José María Pérez Bustero
Escritor
GAURKOA

16 de noviembre, Día de la Tolerancia

El año 1996, la Asamblea General de Naciones Unidas invitó a sus estados miembros a que dedicaran el día 16 de noviembre de cada año a resaltar el derecho a la «Tolerancia». Con esa declaración en la mano, estando a punto de cumplirse veinticinco años desde entonces, y teniendo en cuenta que el proceso histórico es paridor del presente en muchos aspectos, resulta muy ilustrativo mirar si los gobiernos hispanos han asumido la tolerancia como base de funcionamiento. Es decir, si han sopesado y respetado conductas, actitudes, o culturas de los otros pueblos y gentes.

Empezamos desde lejos. Por los llamados Reyes Católicos. Que tuvieron gran importancia en el andamiaje posterior de la nación española.

Casados en 1469, pasaron a ejercer como reyes diez años más tarde. Fernando aportó Aragón, Cataluña, parte de la costa mediterránea y Baleares. Isabel: las tierras de Galicia, Asturias, León, y Castilla. La actitud básica de su reinado no fue cultivar la tolerancia sino tener bajo su mando las tierras peninsulares que todavía no controlaban.

Con dicho propósito se centraron inicialmente en la conquista del reino musulmán Nazarí, fundado en 1238, que comprendía las tierras de Granada, Málaga, Almería, y parte de Jaén y Cádiz. Y que destacaba por su nivel cultural, y por su relación comercial con otros reinos y tierras. Pero los llamados Reyes Católicos no tenían interés en valorar/tolerar esa dinámica. Y empezaron el año 1482 su conquista, que no terminaron hasta el 2 de enero de 1492.

Esa misma actitud los llevó a decretar el 31 de marzo de ese mismo año, a través del Tribunal del Santo Oficio, la expulsión de los judíos. No toleraban la diversidad de religiones. Y a ello se añadía la decisión de hacerse con sus propiedades.

Otro hecho de intolerancia lo dio Fernando tras la muerte de su esposa Isabel el 1504. Para no dejar Castilla en manos de su hija Juana sino gobernarla directamente él, ordenó encerrarla en un palacio de Tordesillas, (provincia de Valladolid) tildándola de loca por el dolor que mostraba al morir su marido, conde de Flandes. Y continuó ajeno a la tolerancia el año 1512 cuando sus tropas, bajo el duque de Alba, entraron en Pamplona, y sometieron Navarra, excepto las tierras del otro lado del Pirineo.

Fallecido dicho Fernando en enero de 1516, la falta de tolerancia continuó siendo la pauta de los gobiernos posteriores. Le sucedió su nieto Carlos I, que tenía entonces dieciséis años, y que, habiendo vegetado en Flandes, ni siquiera hablaba castellano. Pero animado por nobles flamencos e hispanos, firmó nuevas exigencias fiscales, provocando en 1520 la rebelión de catorce ciudades de Castilla y León, que se prolongó durante quince meses.

La penuria de tolerancia siguió siendo pauta de los siguientes reyes. El morir el rey Carlos II el año 1700 sin dejar herederos, y en plena decadencia del imperio hispano, los Borbones franceses, se hicieron con el poder. E impusieron un gobierno centralizado, sin conocer ni tolerar las peculiaridades de las zonas peninsulares. Con ello creció la rabia de la gente, que generó mayores ganas de autogestión en muchos sitios, y que el año 1833 empujaron a la guerra carlista, que duró siete años.

La falta de tolerancia continuó en los posteriores regímenes de gobierno bajo dictaduras de militares y políticos, que simulaban empatía con los monarcas de turno para justificarse. Hasta llegar al régimen franquista, que duró desde 1939 hasta 1975, tras una terrible guerra civil con cientos de miles de muertos.

Muerto Franco empezó la refundación de su política: se creó la que llamaron Alianza Popular el año 1976, dirigida por ministros franquistas. Bajo ellos se aprobó el 1978 la Constitución Española como norma suprema de ordenamiento jurídico español, «fundamentada en la indisoluble unidad de la nación española, patria común de todos los españoles». Sin tolerar ninguna alternativa. Y once años más tarde, dicha «Alianza Popular» se denominó Partido Popular, manteniendo una postura conservadora y centrista, ajena a conocer y tolerar las diferentes tierras y pueblos de la península.

En cuanto al Partido Socialista, ¿ha practicado la tolerancia como norma? Su objetivo inicial era sacar a los obreros de la resignación ante los patronos. Pero en modo alguno se planteó conocer y tolerar la sensibilidad y dinámica de las diferentes tierras peninsulares. Simplemente asumió desde su primer gobierno de 1982, bajo Felipe González, la «indisoluble unidad de la nación española» que marcaba la Constitución Española. Así que, cuando el 27 de octubre del 2017 hubo la declaración de independencia de Cataluña como república, el Gobierno del PSOE no decidió tolerarla, ni llamó a los dirigentes catalanes para dialogar sobre el tema, sino les empujó al exilio o los metió en la cárcel.

Pasando a los partidos vasco-navarros, ¿cómo llevan el tema de la tolerancia? Les quedan tres importantes tareas. En primer lugar, tolerar/aceptar la compleja realidad vasconavarra, y buscar la interrelación y cohesión de los siete territorios: Lapurdi, Nafarroa Behera, Zuberoa. Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa.

La segunda labor es buscar una relación de amistad con las zonas peninsulares, sin considerarlas en modo alguno enemigas o distantes, sino vecinas, pues también ellas cargan dentro un proceso complejo y dramático.

Con ese quehacer en las manos les queda exigir al Gobierno de Madrid que decida ejercer la tolerancia, que borre la institución de un gobierno central, que acepte una verdadera libertad y coordinación entre tierras, y que funcione como simple coordinador.