Es posible que al cine de género ruso le baste con el consumo interno, pero lleva años intentando abrirse a otros mercados internacionales sin acabar de posicionarse. El público habitual de las películas de acción ve las producciones rusas como una copia barata de las de Hollywood, pero lo cierto es que van bien encaminadas a pesar de que lógicamente les falta tradición para llegar a ser competitivas al día de hoy. Hago esta introducción porque “Otryv” (2019) no deja de ser una copia de la anglosajona “Frozen” (2010), distribuida en nuestras pantallas con el título de “Bajo cero”, cambiando el telesilla de aquella por el teleférico de esta. Pero decir que la una es infinitamente mejor que la otra me parece muy exagerado, porque estamos hablando en ambos casos de cine regulero de serie B, hecho con los medios justos para no salirse del presupuesto. Nadie en su sano juicio les puede exigir más de lo que en realidad han costado. Baste aclarar que la mayoría de secuencias de riesgo que transcurren colgando de un cable sobre el vacío han sido rodadas en estudio, utilizando los consabidos cromas correspondientes a los exteriores helados de los Urales.

A fin de cuentas todo sucede en el interior de la cabina del citado teleférico, con una progresión dramática cuya tensión crece según lo previsible en este tipo de situaciones extermas. La avería ocurre a deshoras en unas pistas de esquí totalmente vacías en la vispera del Año Nuevo, mientras que el grupo de jóvenes excursionistas comete la imprudencia de celebrarlo en las alturas. El ambiente festivo inicial pronto irá dando paso a la división interna y a la lucha a muerte por la superviviencia, mientras el frío y el aislamiento disparan la ansiedad.

Y, como no podía ser de otra forma, la estelar Irina Antonenko se convierte en la heroína a la fuerza, una vez que su novio ha caído y enfrente tiene a un supuesto colega que ha sacado el sicópata que lleva dentro.