Koldo LANDALUZE
DONOSTIA

Sidney Poitier, un actor en tiempos de derechos civiles

Veinticuatro años después que Hattie McDaniel ganase el Óscar por «Lo que el viento se llevó», Sidney Potier tomó su relevo en «Los lirios del valle». Fallecido ayer a los 94 años, fue reflejo de los tímidos cambios raciales que comenzaban a experimentarse en Hollywood.

El nombre de Sidney Poitier siempre quedará asociado a los desarreglos raciales de la sociedad estadounidense y, por extensión, de su fábrica de sueños. Cuando, en 1963, la actriz Anne Bancroft anunció su nombre como destinatario del Óscar a Mejor Actor, Poitier reconoció ante los presentes en aquella gala: «Porque ha sido un largo viaje para llegar a este momento, estoy en deuda con un innumerable número de personas».

Recibidas con aplausos, estas palabras también dejaron entrever la tibieza de un mensaje que de manera velada o un tanto difusa invitaba a ser interpretado de muy diversas formas. Porque no hay que olvidar que, en esa larga ruta a la que aludía Poitier, había figurado hasta entonces y como un referente que ponía en entredicho al propio Hollywood, una cuestión que debía evitarse a toda costa: hasta ese momento solo una actriz afroamericana se había alzado con un Óscar.

Cuando en 1940 Hattie McDaniel ganó el de Mejor Actriz Secundaria por su papel en “Lo que el viento se llevó”, en el pasado reciente de la actriz quedó marcado el carácter racista del estado de Alabama cuando se le impidió el acceso a la sala en la que se estrenaba la película por la que fue premiada.

Veinticuatro años después, Poitier tomaba su relevo en la categoría de Mejor Actor por “Los lirios del valle”. Este galardón llegó acompañado por los aires de cambio que asomaban desde las calles, en plena lucha por los derechos civiles, y a pesar de que los grandes estudios querían evitar a toda costa el enfado de los sectores más racistas, tampoco pudieron evitar que nuevas hornadas de ejecutivos y directores plantearan proyectos hasta entonces poco usuales y que, para colmo, lograban grandes beneficios en taquilla.

En la filmografía de Poitier, que sumó más de cincuenta películas, destaca sobre el resto la poderosa “En el calor de la noche”, que además de ganar el Óscar a la Mejor Película en 1967, otorgó protagonismo a un agente de policía afroamericano que se trasladaba a una pequeña localidad sureña en la que imperaba el racismo. Dirigida por Norman Jewison, supuso la primera ocasión en la que Poitier encarnaba al inspector de policía de Filadelfia llamado Virgil Tibbs, personaje que retomó en “Ahora me llaman Mister Tibbs” (1970) y “El inspector Tibbs contra la organización” (1971).

En “Adivina quién viene esta noche” interpretó a un negro que mantenía una relación con una mujer blanca y en “Rebelión en las aulas” dio vida a un profesor de un convulso instituto.

Cincuenta títulos

Poitier no era estadounidense de origen. Hijo de padres bahameños, nació accidentalmente en Miami en 1927, adquiriendo de este modo la doble ciudadanía americana y británica (Bahamas era por entonces una colonia). En los Estados Unidos trabajó como peón, friegaplatos e ingresó en el Ejército en 1943.

Tras la guerra comenzó a actuar. Primero en el teatro, debutando en el cine en su primer papel destacado con Mankiewicz (“No Way Out”, 1950). Su papel en “Fugitivos” (1958) le valió su primera nominación al Óscar. Otras películas fueron “Un retazo de azul”, en 1965, en la que su personaje comparte amistad con una mujer blanca y ciega; “Semilla de maldad” (1955) y “El sol brilla para todos” (1961), que Poitier también representó en Broadway. Como director, trabajó con Belafonte y Cosby en “Sucedió un sábado” en 1974 y con Richard Pryor y Gene Wilder en “Locos de remate” (1980). En 2002 recibió un Óscar honorífico y entre su extensa lista de premios –Bafta, Globos de Oro...–, figura el de Zinemaldia a la mejor interpretación masculina en 1968 por “For Love of Ivy”, de Daniel Mann. Un galardón que compartió ex-aequo con Claude Rich por “Je t’aime, je t’aime”, de Alain Resnais.