Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Aztarnak-Huellas»

La investigación de la memoria genética

Anada que se siga la información científica, es imposible no creer en el futuro. En una charla de Ferran Adrià con motivo de su último documental sobre El Bulli, ponía como ejemplo la rapidez con que se ha dado con la vacuna del covid, para comprender que la humanidad siempre sale adelante, incluso en las peores crisis de la historia, gracias a su inventiva. Por eso el investigador culinario animaba a que en cada sector, en cada parcela del conocimiento humano, se investigue y se innove. Y hay gente que utiliza el cine para hacer esa labor, como la donostiarra Maru Solores en su segundo largometraje, el documental creativo “Aztarnak-Huellas” (2021) que, en efecto, abarca una pequeña parte de los avances y descubrimientos en torno a la memoria genética, la concerniente a la influencia vital del periodo perinatal, algo muy preciso y concreto, pero que tiene su importancia en un tema tan amplio y complejo como el de la relación entre la crianza y el posterior desarrollo de la persona.

Maru Solores escucha su propia voz interior, la que de forma subjetiva conecta su realidad actual de madre con la pasada de la hija recién nacida que fue. Y no está sola en su viaje en el tiempo a la búsqueda de dicha conexión íntima, ya que la acompañan parejas que han formado una familia junto con especialistas en ginecología, puericultura o psicología infantil. Entre todos y todas tratan de desentrañar esa etapa que va de las semanas de gestación a los primeros días fuera del útero y, por extensión, del proceso intrauterino en sí hasta los tres años en edad preescolar.

El ciclo vital que se inicia con la gestación es contemplado en una necesaria armonía con la naturaleza, debido a que hay una pedagogía que tiende a señalar a nuestra primera infancia como la fase decisiva en la formación de la identidad, y así se podrían explicar comportamientos violentos posteriores.