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Las denuncias de abuso sexual sacuden también a la comunidad ultraortodoxa judía

Cuando la comunidad ultraortodoxa judía se vio sacudida por las denuncias de abuso sexual contra varios de sus líderes, la frase «lo tishtok», que en hebreo significa «no callarás», tomó fuerza entre los jaredíes, que se han visto forzados a hacer frente a denuncias de graves crímenes, incluido el abuso sexual de niños, contra varios de sus iconos.

En diciembre, el escritor y rabino Chaim Walder se suicidó después de que el diario “Haaretz” publicara una información en la que era acusado de abusos sexuales contra una veintena de personas, incluidos, niños, algo que él negó.

El diario había informado en marzo de que Yehuda Meshi-Zahav, fundador de la organización caritativa Zaka y ganador del Premio Israel, abusó sexualmente de niños, niñas y mujeres. Meshi-Zahav, quien tildó esa noticia de «mentira», intentó ahorcarse en abril antes de que otro medio difundiera una nueva denuncia sexual en su contra. La Policía israelí investiga esas denuncias.

Este mes, el diario “Yediot Ahronot” publicó que un personaje radical ultraortodoxo asaltó a tres mujeres, una de ellas menor.

Avigayil Heilbronn, fundadora de la organización “Lo Tishtok” que apoya a las víctimas de abuso sexual de los jaredíes, asegura que esa comunidad está nerviosa tras el «golpe» de las denuncias contra Walder. Que un «icono cultural» como Walder pueda ser un depredador obligó a los jaredíes a considerar si pueden «confiar en alguien», dijo.

Los ultraortodoxos, que representan el 12% de la población israelí, dicen vivir en concordancia estricta con la ley judía.

Adiel Bar Shaul, un jaredí de 43 años de Bnei Brak, contó que fue violado varias veces cuando tenía 10 años por un allegado de su familia, también ultraortodoxo. «Yo era un niño, no entendía... Estaba solo, extremadamente avergonzado y me sentía culpable», recordó Shaul, quien ahora trabaja con víctimas de asalto sexual.

Josiane Paris, voluntaria del Centro de Crisis Tahel en Jerusalén, que apoya a niños y mujeres que sufren violencia doméstica o sexual en comunidades judías, señaló que generalmente las víctimas guardan silencio por temor al qué dirán en la escuela o la sinagoga. Hace tres décadas las llamadas no eran muy frecuentes. «Hoy recibimos unas 500 al mes», indicó