José María Pérez Bustero
Escritor
GAURKOA

Proceso y actualidad vascos expuestos en verano

En los meses de verano topamos con mucha gente llegada desde otras tierras, atraída por las playas de la costa, por nuestras fiestas, por lo sugestivo de las montañas y valles. Y muestran, a veces, curiosidad por saber qué pensamos realmente los vascos sobre nosotros mismos y sobre España. Eso nos lleva a algo que no solemos hacer: decir dónde vivimos, exponer el origen histórico de la autoafirmación vasca y explicar lo que pensamos de las gentes y zonas peninsulares.

¿Dónde vivimos? Nuestro país tiene una geografía que, en parte, determina diferentes formas de vida y trabajo. Somos una tierra entre la costa cantábrica, el río Adour y el río Ebro, formada por una serie de franjas. La primera es la zona de la costa, que va desde Baiona hasta Cantabria, con playas, elevaciones de terreno y ríos llegando al mar. Paralelamente hay dos extensas franjas de montañas. La primera arranca en el Pirineo y continúa hasta la que llaman cordillera Cantábrica. La segunda, hace un recorrido paralelo, con trechos más abiertos. Y entre ambas franjas destaca un pasadizo, que se amplía en la cuenca de Pamplona, se estrecha en la Sakana, y de nuevo se agranda en la Llanada alavesa.

Tirando hacia el Ebro tenemos la zona media y la ribera navarra, junto con la Rioja alavesa. Una perspectiva preciosa con tierras rebosando cereales, patatas, huertas, viñas, olivos y otros árboles frutales y arbustos, con amplios espacios soleados.

Dejando la geografía y pasando a nuestro proceso histórico, nos toca citar dos invasiones que marcaron dramáticamente la posterior andadura de los vascos. El año 1512 tuvo lugar la irrupción del ejército conducido por el duque de Alba, que culminó con la conquista de Navarra, y nos ató a la corona de los reyes hispanos.

En esa conquista quedó libre la que llamamos Baja Navarra al otro lado del Pirineo. que siguió su andadura hasta que en 1793 tuvo lugar la invasión que realizó el ejército de la Convención Nacional francesa, imponiendo la abolición del ordenamiento jurídico vasco, con la deportación de gentes de Lapurdi que no se habían adaptado a dicho gobierno.

Ya en el siglo XIX tenemos la supresión de los fueros vascos por parte del gobierno liberal de Madrid, que buscaba la unidad hispana a todos los niveles, y que provocó la guerra carlista entre 1833 y 1840.

Y en el siglo XX sucedió la enorme tragedia de la rebelión franquista que produjo miles de muertos, y a la que siguieron años de enorme represión que dieron pie al nacimiento de la lucha de ETA y las movilizaciones populares.

No es de extrañar que, con el resabio de dichos procesos y dramas, en los tiempos actuales funcione una profunda sensibilidad política, vivida de forma discreta a veces, y otras generando manifestaciones y reacciones ante la represión estatal, práctica de la tortura, y cientos de presos vascos.

¿Qué pensamos de las demás zonas peninsulares? Cada uno tiene un proceso que explican en parte su realidad actual llena de vida.

Empezando por las tierras que dan al Mediterráneo, tenemos a Cataluña, donde la influencia de los francos frente a la dinámica musulmana en el siglo IX abrió paso a una organización feudal que provocó siglos de tensión, con revueltas por parte de la gente que dieron lugar a la llamada guerra remensa en la década de 1462.

En Aragón por su parte, hubo una convivencia durante mucho tiempo con los musulmanes. Y unidos con los catalanes participaron en la dinámica mediterránea llegando a la ocupación de Baleares y de Valencia en el siglo XIII.

Vamos a noroeste, a Galicia. Allí se dio el llamado levantamiento Irmandiño durante 1467-69 contra el dominio de los nobles. Y ya en el siglo XIX surgió el llamado “Rexurdimento” gallego buscando la autoafirmación de la cultura y libertad gallegas.

Pasamos a Extremadura, que fue una tierra devastada en la guerra de 1668, pues Portugal buscaba liberarse de la monarquía de Madrid que los había regido durante 87 años. Y hay que recordar las masacres que el año 1936 las tropas franquistas efectuaron en Badajoz, con miles de muertos, muchos de ellos por fusilamientos en la plaza de toros de la ciudad.

En Andalucía resulta significativa la revuelta que se dio en 1647 contra el centralismo del ministro Olivares. Y quedándonos en esta tierra recordamos la puesta en marcha del primer Alto Horno, en Marbella el 1826. Y la declaración de la Constitución Federal de Antequera el año 1833.

¿Y en zonas del centro? Con el avance de los ejércitos cristianos en los siglos de «reconquista», se crearon ciudades para favorecer el control y el asentamiento de la gente. Pero allí nos topamos también con la rebelión de 15 ciudades en los años 1520-1522 contra el gobierno de Carlos I, que ni conocía las tierras, ni las gentes, ni siquiera hablaba el castellano. Y en 1606 se estableció definitivamente la corte en Madrid, en la que fue creciendo el aparato legislativo y gubernamental, dejando en segundo plano la dinámica de las ciudades del centro peninsular.

Teniendo en cuenta todo esto, es evidente que tenemos dos tareas principales. Una, la de ahondar en el conocimiento de las gentes y tierras vascas. Y otra respecto a la península: debemos dejar en el desván la expresión «independencia de España», y cultivar el sentido de vecindad con las tierras y gentes peninsulares.

Una pregunta final: ¿Y respecto al gobierno central? Pues, exigirle que ejerza solamente como equipo coordinador de zonas, y suprima desde ya el sistema penal que todavía mantiene.