Mikel INSAUSTI
MADRES VERDADERAS

Naomi Kawase frente a la maternidad

Se pudo ver en Donostia con el sello de Cannes, haciendo que la cineasta japonesa Naomi Kawase sea cada vez más conocida y mejor comprendida, gracias al festival y a los posteriores estrenos. Es toda una carrera dedicada a una temática que la autora de “El bosque de luto” (2007) hace gravitar entre la muerte y la vida, siempre a la búsqueda de la luz iluminadora, la que le permite encontrar la paz para discernir con calma el misterio de una existencia que armoniza maternidad y naturaleza. Da igual que “Madres verdaderas” (2020) esté basada en un material literario ajeno, porque sigue hablando de sí misma de forma autogiográfica, de sus sentimientos como niña adoptada o como madre.

Por eso sus recuerdos son los que parecen ordenar el relato, dentro de una estructura espacio temporal que juega con los flash-backs como motor narrativo. Son dos historias en una, dos historias contadas en paralelo que acaban confluyendo. Parte del presente, tal como lo experimenta un matrimonio acomodado, son Satoko (Hiromi Nagasaku) y Kiyokazu (Arata Iura), que viven felices con su pequeño hijo Asato (Reo Sato). En el tiempo pasado se muestra cómo tuvieron que recurrir a la adopción para quedarse con el niño, tras una sucesión de intentos fallidos por tener descendencia.

La otra historia es la de la madre biológica, y su vivencia es la de una menor que se quedó embarazada como fruto de su primer amor adolescente. La familia la obligó a renuciar al bebé, ocultando su embarazo por vergüenza en una casa de retiro situada en una isla cercana a Hiroshima.

Ambas mujeres llegan a un cara a cara decisivo, pero en lugar de ir a la confrontación entre el poder de los lazos de sangre y el puro instinto maternal, saldrá a relucir la sororidad femenina a través de la conexión común con los biorritmos naturales.