Adur Ramírez de Alda
GAURKOA

¿Pero cómo que estabas mejor en Aranjuez?

Por sorprendente que parezca, a veces, el estar cerca de nuestros familiares y amigos no tiene porqué conllevar una mejora en las condiciones de vida cuando uno se encuentra entre rejas. Esta idea me lleva rondando en la cabeza desde hace tiempo y con la triste noticia que recientemente nos ha llegado desde la cárcel de Iruña, no hace más que reafirmarme en la importancia de mirar con máxima exigencia y rigurosidad a lo que tenemos aquí al lado. Una muerte más dentro del incesante goteo que cada año se da en cárceles españolas.

El pasado año nos llevábamos las manos a la cabeza cuando cada dos por tres abrían el Teleberri informando que una persona había perdido la vida en la cárcel de Zaballa (Araba). Sobredosis, suicidio, razón desconocida... Qué más da. Una escueta nota de Instituciones Penitenciarias salía del paso con la supuesta pretensión de informar sobre cada suceso. Pero cada vez, se dejaban grandes lagunas que todos tratábamos de llenar con el objetivo de que algo tan terrible nos encajara de alguna manera. Obviamente, nada nos encajaba y la gente no salía de su asombro preguntando a los que en ese momento nos encontrábamos ahí qué era lo que pasaba. La preocupación era palpable.

Al hilo del tema, es de mencionar también el debate no falto de polémica que en los últimos años se ha dado a raíz de la transferencia en materia penitenciaria por parte del Estado español a la CAV. No hay que olvidar que hoy por hoy la competencia en legislación penitenciaria corresponde en exclusiva al Estado, por lo que la ley y el reglamento que lo desarrolla es la misma en cada rincón y agujero del Estado español. Ahora bien, ¿quiere decir esto que todas las cárceles utilizan los mismos métodos, criterios o prácticas en la ejecución de las penas? Pues va a ser que no, y es ahí donde debemos de incidir y poner el ojo.

Asumir la competencia en materia penitenciaria implica que la ejecución de la legislación, con la consiguiente gestión de la actividad, la dirección, organización e inspección de las instituciones que se regulan en aquella, pasa a depender de la administración responsable. Es decir, en el caso de la CAV, del Ejecutivo vasco. ¿Qué quiere decir esto? Entre otras muchas cosas que darían para extenderme demasiado, básicamente significa que la administración que se encarga de ejecutar esta competencia goza de una amplia discrecionalidad que afecta directamente al día a día y en la vida de las personas presas.

Apenas dos meses desde la asunción de la mencionada competencia, es pronto para hacer una valoración de los cambios planteados en las tres cárceles dependientes del Gobierno Vasco, pero no dudo que todos estaremos con la lupa puesta en que se den cambios trascendentales y se actúe con valentía de cara a minimizar lo máximo posible el modelo punitivista que se ha llevado hasta ahora.

En Nafarroa la situación es bien diferente. A excepción de la competencia en materia de sanidad penitenciaria que se traspasó a mediados de este año, el Gobierno de Chivite no muestra ni el más mínimo interés en hacerse cargo al completo de lo que por ley corresponde a Nafarroa. Así las cosas, en estos momentos no se percibe que el debate esté encima de la mesa ni que tenga la centralidad que merece a la vista de la situación que se vive en la cárcel de Iruña. Poco se habla de esta cárcel, pero necesariamente es momento de poner el foco y abrir el melón sobre la cuestión.

Recuerdo el día que llegué a esta cárcel. Después de recorrer media península y hacer varias noches en Valdemoro y Burgos, una semana después por fin el autobús de la Guardia Civil aparcaba en lo alto de la Colina de Santa Lucía de Iruña. «Primer paso cumplido» pensé. Estaba en Euskal Herria y esto suponía que habíamos superado una traba que con duro esfuerzo hoy todavía sufren varios compañeros y compañeras en prisiones periféricas de nuestro pueblo. La primera alegría lógicamente es por los de alrededor que ya no iban a desplazarse cientos de kilómetros para visitarme. Pero también confiaba con una ilusión equivocada que después de haber conocido todos los módulos conflictivos de Soto del Real y Aranjuez, en Iruña se viviría más tranquilo, o que los funcionarios serían menos fachas o, por lo menos que, teniendo en cuenta que en cárceles Madrileñas se triplicaba el número de personas presas, el papeleo y las gestiones del día a día serían más fáciles y con menos trabas. Nada más lejos de la realidad.

Como anécdota, el primer día me sorprendió la enorme bandera española que colgaba de la garita de los funcionarios. Estaba acostumbrado a verles con la famosa pulserita rojigualda en la muñeca, y aun así, el tamaño de la bandera llamaba la atención. Podría ser un simple detalle pero cuando traté por primera vez con alguno de ellos ya vi que poco o nada les diferenciaba de un funcionario de una macrocárcel madrileña. En la cárcel las relaciones de poder se manifiestan de una manera brutal, más crudamente que en el resto de espacios que se comparten en sociedad y estas inercias pueden verse entre presos por un lado, y sobre todo en la relación de estos con funcionarios muchas veces arrogantes y autoritarios. Verdaderamente algo muy preocupante y peligroso.

Las condiciones de la cárcel y la vida en el módulo las resumiría como una especie de institución a medio fuelle, incapacitada para hacerse cargo de las cuestiones más básicas y responsabilizarse de la vida de los cientos de presos y presas que ahí conviven. Pocos módulos abiertos y los que sí lo estaban, a rebosar de gente. Todo ello conlleva la imposibilidad de poder llevar una vida mínimamente digna por las enormes carencias en las dependencias y servicios. En fin, un desastre.

Y así, en las visitas que recibía en Iruña, me solían preguntar con caras de incredulidad y recelo: ¿pero cómo que estabas mejor en Aranjuez? Y yo les respondía que sí, que aunque desde mi celda viese las antenas del monte Ezkaba, la rabia y la frustración era igual o mayor a cuando veía conejos por los secarrales del sur de Madrid.

Por todo lo dicho, tenemos un importante reto y lo tenemos aquí al lado. Es hora de que pongamos el foco en las cárceles que tenemos más cerca, rompamos con la opacidad que esta institución a día de hoy todavía mantiene y exijamos que se garanticen todos los derechos de las personas presas sin excepción a la vez que denunciamos lo que ocurre tras los muros.