfar en el cine, además de quedarse con el apellido de su madre irlandesa, se volvió pelirroja y despejó su frente con un método de depilación definitiva bárbaro: un ratico de dolor a cambio de ser esa chulaza inmortal que inspiró a Jessica Rabbit.

Se casó y se separó cinco veces: cuando la mayor parte de la población femenina mundial no podía hacerlo porque el divorció no era legal ni en las dictaduras ni en las democracias. Sufrió el maltrato de varios hombres: ¡oh, qué sorpresa, acaso sería la única mujer maltratada en este mundo jodidamente patriarcal!

Se arruinó varias veces por culpa de sus maridos: eso tampoco le ha pasado jamás a ninguna mujer, qué va. En busca del amor, eso dicen las crónicas cenizas sobre ella, folló como una descosida, tuvo infinidad de amantes: bien por ti, Rita.

En sus últimos años, un todavía desconocido Alzheimer nubló su memoria, y las revistas repetían que estaba hecha unos zorros por culpa del alcohol: la maldición bíblica contra una mala mujer, como no. Somos interdependientes a lo largo de nuestras vidas y ella fue cuidada hasta el final por su amorosa hija. Que te quiten lo bailao, Rita.