Beatriz Arana y Enea Andueza
Mugitu
KOLABORAZIOA

El TAV le es simpático al cambio climático

El cambio climático es uno de los problemas de salud más graves que padecemos. La alteración que sufren las bases de la vida, la tierra, el agua y el aire, nos afecta directamente al igual que al resto de los seres vivos. Sequías, huracanes, inundaciones, incendios y subidas de temperaturas son algunas de sus expresiones más violentas. Cada vez más gente las sufre. Esto también es una pandemia.

La salud es plenitud física y anímica. El territorio, fragmentado y descompuesto por el Tren de Alta Velocidad, no garantiza la salud anímica de quienes lo habitan. En este sentido el TAV es uno de los mayores problemas de salud que sufrimos en Euskal Herria. Quienes hemos conocido los sinuosos paisajes anteriores al TAV podemos considerarnos afortunadas. Supimos de lugares mágicos y encantadores, que nos invitaban a soñar y nos alegraban el alma con sus escondrijos llenos de sorpresas.

Estos paisajes eran museos vivos e interactivos reflejo de actividades que habían durado siglos. La esencia de su historia se colaba por los resquicios vinculándonos oníricamente con nuestras antepasadas y brindándonos claves para imaginar el futuro. Pero, por desgracia, los paisajes que el TAV ha borrado de un plumazo, solo habitan la memoria de las más viejas. Una anodina línea recta ha sustituido todo lo anterior. Las jóvenes no solo se han quedado sin las fábulas y los cuentos que el paisaje dibujaba; también se les ha arrebatado la memoria histórica que sus rincones guardaban. Una gris y rectilínea plataforma de cemento es el vínculo que el TAV les ha dejado con su pasado. ¿Qué efectos puede tener todo esto en su salud anímica? Dicen que el paisaje es el reflejo del alma de un pueblo. ¿Nos gusta la imagen que nos devuelve el espejo?

El TAV también afecta a la salud física. Aunque sus defensores afirmen que es ecológico una serie de datos prueban justo lo contrario. De hecho podemos afirmar que el TAV le es simpático al cambio climático. Veamos:

El TAV ha dado al traste con cientos de hectáreas de bosques autóctonos y valles refugios de biodiversidad y sumideros que tragaban las emisiones de CO2. La maquinaria utilizada en la elaboración del cemento para la construcción de la plataforma, viaductos, túneles, y pistas a lo largo de sus cuatrocientos kilómetros de recorrido por Euskal Herria ha emitido y emite sin cesar grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Asimismo, la extracción y el transporte de piedras y hierro, componentes del hormigón, han contribuido también a la emisión de ingentes cantidades de gases de efecto invernadero.

Una vez puesto en marcha el TAV no es menos contaminante. Su consumo energético a 300 km/h es el equivalente al de una ciudad de 25.000 habitantes. El aumento de la velocidad hace crecer exponencialmente la demanda energética. Esta es alimentada por centrales nucleares y centrales térmicas de ciclo combinado como las de Castejón, las cuales emiten grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, provocando la lluvia ácida. Además su refrigeración contribuye al calentamiento de las aguas del río Ebro. Los polígonos solares y eólicos en funcionamiento y los proyectados también alimentarán el AVE de rapiña.

El calentamiento global es la consecuencia directa del capitalismo tecno-agro-industrial y, el TAV, su icono. Ambos destruyen la biodiversidad. Aún no han terminado el TAV. Estamos a tiempo de pararlo y evitar así la destrucción de parte del territorio de Euskal Herria. Luchando contra el TAV y contra el modelo social que lo impulsa luchamos contra el cambio climático. La defensa de la tierra, el agua y el aire son el mejor modo de reforzar nuestro sistema inmunológico. La salud, es lo primero.